dijous, 18 d’octubre del 2018

ES HUMANO REZAR

Rezar igual que el comer o el respirar.


Cada 18 de octubre se conmemora a Lucas, evangelista, muy helenizado, no judío sino gentil de Antioquía, que escribió su evangelio para los cristianos griegos, sin hacer referencias a la ley mosaica que desconocían sus lectores no judíos. El cristianismo es universal y no enjaulado en el judaísmo, apresado por la ley mosaica.

Cada 19 la memoria litúrgica es para Juan de Brebeuf, Isaac Jogues y compañeros, jesuitas franceses, mártires canadienses (†1642-49) que llevaron el Evangelio a aquellas tierras del “nuevo mundo” porque el mensaje cristiano es universal. Evangelizaron a los indígenas de las tribus belicosas de hurones, iroqueses y algonquinos; y por enfrentarse con la superstición, la violencia y el canibalismo, fueron víctimas de la crueldad y rivalidad entre esas tribus irreconciliables.

Cada penúltimo domingo de octubre se celebra el Domund, la Jornada por la evangelización de los pueblos. Fue un invento de Paulina Jaricot (†1862 con 63 años) y se le ocurrió un día al llegar cansada a su casa; se fue a la cocina para charlar con la sirvienta a la que pidió le contara algo ameno a cambio de ayudarla a terminar lo que estaba haciendo. Paulina de joven se divertía siendo coquetona; un día en una fiesta resbaló con sus tacones altos en una escalera y del golpe se quedó muda y con traumatismo craneal grave. Su madre rezó y pidió a Dios que se la llevara a ella y dejara a su hija. Dios la escuchó y una vez sanada, con un grupo de 10 amigas recogía dinero para enviar a las misiones. Su hermano sacerdote cogió la idea y la difundió entre sus amigos párrocos. En 1882 León XIII extendió al mundo entero la jornada anual del Domund.

La experiencia histórica enseña que los hombres de buena voluntad, de todos los tiempos, de todas las razas, de todas las culturas, han debido rezar, cada uno a su manera, pues es una actividad humana necesaria e imprescindible como el respirar, el comer y el dormir. No todos comen lo mismo ni todos duermen las mismas horas ni siquiera a lo largo de su vida, etc.

Hinduistas
En el Oriente antiguo y lejano, las religiones aparecieron como lógico desarrollo de las “primitivas” pero por razones externas, organizativas y cultuales por la acusada influencia de la evolución socio-política que hace que la religión tienda a hacerse nacional. Así el hinduismo, brahmanismo, sintoísmo, taoísmo y confucionismo.

Las religiones de la cuenca mesopotámica, de los sumerios y asirio-babilonios, tenían cierta uniformidad en el matiz imperialista de su concepción: los dioses eran tenidos por grandes reyes y señores ante los cuales los hombres son vasallos o esclavos. Esta concepción facilita el desarrollo del culto y de los grandes templos. La oración se hacía sobre todo oficial, externa y organizada, pasando a un segundo plano en la vida del creyente y como complemento del sacrificio. Era presidida por un sacerdote y el pueblo asistente quedaba relegado a mero espectador que solo decía “amén”, lleno de reverencia y temor.

Peruanos
A través de documentos arqueológicos puede asegurarse la elevada religiosidad de los antiguos egipcios en los que aparecen profundos sentimientos de arrepentimiento, de temor y de amor a la divinidad. Encontramos incluso una dimensión mística de la oración personal, la contemplativa en silencio, que convive con los ritos oficiales se encuentren entremezcladas la religión y la magia.

La documentación histórica permite conocer hoy la religión de los hititas, que formaron un Imperio antes de la invasión de los frigios y de otros pueblos. Su religión parece una síntesis de las precedentes creencias y cultos de los aborígenes, y sus dioses recuerdan a los grandes señores de la cuenca mesopotámica, pero con un panteón más reducido. El sentido del pecado y de la culpabilidad personal y colectiva arrancaba preces penitenciales de elevado nivel religioso.

