San José obrero
Cada 1 de mayo se celebra la llamada Fiesta del trabajo como día festivo y no laboral. En 1955 Pío XII instituyó la fiesta litúrgica dedicada a san José obrero queriendo cristianizar la Jornada mundial del proletariado que empezó en 1889 para reivindicar los tres ochos: ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de educación.
Jesús, cuando tenía unos 30 años, todavía no 50 le decía la gente, abandonó su “vida oculta” y su trabajo ordinario de artesano o carpintero en Nazaret para iniciar su “vida pública” que solo duró dos años y pico así que puede afirmarse que Dios hecho hombre se pasó su vida terrenal trabajando. El trabajo es un concepto que se aplica a la actividad de cualquier persona religiosa en su tarea o labor apostólica, caritativa, como los monjes o las monjas o los clérigos en su labor pastoral pero esa es una realidad de solo un 85% de los miembros de la Iglesia, de los bautizados. Y se trata de recuperar la dimensión laical o secular del trabajo profesional, manual o intelectual o no solo, como inventaron los eremitas, anacoretas y luego los monjes benedictinos, para hacer algo y no estar ocioso ya que el ocio es la madre de los vicios.
El 5 de enero de 1964, desde Nazaret, Pablo VI exhortaba a aprender la lección del trabajo, la conciencia de su dignidad. Y señalaba "al gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas las causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor", el hijo del carpintero, como era conocido Jesús.
El Concilio Vaticano II (1963-65) ha actualizado la llamada universal a la santidad que no es para unos privilegiados ni por hacer cosas raras, sino cumpliendo con perfección también humana los deberes de estado, en el trabajo profesional y en las relaciones sociales. Un autor moderno dice: "Si un hombre es barrendero, tendría que barrer las calles como pintaba Miguel Ángel, como componía Beethoven, como escribía Shakespeare".
Marta de Betania, aldea a 6 km de Jerusalén, es hermana de Lázaro y María y a quien Cristo le enseña el orden en el trabajo pues no todo es utilidad y activismo.
Leonardo Murialdo (†1900 con 72 años) fue un sacerdote turinés que fundó la Pía Sociedad Turinesa de San José para impulsar el movimiento de los trabajadores que pedían las 8 horas laborales. Era llamado "socialista" por los conservadores.
Bonifacia Rodríguez de Castro (†1905 con 68 años), es la fundadora de las Siervas de San José, para la promoción social y cristiana de las mujeres obreras, Canonizada en 2011 por Benedicto XVI y en su beatificación, Juan Pablo II afirmó: “En la vida sencilla y oculta de la Sagrada Familia de Nazaret encontró un modelo de espiritualidad del trabajo, que dignifica la persona y hace de toda actividad, por humilde que parezca, un ofrecimiento a Dios y un medio de santificación”.
Ana María Javouhey (†1851 con 72 años), beata, fundó en Francia la Congregación de san José de Cluny en 1807, para atender enfermos y educar a las niñas a través de la educación abierta, universal y que suscite el esfuerzo y el trabajo bien hecho en un ambiente de sencillez.
Nunzio Sulprizio (†1836 con 19 años), laico, italiano canonizado en 2018 por Francisco, se le tiene como ejemplo de santificación de la enfermedad y del trabajo.
Cayetano de Thiene (†1547 con 67 años) fue un sacerdote italiano, cofundador de los teatinos que se le tiene por Patrono de los desempleados aunque los argentinos lo celebran como patrono del pan y del trabajo en el santuario de Liniers; en 2016 Francisco envió una carta al Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina recordando conmovido sus celebraciones como Arzobispo de Buenos Aires junto con tanta gente que no tiene trabajo.
Isidro, labrador (†1170 con 70 años), es tenido por modelo de trabajador pues trabajó como jornalero agrícola en la hacienda de don Juan de Vargas, cercana a Madrid, en las colinas onduladas de Carabanchel.
Pancracio, joven romano, mártir con 14 años. Se acude a él para tener salud y trabajo.
Juan Pablo II quizá sea el primer Papa en la
Historia que escribe una Enc. dedicada al trabajo para devolverlo a su sitio, a
donde los puso Dios creador. Juan XXIII hace una
simple referencia en su Enc. Pacem in
terris (abril 1963) escribiendo que “contemplamos el avance
progresivo realizado por las clases trabajadoras en lo económico y en lo
social. Inició el mundo del trabajo su elevación con la reivindicación de sus
derechos, principalmente en el orden económico y social. Extendieron después
los trabajadores sus reivindicaciones a la esfera política”.
El Papa Wojtyla empieza Laborens exercens (LE, 14-IX-1981) recordando que «El trabajo es la dimensión fundamental de la existencia humana (…) Es el centro mismo de la llamada “cuestión social” donde aparece el problema del trabajo que es un elemento fijo tanto para la inteligencia como para la fe” (LE, 1). Añade que “La Revelación nos dice que sólo el hombre es imagen y semejanza de Dios; que sólo él trabaja y para eso ha sido creado”.
“El hombre realiza el «dominio» sometiendo la «tierra» con fatiga, a veces pesada. Lo saben los hombres del trabajo manual (…) los vinculados a la mesa del trabajo intelectual (…) las mujeres que, sin adecuado reconocimiento social, soportan la fatiga de la casa. A pesar de la fatiga, el trabajo es un bien «digno» y no sólo «útil» o «para disfrutar»; es un bien del hombre porque no sólo transforma la naturaleza, sino que se realiza a sí mismo como hombre, «se hace más hombre»”. “El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, es una condición para fundar una familia (…) y sirve para multiplicar el patrimonio de toda la familia humana, de todos los hombres que viven en el mundo”.
Benedicto XVI en su 3ª Encíclica “La caridad en la verdad” (Caritas in veritate, CinV, 29-VI-2009) dice que “la falta de respeto de los derechos humanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por grupos de producción local” (CinV, 22). Y denuncia “la falta de reglamentación del mundo del trabajo” al considerar el impacto de la globalización afirmando que “el estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual” (CinV, 25).
Y añade que “las actuales dinámicas económicas internacionales, caracterizadas por graves distorsiones y disfunciones, requieren también cambios profundos en el modo de entender la empresa (…) no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus propietarios (CinV, 40).
Francisco escribe en la Carta Patris corde (PC, 2020), convocando el Año dedicado a San José que “era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo. La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser una llamada a revisar nuestras prioridades” (PC, 6).
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