Los dolores de la Virgen

Es
el día que para algunos empieza la Semana Santa y el día en que muchas
cofradías solicitan al Gobierno de turno el indulto para algún preso, como hizo
Pilato. En Valencia tuvo mucho arraigo medieval la Cofradía del Cristo de las penas cuyo calvario cuidaba de los presos más necesitados de la
cárcel. Se dejó de tener noticia escrita de la Cofradía en 1767, y en 1829 de
la capilla dentro del templo de san Juan del Hospital. En 1993 se intentó
volver a celebrar la procesión del Cristo de las Penas en la noche del Jueves
Santo y el inicial corto itinerario por el barrio valenciano de la Xerea ha ido
agrandándose poco a poco.
En la homilía de este viernes de dolores de 2020, Bergoglio
recordó a la
Virgen “sufriente”, al pie de la cruz, y sus siete dolores. El primero,
“apenas 40 días después del nacimiento de Jesús, que habla de una espada que
atravesará su corazón”. El segundo dolor, la fuga a Egipto par salvar la vida
de Jesús. El tercero, “aquellos días de angustia cuando el joven se quedó en el
templo”. El cuarto dolor, al encontrarse con Jesús camino del Calvario. “El
quinto dolor es la muerte de Jesús, ver al hijo ahí, crucificado y desnudo”.
El sexto, cuando bajan a Jesús de la
cruz, en la clásica imagen de la Pietá, y
ella lo toma en sus manos, como lo había tomado treinta años antes en Belén”.
El séptimo, la sepultura.
“A mí me hace bien
-confesó Francisco- rezar estos siete
dolores, para ver cómo la madre de la Iglesia, con tanto sufrimiento, nos ha
parido también a nosotros. Una Virgen que nunca pidió nada para sí. Sí para los otros: pensemos en Caná. La Virgen jamás dijo: 'Seré la
Reina Madre', nunca dijo esto. No pidió nada importante para ella en el Colegio
Apostólico. Solamente aceptó el ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, con las amigas, mujeres piadosas,
escuchaba a Jesús, apuntó Bergoglio. María
acompañó a su hijo hasta el calvario. Jesús
no la hizo
primera ministra, no le dio títulos de funcionalidad, sino de Madre. No ha pedido para ella ser una
casi-redentora, o una co-redentora. No, el Redentor es uno solo Este título no
se puede redoblar. Solo discípula y madre”.

El
14 de septiembre de 1920, cuando el ejército ruso se estableció en el río
Vístula y se preparaba para invadir Varsovia, el pueblo recurrió a la Virgen
María. Al día siguiente, día 15, fiesta de la Virgen de los Dolores, el ejército
ruso se retiró después que la imagen de la Virgen apareció en una nube sobre la
ciudad. Es un día que también celebran las llamadas Soledad, Sol,
Marisol y Angustias, conmemorando que María participó plenamente en la obra
redentora de Cristo, su hijo, experimentando en sí misma las consecuencias del
pecado y que el anciano Simeón resumió en que “una espada atravesará tu corazón”. La Liturgia tiene el
himno Stabat Mater que parece
ser compuesto por el franciscano Jacopone de Todi (†1306). Dice este himno: Stabat mater dolorosa juxta crucem lacrimosa dum pendebat filius... Estaba de pie junto a la cruz la madre lacrimosa donde estaba colgado su hijo...
A
los frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular devoción por
los sufrimientos de María, se les autorizó celebrar una festividad anual en memoria
de los Siete Dolores, el tercer domingo de setiembre. La conmemoración de los dolores de la Virgen el viernes de la semana de Pasión (antes del domingo de ramos) es más
antigua e instituida en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV, se extendió por toda la Iglesia en 1727. Pío VI en 1814 le dio el
espaldarazo definitivo al 15 de septiembre al querer recordar los sufrimientos de la Iglesia en la
persona de su jefe, desterrado y cautivo de Napoleón, y luego liberado por la
protección de María y Pío X fijó la fecha en 1912. Pablo VI en 1967
declaró a Santa María de la Soledad patrona de las viudas aunque las "Sole" (Soledad) suelen celebrar el Sábado
Santo, mientras que en algunas poblaciones también lo hacen el Viernes Santo. Reciente es el que haya "Soles" que celebran su santa el 11 de octubre, día de la onomástica de Soledad Torres
Acosta.

La Virgen de los Dolores de Kibeho es la advocación del Santuario mariano al sur de
Rwanda, consagrado en 2003. En 1990, durante su visita apostólica al país africano, Juan Pablo
II exhortó allí a los fieles a mirar a la Virgen como una guía sencilla y
segura, pidiendo un mayor empeño contra las divisiones locales, políticas y
étnicas.
La
Virgen María de Etzelsbach es una
Virgen dolorosa alemana en el santuario mariano cercano a Polonia y que visitó Benedicto XVI (23-IX-2011). La imagen es una mujer de mediana edad, con los
párpados apesadumbrados de tanto llorar y una mirada absorta, mirando al
infinito, como si estuviera meditando lo que había sucedido. En su regazo
reposa el cuerpo exánime de su Hijo y en su cuerpo signos de la crucifixión. La
posición del crucificado es una particularidad de esta imagen pues el cadáver
está orientado hacia el lado que no vemos la lanzada; la está contemplando Ella.
En
el santoral pueden encontrarse algun@s personas o instituciones con esta
advocación o referencia a los Dolores de María.

Gabriel
de la Dolorosa (†1862
con 24 años), hijo del gobernador de Espoleto, una ciudad de los Estados
pontificios, era guapo, elegante y presumido, codiciado por las madres con
hijas casaderas y una grave enfermedad lo movió a prometer a Dios que si curaba,
se haría religioso. A los 18 años ingresó en los pasionistas. Murió de tisis
antes de ser sacerdote.
Celia Barbieri (†1870 con 23 años), canonizada
por Juan Pablo II en 1989, desde el día de su 1ª Comunión, el Crucifijo y la
Virgen Dolorosa inspiraron su vida. Estaba en adoración ante un sagrario como
una estatua inmóvil. Con un grupo de amigas se fue a vivir a la casa del
maestro del pueblo, cerca de Bolonia, para dedicarse a dar catequesis. Así
nació la familia religiosa que fundara de las “HH Mínimas de la Dolorosa” que están
en Italia, India y Tanzania, con 300 miembros en 35 casas.

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo (Jn 19, 25-26). Juan Pablo II la tradujo a su manera para rezarle: Madre, he ahí a tus hijos, jaculatoria mariana que puede rezarse muchas veces cada día pidiendo por toda la Iglesia y por toda la humanidad.
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