divendres, 1 de març del 2019

PROMOCIÓN DE LA MUJER EN LA IGLESIA

No menos que en la vida civil

 

Cada 1 de marzo el santoral recuerda a Eudoxia (98-117), samaritana de Heliópolis, convertida por el monje Germán quien, como no quería dirigir mujeres jóvenes, la remitió al anciano obispo Teodoro que la instruyó, la bautizó y dirigió su alma. Germán actuó al revés que Jesús que rompió esquemas.

Jesús acogió a un puñado de mujeres que, junto con los varones, perpetuarían su obra redentora llevando el Evangelio hasta los confines de la tierra. Así se empezó en Jerusalén donde Magdalena será la líder del puñado de mujeres que seguían a Jesús y sería un buen apoyo económico del grupo. La arqueología actual y los avances en estudios bíblicos confirman que no fue prostituta sino una mujer influyente y conocida. Jesús resucitado le da el encargo de anunciarlo a los apóstoles y demás discípulos que están en Jerusalén. Apostolorum apostola (apóstol de apóstoles) la llama Tomás de Aquino e “isapóstolos” (igual que un apóstol) en Oriente. Rábano Mauro, monje abad de Fulda del s VIII-IX, también opinaba que Jesús la nombró apóstol y ejerció esa tarea.

Juan Pablo II escribía en la Carta apostólica sobre la mujer (Dignitatem mulieris, 15-VIII-1988) que “La dignidad de la mujer y su vocación, objeto constante de la reflexión humana y cristiana, ha asumido en estos últimos años una importancia muy particular. «Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora». Las palabras de este Mensaje resumen lo que ya se había expresado en el Concilio Vaticano II.

Similares tomas de posición –se sigue leyendo al Papa Wojtyla- habían manifestado Pío XII y Juan XXIII. Después del Concilio, Pablo VI expresó también el alcance de este «signo de los tiempos»; decía: «En el cristianismo, más que en cualquier otra religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad (...; es evidente que la mujer está llamada a formar parte de la estructura viva y operante del Cristianismo de un modo tan prominente que acaso no se hayan todavía puesto en evidencia todas sus virtualidades».

La fe cristiana en Europa empezó con una madre de familia, Lidia, vendedora de vestidos teñidos de púrpura; primera vocación cristiana en Europa (s I). En su casa acomodó a Pablo, a Silas y a los otros que le acompañaban obligándoles por santa hospitalidad (Act 16,15). Los sábados se juntaba con otras mujeres judías en el campo, junto al río hoy llamado Marytza, no en la sinagoga y sin cura párroco que las sermonease (ni falta les hacía).

En la historia de Israel en el Antiguo Testamento hay bastantes mujeres que tienen también misión divina pues no es exclusiva y excluyente de los varones. Así Sara, Rebeca, Débora, Raquel, Rut, etc.

En el Nuevo Testamento, o sea después de Cristo, no han faltado mujeres en la historia de la Iglesia, movidas por el Espíritu Santo, pero siempre eran verso suelto y nunca lo normal de la institución.

