dijous, 31 de gener del 2019

MIRANDO A LA “CANDELARIA”

La vida consagrada


Cada día 2 de febrero, además de ser la “Candelaria”, la fiesta de la presentación del Niño Jesús, a los 40 días de haber nacido, y de paso la purificación legal de la madre, en la Iglesia se celebra la anual Jornada mundial pontificia de la vida consagrada para, sobre todo, que todos los creyentes practicantes recen por l@s religios@s. Se habla mucho de ell@s con datos estadísticos que quizá no son muy acertados: que si son much@s o que si están desapareciendo.

No dudo en absoluto de la importancia y necesidad de estos hombres y mujeres que dejando sus tareas en este mundo de Dios, se encierran en monasterios o conventos para servir al Dios de este mundo. Pero desde el Concilio Vaticano II, se recupera la llamada universal a la santidad, olvidada durante muchos siglos, tal como enseña Jesús y recogen los evangelios. El reduccionismo de los siglos pasados negaba que l@s laic@s o seglares (l@s no religios@s) pudieran ser sant@s; no se atrevían a afirmar que no podían salvarse. Era un error que el Espíritu Santo ha querido ahora borrar de la Iglesia, si le dejamos, claro.

Como recuperaban los padres conciliares la llamada universal a la santidad –como Dios quiere- muchas veces Juan Pablo II lo estuvo recordando a su estilo que explicaba que la santidad y la misión apostólica de la Iglesia no es cosa de un@s poc@s sino de tod@ bautizad@. Lo mismo siguió recordando Benedicto XVI y ahora lo hace Francisco.

La vida religiosa es la de quienes imitan a Cristo en los dos últimos años y medio (aprox) de su vida, cuando dejó el taller de Nazaret para ir a corretear por toda Palestina predicando, curando enfermos, etc. Jesús no había estado perdiendo el tiempo en los anteriores treinta y pico años en Nazaret, y por eso son buen@s cristian@s quienes, como él, se pasan la vida trabajando en una profesión, atendiendo los deberes familiares y los sociales.

Además el 2 de febrero también es el aniversario del Decreto “Provida Mater Ecclesia” de Pío XII en 1947 por el que legalizaba la existencia de los llamados Institutos seculares (IS) que para entonces era una audacia revolucionaria más de Pío XII porque no era lo de siempre. Toda mujer creyente y practicante que quisiera cumplir sus compromisos bautismales o sea reconocer que por mandato de Jesús tiene que ser apostólica o evangelizadora, hay que ir al mundo entero a enseñar el Evangelio (no ha hacer turismo) se venía exigiendo durante siglos que se hiciera monja, o sea que se pusiera un hábito distintivo, que hiciera unos votos, que se encerrara en un convento y desapareciera del mundanal mundo.

Pero el Espíritu Santo, a través del Concilio Vaticano II, decretó la reforma de la Iglesia, o sea de sus personas, de sus instituciones, de sus planes y proyectos, todo simplemente humano y por tanto, mejorable, perfeccionable y esperando los cambios necesarios para esa verdadera mejora. Dicen los clásicos que “Ecclesia semper reformanda”.

La idea conciliar de reformar la Iglesia se tradujo en pedir que cada bautizad@ y cada institución se reformara para limpiar el polvo del camino, para recuperar con todo su brillo el carisma propio que les concedió el Espíritu Santo. Pero además el Espíritu venía proponiendo ya antes del Concilio abrir nuevos cauces jurídicos para la tarea evangelizadora y apostólica de l@s bautizad@s que no se les tiene que “hacer pasar por el tubo” jurídico exigiéndoles pasar al estado religioso (monjes, frailes, monjas,…), dejar de ser seglares o laicos que quiere decir dejar de estar en el siglo, o sea abandonar el mundo, incluso se han de cambiar el nombre de pila que le pusieron sus padres al nacer. Y si no pueden exactamente ser religios@s, se les hace imitarl@s metiéndol@s jurídicamente en las llamadas “terceras órdenes” que se tienen para l@s laic@s. Y quien tampoco pueda con eso, que juegue a ser religios@, que viva como si lo fuera usando por supuesto signos distintivos que demuestren que no son personas normales.

Un ejemplo claro de ello fue los que le ocurrió a Ángela de Mérici (†1540 con 66 años) quien, después de 20 años trabajando como sirvienta, fundaba las Ursulinas, la primera institución femenina dedicada a la enseñanza, que revolucionaba lo que se hacía siempre y se dedicaba a la enseñanza de niñas pobres. Todavía entonces la educación era sólo para los hombres de familias distinguidas y que se preparaban para la milicia o la diplomacia. Ángela anticipó un nuevo modo de vida en la Iglesia: una Comunidad de mujeres seglares, sin votos ni hábito; vírgenes en el mundo aunque san Carlos Borromeo, muy amigo de la uniformidad, les “aconsejó” después que adoptaran las normas conventuales. Acabó teniendo que ser terciaria que era la modalidad jurídica medieval de vivir y vestir como si fueran religios@s sin serlo.

Catalina Volpicelli (†1894 con 55 años), canonizada en 2009, napolitana fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón que son mujeres en Indonesia, Italia, Brasil y Panamá. Caterina no quiso que las hermanas de su comunidad vistieran hábito: "porque vuestro signo visible debe ser el testimonio de vida. Debéis adaptar el hábito a los tiempos y los lugares". Al fallecer (18 diciembre), León XIII dijo: “Ha muerto una santa, una santa”.


Encuentro mundial en 2011 de los IS
Los Institutos seculares fue la solución jurídica que dio Pío XII para las mujeres apóstoles que por ello no necesitan ser monjas. En 2007 celebraron el 60º aniversario, cuando la Conferencia mundial de IS estaba formada por 160 institutos femeninos, 7 masculinos, 15 sacerdotales y 1 mixto. La presidenta Ewa Kusz dijo que son como la levadura y la sal que no se ven pero los frutos están donde viven. Citó la carta a Diogneto (lo que el alma para el cuerpo) para definir su vocación. Estas referencias de Kusz para los IS son las propias y apropiadas de los laicos, ese 90% restante (¿?) de fieles de la Iglesia que no son “monjas” ni “curas”.

Francisco, en la homilía de la misa diaria en santa Marta, en la fiesta de san Antonio abad, el del desierto, pedía no ser cristianos “perezosos”, estacionados en la Iglesia y de paso aclaró: “cuando digo cristianos, me refiero a los laicos, a los sacerdotes, a los obispos, a todos”.


En la Jornada de 2018, la XXII, decía en la homilía de aquel 2 de febrero: Mirémonos a nosotros, queridos hermanos y hermanas consagrados. Todo comenzó gracias al encuentro con el Señor. De un encuentro y de una llamada nació el camino de la consagración. Es necesario hacer memoria de ello.

La vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente (…) «sin peros ni excusas» (…) la vida consagrada deja las riquezas (…) la vida consagrada libera el afecto de toda posesión para amar completamente a Dios y a los demás (…) la vida consagrada elige la obediencia humilde como la libertad más grande.

En la Jornada de 2014 había dicho que A la luz de esta escena evangélica miremos a la vida consagrada como un encuentro con Cristo: es Él quien viene a nosotros, traído por María y José, y somos nosotros quienes vamos hacia Él, conducidos por el Espíritu Santo (…) Él nos atrae al Templo, a la Iglesia, donde podemos encontrarle, reconocerle, acogerle y abrazarle. Jesús viene a nuestro encuentro en la Iglesia a través del carisma fundacional de un Instituto.

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