En la costa oriental mediterránea, los diversos reinos cananeos pre-hebreos y los antiguos fenicios, desarrollaron una religión típicamente agrícola. La Arqueología ha descubierto innumerables monumentos y documentos que enseñan que esas religiones se centraban en el misterio de la fertilidad y de los ciclos agrícolas, siendo fundamental el sacrificio de animales, vegetales y hasta de niños. El diario contacto con los hebreos después de conquistar Canaán, hace verosímil el influjo literario de algunas de esas plegarias cananeas en los salmos de la Biblia.

La mayoría de los pueblos “primitivos” eran monoteístas y muchos eran aparentemente politeístas ya que concebían un solo Dios Supremo y verdadero.

Monjes budistas
Mazdeísmo, judaísmo e islamismo son en sentido estricto las religiones monoteístas pues adoran al Dios único, ser personal, creador de lo visible e invisible, todopoderoso, providente, infinitamente sabio y bueno que premia y castiga a sus criaturas inteligentes, según una justicia y misericordia incontestables. La oración en estas religiones monoteístas brota necesariamente con el culto  salvo en el Islam que es muy reducido.

En el mazdeísmo, el Dios del cielo y de la tierra (Ahura-Mazda) se revela por su profeta y sacerdote Zoroastro cuyos cantos y sermones (gatha) se recogen, como en un ritual, en la Yasua, que forma parte del Avesta. Son oraciones de gran elevación y finura religiosa en las que se pide por necesidades diversas y se suplica por los bienes religiosos, morales, por el bien del prójimo y del mundo, por los moribundos y por los difuntos.

Las autoridades religiosas del pueblo judío no aceptaron a Jesús como el Mesías e Hijo de Dios y veían que se hacía igual a Dios, lo cual fue la causa de que los dirigentes de Israel le crucificaran ya que para ellos era una blasfemia merecedora de tal suerte ya que dos no pueden ser Dios.

Tras la destrucción del Templo de Jerusalén y el destierro a Babilonia provocado por Nabucodonosor a finales del siglo VI aC, apareció la sinagoga como centro para el culto y para la plegaria judaica. La oración judía es muy reglamentada tanto en horas como en fiestas y en contenido. El Talmud aconseja la concentración mental (kawwán) y, en general, la piedad israelita es libre de componer para la devoción privada. Los hebreos españoles del medievo compusieron las bellísimas piyutím o poesías religiosas.

En cambio, el Islam es de las pocas religiones que no tienen sacrificio ritual, por lo que carecen de sacerdocio, de altar y de templo. Las mezquitas no son templos propiamente dichos, sino lugares de reunión para orar y para oír la predicación (jutba). Para el musulmán la oración es la base esencial de su piedad islámica.

La oración propiamente dicha se llama salát y se conoce como dikr el “recuerdo”, oración brevísima o jaculatoria, para repetir el nombre de Dios (Alláh) junto con alguno de sus atributos (v. gr.: “Dios es Grande”) y que recitan pasando con la mano las cuentas de un collar, como los cristianos con el rezo del Rosario. En tiempos de Mahoma se hacía la salát tres veces al día pero posteriormente se establecieron los cinco momentos a los que los almuédanos invitan a los fieles desde lo alto de los alminares de las mezquitas.

La historia de las religiones puede hoy afirmar que la oración es una constante que se da siempre en todas las religiones, o sea, en todos los pueblos o culturas, y se ha descubierto que la dimensión religiosa del hombre es tan esencial como la intelectual o la sentimental. Sólo en ocasiones excepcionales a lo largo de la historia de la humanidad han aparecido períodos arreligiosos como el de la decadencia del Imperio romano y el de la época actual al inicio del tercer milenio. El actual ateísmo en Occidente es algo nunca visto antes.

El prior de Taizé, el hermano Alois; participante en el Sínodo de los jóvenes, manifestaba que "Muchas personas de diversas confesiones desean orar juntas".

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