Revisión fiel y creativa de los
estudios eclesiásticos

En la oración colecta de la Eucaristía de hoy, domingo 1º de
Cuaresma, se le pide a “Dios
todopoderoso, que las prácticas anuales propias de la Cuaresma nos ayuden a
progresar en el conocimiento de Cristo y a llevar una vida más cristiana”.
El conocerle es con la cabeza y el corazón y no caer en el voluntarismo o los
planteamientos viscerales.
Unos días
antes, el 5, el santoral trae a san Juan José de la Cruz, (†1734 con 80 años) fraile alcantarino reformador que empleó
treinta años en difundir en Italia la reforma que san Pedro de Alcántara había
establecido en España. Corría el «siglo de las luces», del racionalismo y él se
desmayaba en éxtasis; leía en los corazones y anunciaba el porvenir … ¡se
exasperaban los racionalistas! En una ocasión un intelectual se lanzó a
criticar delante de él a la Providencia divina y le contestó mostrándole la
cabeza: «He medido el hueso que tenemos
desde aquí hasta el cuello, sobre los hombros. Mide alrededor de cuatro
pulgadas de alto por tres de largo. ¿Y usted, querido amigo, quiere hacer
entrar el infinito en un hueso tan pequeño?».
Para saber estar en el momento y circunstancias en
que a cada cristiano le toca vivir, el papa Francisco actualiza las
disposiciones vigentes de los estudios teológicos con la Const ap “La alegría de la
verdad” (Veritatis gaudium, VG) del 8-XII-2017, dedicada a las universidades y
facultades eclesiásticas.
En el proemio del documento
parece estar lo esencial del tema y empieza diciendo que “El Pueblo de Dios peregrina a lo largo de los senderos de la historia,
acompañado con sinceridad y solidaridad de los hombres y mujeres de todos los
pueblos y de todas las culturas, para iluminar con la luz del Evangelio el
camino de la humanidad hacia la nueva civilización del amor” (VG, 1).
“(…) El
vasto y multiforme sistema de los estudios eclesiásticos (…) está unido
estrechamente a la misión evangelizadora de la Iglesia y, más aún, brota de su
misma identidad (…) El Concilio
Vaticano II, promoviendo con vigor y profecía la renovación de la vida de la
Iglesia, en vistas de una misión más incisiva en esta nueva época de la
historia, haya recomendado en el Decreto Optatam totius una revisión fiel y creativa de los estudios
eclesiásticos (cf. nn.
13-22)”.
“Buscar superar este divorcio entre teología y pastoral, entre fe y
vida, ha sido precisamente uno de los principales aportes del Concilio Vaticano
II. Me animo a decir que ha revolucionado en cierta medida el estatuto de la
teología, la manera de hacer y del pensar creyente” (VG, 2)

“(…) quiero recordar (…) la unidad del saber en la
diversidad y en el respeto de sus expresiones múltiples, conexas y
convergentes, es lo que califica la propuesta académica, formativa y de
investigación del sistema de los estudios eclesiásticos, ya sea en cuanto al
contenido como en el método”.
“(…) la
catolicidad (…) fermento de unidad en la diversidad y de comunión en la
libertad, exige para sí misma y propicia «esa polaridad tensional entre lo
particular y lo universal, entre lo uno y lo múltiple, entre lo simple y lo
complejo. Aniquilar esta tensión va contra la vida del Espíritu”
Estos consejos y propuestas no
son revolucionarias pues a lo largo de los siglos no han faltado santos,
instrumentos de Dios, para que las cosas fueran “como Dios quiere”. Lástima que
no hubo santas en ello.
Gregorio “el taumaturgo” (†268 con 55 años) vivió en Cesarea de Palestina
donde conoció a Orígenes y estudió en su escuela de teología que le sirvió para
conocer al Dios verdadero y se hizo bautizar.
Anselmo (†1109 con 76 años), benedictino,
obispo de Cantorbery, fue un pensador
original e independiente, ejemplo de armonía entre la fe y la razón aunque
santo Tomás de Aquino no estaba de acuerdo con el argumento que tenía para demostrar
la existencia de Dios. Benedicto XVI lo glosó recordando que el santo decía:
"no busco entender para creer, sino
que creo para entender" (Aud Gral 090923).
Julián (†1208 con 80 años), fue el segundo obispo de Cuenca y con 24 años ya era profesor de filosofía y
teología en una Academia que el obispo convirtió en Estudio y el Papa en
Universidad con los privilegios de la de París.
Antonio de Padua (†1231 con 36 años), franciscano glosado por Benedicto XVI que recordó
que, ante el ambiente renacentista de entonces, predicaba para eliminar la
falta de sensibilidad de los cristianos para con los pobres (Aud Gral
10-02-2010).
Buenaventura (†1274 con 57 años), franciscano, obispo de Albano y cardenal, maestro de Teología en la
revuelta y efervescente París junto a su amigo Tomás de Aquino, es llamado
“doctor seraphicus” pues en él la filosofía, la teología y la mística se
encuentran fundidas en su natural armonía.
Tomás de Aquino (†1274 con 49 años), dominico de quien Benedicto XVI dijo que
"con sabiduría futurista logró
instaurar una relación fructífera con el pensamiento árabe y hebreo de su
tiempo (…) supo presentar aquella admirable síntesis cristiana entre razón y fe"
(ángelus 28-I-2007).
Pedro
Tomás (†1366 con 61 años)
carmelita, obispo de Patri y de Lipari en Sicilia, nuncio en Hungría, patriarca
de Constantinopla, fue cofundador
de la facultad de Teología en la Universidad de Bolonia.
Gregorio Palamás (†1359), tras 20 años de monje en el monte
Athos, fue designado obispo de Tesalónica. De fascinante personalidad, dominó
la teología del siglo XIV e hizo renacer el hesiacasmo,
la vía ascética del silencio y la participación en la energía no creada de la
luz divina, la que vieron los apóstoles en la Transfiguración.
Roberto Belarmino (†1621 con 79 años), jesuita, cardenal, obispo de Capua, sobrino
del Papa Marcelo II, templado, conciliador, libre y profundo, teólogo
particular del Papa que en su día escribió al secretario del tribunal
eclesiástico que juzgaba al científico Galileo, advirtiendo tres cosas:
primero, que estaban entrometiéndose en un campo (la Ciencia) que no era el
suyo propio; segundo, que las teorías de Galileo eran sólo hipótesis pues no
las podía demostrar; en tercer lugar, que si tuviese razón en sus
planteamientos científicos, la solución sería replantear algunas cosas
teológicas en la interpretación de la Biblia, pero no condenar la Ciencia.
Józef Bilczewski (†1923 con 63 años), obispo de Lvov
(Polonia), canonizado por Benedicto XVI en 2005; se dedicó a impulsar la
dimensión social de la fe.

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