Siete mujeres con Irenarco y con Acacio (sacerdote), fueron mártires en Sebaste de Armenia con Diocleciano (s IV). La heroicidad de las mujeres conmovió a Irenarco (el verdugo) que pudo soportar la misma suerte.
            Jerónimo (†420 con 72 años) pidió el bautismo viviendo en Roma 4 años (382-386) y allí dirigió el Cenáculo del Aventino donde había mujeres como Marcela, Paula y su hija Eustaquia y otras que se iniciaban en el estudio de la Biblia.
            Eric IX Jedvarson, rey sueco  llamado “el santo”, patrono de Suecia, sacó a la mujer sueca de la esclavitud en que vivía hasta entonces. Murió mártir en 1160 con 40 años,
            Hildegarda von Bingen (†1179 con 81 años), llamada “la profetisa de Alemania” y declarada Doctora de la Iglesia en 2012, fue glosada por Benedicto XVI en dos catequesis agradeciendo el papel precioso de las mujeres en la Iglesia y citó a Juan Pablo II en Dignitatem mulieris para subrayar la importancia del genio femenino (Aud Gral 100901 y 08).
            Clara de Asís (†1253 con 60 años) con su hermana Inés fundó las “damas pobres de san Damián” (clarisas), segunda Orden franciscana (la femenina). Benedicto XVI destacó de ella el decisivo impulso de las mujeres para la renovación de la Iglesia con mujeres valientes y ricas en fe como Clara. Y recordó que fue la 1ª mujer que redactaba una Regla (Aud Gral 100915).
            Teresa de Jesús (†1582 con 67 años) fue nombrada por Pablo VI Doctora de la Iglesia siendo la primera mujer a la que se le concedía ese título eclesiástico.
            Juan Leonardi (†1609 con 68 años) fue un sacerdote fundador de varias instituciones, entre ellas las “Monjas de los ángeles” que abandonó para no liarse en asuntos donde mandan las mujeres.
            Juana Fca de Chantal (†1641 con 69 años) fue co-fundadora de la Orden de la Visitación (las salesas) en una época en la que no se concebía una comunidad de mujeres trabajando fuera del claustro.
           Luisa de Marillac (†1660 con 71 años) inició su fundación, las Hijas de la Caridad o las Hermanas Vicentinas, como algo distinto al convento; un grupo de mujeres “normales” dedicadas al apostolado para con los enfermos y los pobres, pero once años después tuvieron que emitir los votos y vestirse de monjas. Era la primera incorporación organizada de la mujer al servicio de la sociedad.
            Mª Magdalena Postel (†1846 con 81 años) quería recristianizar Francia formando a las mujeres y para ello fundó las HH de las Escuelas Cristianas de la Merced.
            Soledad Torres Acosta (†1887 con 61 años) fundó las Siervas de María y Pablo VI en 1970 dijo de ella “se inserta en ese grupo de mujeres santas e intrépidas que en el siglo pasado hicieron brotar en la Iglesia ríos de santidad y laboriosidad”.
            Paula de san José de Calasanz Montal Fornés (†1889 con 90 años) fundó las Escuelas Pías femeninas (las escolapias) para la promoción de la mujer y que fuera realidad la civilización del amor. 
Francisco Coll i Guitart (†1875 con 63 años) dominico que fundó las HH Dominicas de la Anunciación de la Beata Virgen María dedicadas a la enseñanza y a la promoción de la mujer. 
Faustino Míguez González (†1925 con 94 años) fue un escolapio que fundó el Instituto calasancio de las Hijas de la Divina Pastora para dar a la mujer el papel que le corresponde en la sociedad y en la Iglesia. 

En el funeral de Chiara Lubick (†2008 con 88 años), en la Basílica de San Pablo Extramuros, Benedicto XVI trazó un perfil de la fundadora del Opus Mariae y dijo: «Sobre todo quisiera dar gracias a Dios por el servicio que Chiara ha ofrecido a la Iglesia».
Bonifacia Rodríguez de Castro (†1905 con 68 años), es la fundadora de las Siervas de San José, para la promoción social y cristiana de las mujeres obreras. 
Cándida María de Jesús (†1912 con 67 años), fundó las Hijas de Jesús (jesuitinas) para ofrecer educación cristiana y la promoción de la mujer. 
Pedro Poveda Castroverde (†1936 con 62 años) fundó las “teresianas” con una propuesta pedagógica novedosa pues quiso la participación de los laicos, de modo especial la mujer.
            María del Sagrario de san Luis Gonzaga (†1936 con 55 años), Elvira Moragas Cantarero en el mundo, toledana, una de las primeras mujeres licenciadas universitarias. Cursó Farmacia pero luego con 34 años ingresó como carmelita. 
Nazaria Ignacia March Mesa (1943 con 54 años) fundó las Misioneras Cruzadas de la Iglesia dedicadas a la promoción de la dignidad y derechos de las mujeres pobres y a la educación. Es la primera santa boliviana canonizada en 2018.
Sotero (†175) fue el Papa que prohibió a las mujeres tocar los corporales y echar incienso.
            En 2011 sor Rita Piccione, presidenta de la federación de monasterios agustinos de Italia, fue la 3ª mujer a la que un Papa le encargara el texto del Via crucis rezado en el Coliseum romano. En 1993 fue la benedictina Anna Mª Canopi y en 1995 fue la hermana Moinke de Vries de la comunidad suiza protestante de Grandchamp.

Arreglar algunos defectos fosilizados no se consigue en dos días pero llegará un momento en que las mujeres no se podrán quejar de que en la Iglesia solamente se hable de ellas (los varones) y no se les deje hablar a ellas, opinar y dar su voto en las decisiones que convenga darse.

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