Algunas sectas cristianas de esa
época

Cerca
de Toulouse nació la Orden de Predicadores, llamada la “santa predicación” o
los “dominicos”, fundada para
enfrentarse a los herejes del momento: cátaros, valdenses, albigenses y otros
grupos agitadores de la fe y las costumbres. Domingo quería cambiar los métodos
pues los misioneros iban en carruajes elegantes, con secretarios y ayudantes,
se alojaban en los mejores hoteles, etc. Regresaba del viaje por Europa,
acompañando a su obispo, y horrorizado por lo visto en el Languedoc, le contó
sus planes y de paso le comentó que “a
éstos, o por las buenas o por las malas”.
En
su tiempo (s. XIV) la Inquisición persiguió (sin grandes éxitos) a valdenses que nacieron con Pedro
Valdo en el s XII con “los pobres de Lyon” y que en el s XVI se unieron a los
de la Reforma luterana o calvinista, según los casos. Otra secta de entonces
eran los cátaros o albigenses por estar localizados en la población
francesa de Albi y que predicaban el rechazo total del mundo material que
atribuían a Satanás. Dios, para ellos, es creador de lo bueno que es lo
espiritual. En 1209, con el apoyo de la corona francesa, se organizó la
“cruzada albigense” para exterminarlos.
Del
mundo cátaro salió san Pedro, mártir en
1252 con 46 años, dominico en vida de santo Domingo del que se fascinó a los 16
años. Hijo de una familia de cátaros, contribuyó a crear las cofradías
marianas. Recorrió muchas ciudades italianas y recaló en Milán donde fue
nombrado Inquisidor general. Fue asesinado en Farga, de camino a Milán, fruto
de 40 libras milanesas y con 2 golpes de hacha. Canonizado por Inocencio IV en
1253.
Por
las condiciones económicas y el excedente femenino entre nobleza y alta burguesía,
florecieron las beguinas que se desarrollaron como los franciscanos
y volvieron a "explotar" en el XVII aunque la Revolución francesa y
la vida moderna las llevará a la extinción.

Exaltaban
la pobreza voluntaria y vivían de limosna. Eran panteístas o quietista que
buscaban la inocencia perdida del paraíso y la deificación formal: entonces el
alma ya no puede pecar, es libre, y practicaban la libertad de espíritu y de la
carne (el amor libre). Después del Concilio de Vienne, la Inquisición los hizo
desaparecer.
Los
begardos eran la rama masculina, “religiosos laicos”
belgas y renanos que también cuidaban enfermos, dementes y
apestados. Usaron conventos abandonados o viejos y tenían casas separadas para
hombres y mujeres, aunque algunos (belgas, holandeses y en Koln) eran sólo
masculinos y trabajaban telas: llamados tejedores o begardos. En el s.
XV desaparecieron con la crisis industrial.
En
el sur de Europa (Italia, Catalunya y Provence) se llamaron beguinos a los espirituales franciscanos
y a los fratricelos cuando se les
condenó en 1317. Eran místicos visionarios influidos por Joaquín de Fiore.
Enseñaban que la Iglesia romana (carnal y pecadora) ya había dado paso a la
Iglesia del Espíritu Santo. Llevaban hábito gris (lana no teñida) como san
Francisco por lo que los franciscanos cambiaron al color marrón: no por
infidelidad, sino por prudencia, para que la gente supiera quién era quién.
Los fratricelos, aprobados en 1294 por
el papa Celestino V, estaban separados de los franciscanos, siendo un grupo
exiliado a Armenia (1290). Al morir san Francisco, ya había dos tendencias: rigoristas y
mitigados
llamados "La Comunidad", más numerosos. En el Concilio II Lyon (1274)
corrió el rumor de que el papa Gregorio X (1271-1276) pensaba concederles el tener
alguna cosa en común. Los rigoristas se enfadaron y fueron exiliados a
Armenia y despojados de sus hábitos; se convirtieron en visionarios,
pseudo-profetas que anunciaban la destrucción de la gran Babilonia y el triunfo
del monaquismo sobre el sacerdocio. El papa Bonifacio VIII (1294-1303) los
disolvió en 1295 aunque coletearon hasta 1466 y relacionados con el quietismo.
Inocencio
XI
(1676-89), beato, al principio apreció a Miguel de Molinos, director espiritual
inventor del “quietismo”, mística que niega la ascética. Afirmaba que incluso
las apariencias del pecado del cuerpo no pueden dañar el alma. Le costó al Papa
admitir los errores “molineros” pero una vez convencido, arremetió sin
consideración contra todos ellos, incluido un cardenal al que había elevado a
tal rango sólo por ser “molinero”.
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Lucia Filippini |
Lucia
Filippini (†1732
con 60 años), clarisa fundadora de las
Maestras Pías “filipinas”, salió indemne de la acusación de quietismo
que afectaba a los Píos Operarios que habían metido mano en la fundación y le
salpicó. Fue canonizada en 1930 y citada por Benedicto XVI en Viterbo (090906)
pues fue amiga y compañera de Rosa Venerini que dejó la fundación para ir a
Viterbo.
Otra
secta fue la de los frailes “apostólicos”, extravagantes y radicales ya
detectadas en el “Panarion” de san Epifanio (†403 con 88 años), obispo de Salamina, padre de la Iglesia.
Eran más o menos dependientes de los encratitas, surgidos a mitad del
siglo II. Dieron cuenta de ellos san Agustín, obispo de Hipona (†430 con 76 años) y san Juan Damasceno, (†749 con 103
años), monje del monasterio de san Sabas, cerca de Jerusalén. De nuevo en 1114
se descubrieron en Soissons, llegados de Oriente a Francia por Italia. Era una
sociedad secreta que no admitía la Encarnación, ni los sacramentos, también
condenaba el matrimonio mientras se entregaban a prácticas inmorales,
gloriándose de llevar la vida de los primeros apóstoles. Quizá a los templarios se les calumnió
atribuyéndoles falsamente la realidad de esta secta. En Colonia (1143) también
se detectó otra secta parecida, una sociedad secreta denunciada por san
Bernardo en los sermones 65 y 66 sobre el Cantar de los Cantares.
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