¿Inventarlas o
recuperarlas?

Una de las cosas “creadas” por el
hombre es la distribución de tareas y asignación de funciones y en la Iglesia
el diaconado entre otras muchas (muchísimas) cosas.
El papa Francisco “sorprendió”
(otra vez) en la audiencia en el aula de Pablo VI con unas 900 superioras
religiosas que tenían esos días en Roma un congreso para hablar de sus cosas.
Ante la sugerencia de alguna, Borgoglio dijo que le parecía “de cajón” pensar
en el trato que se viene dando a las mujeres en la Iglesia y que le gustaba la
sugerencia de nombrar una Comisión que estudie el tema, centrándose (por ahora)
en recuperar las diaconisas como hubo en la Iglesia primitiva durante unos
cuantos siglos después del tiempo de los apóstoles.
Ya colgué un post en marzo de
2010 sobre “la mujer en la Iglesia” pues era de actualidad ya entonces y el
papa Wojtyla escribió la Carta apostólica sobre la dignidad de la mujer el 15
de agosto de 1988, Año mariano en la Iglesia para celebrar el 2000 cumpleaños
de la Madre de Dios, ya que, según la tradición, concibió a Jesús cuando
tendría unos 13 años aprox. Ahí decía el papa Wojtyla:
En
Jesucristo reconocemos
sus actitudes hacia las mujeres; es sumamente sencillo y extraordinario si se
considera el ambiente de su tiempo. Es algo universalmente admitido (…) que
Cristo fue el promotor de la verdadera dignidad de la mujer y de la vocación
correspondiente a esta dignidad. A veces esto provocaba estupor, sorpresa, incluso
llegaba hasta el límite del escándalo; «se sorprendían» los mismos discípulos
de Cristo.
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En Betania con Marta y María |
Jesús no sólo “revoluciona” el
trato con las mujeres israelitas, sin tonterías ni familiaridades libertinas,
sino también con las extranjeras como la samaritana, la sirio-fenicia, etc.
Cristo no sólo iba con los “doce”
sino que también estaban otros discípulos y las muchas mujeres que le
acompañaban (cf Lc 8,2). Un día Jesús envió a otros setenta y dos (cf Lc 10,1)
y -hasta ahora- suele pensarse que todos eran varones. Antes del domingo de
Ramos, cuando Jesús subía desde Jericó, camino de Jerusalén, dice Mateo que
tomó a parte a los “doce” (cf Mt 20,17) porque iba con otros y también con otras,
entre ellas, la madre de los hijos de Zebedeo (cf Mt 20,20).
Seguimos leyendo a san Juan Pablo
II en el mismo documento:
En Jesús
no se encuentra nada que refleje la habitual discriminación de la mujer (…) por el contrario,
sus palabras y sus obras expresan siempre el respeto y el honor debido a la
mujer (…) Junto a Cristo se descubren a sí mismas en la verdad (...) se sienten
«liberadas», reintegradas, amadas; su posición social se transforma.

Ya san Pablo da testimonio de
esta institución, citando a Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas (Rom
16,1). Las Constituciones Apostólicas (del año 380 aprox.) dicen que estaban
consagradas, que estaban por encima de las viudas y se las compara al clero (CA
8, 19-20) sin que por ello deban jurídicamente considerarse pertenecientes al
orden clerical. San Efrén ya decía que ni el diaconado masculino era un escalón
del estado clerical. Los varones diáconos seguían siendo laicos con todas las
letras. Alguien cambió las cosas. ¿Por qué no se pueden seguir cambiando con la
intención de mejorar?

Su edad de oro fue el siglo IV y
V. En tiempos del emperador Justiniano, por ejemplo en Constantinopla había 40
diaconisas junto a 100 diáconos y 60 sacerdotes.
Es evidente que el papel que Dios
tiene pensado para la mujer, también en la Iglesia, no es solamente ser
diaconisa pues hay muchas funciones eclesiales (no digo eclesiásticas) que
deben poder realizar ellas sin requerirse ser diaconisas o consagradas. Ya dijo
el Creador que “no es bueno que el hombre (varón) esté solo”.
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Con la samaritana en el pozo de Sicar |
El papa Francisco viene
recordando en varias ocasiones que la Iglesia es pueblo de Dios, la componen
tod@s l@s bautizad@s y no solo los clérigos, jerarcas o no, y es tarea de todos
sacar la Iglesia adelante, cada uno desde su sitio y con sus capacidades.
En 2008, para celebrar el XX
aniversario de la carta apostólica de Juan Pablo II sobre la dignidad de la
mujer, Benedicto XVI escribió a su vez otra en la que, entre otras cosas,
recordaba:
El tema sobre el que estáis reflexionando es de gran
actualidad: desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, el movimiento de
valoración de la mujer en los diversos ámbitos de la vida social ha suscitado
innumerables reflexiones y debates.
(…) Ciertamente,
se necesita una renovada investigación antropológica que, basándose en la gran
tradición cristiana, incorpore los nuevos progresos de la ciencia y el dato de
las actuales sensibilidades culturales, contribuyendo de este modo a profundizar
no sólo la identidad femenina, sino también la masculina, también ella a menudo
objeto de reflexiones parciales e ideológicas.

(…) Sólo puedo mencionar brevemente a las que se encontraron
en el camino de Jesús mismo, desde la profetisa Ana (cf. Lc 2, 36-38) hasta la samaritana (cf Jn 4, 1-39), la mujer siro-fenicia (cf. Mc 7, 24-30), la hemorroísa (cf. Mt 9,
20-22) y la pecadora perdonada (cf. Lc 7,
36-50). Y no hablaré de las protagonistas de algunas de sus eficaces parábolas,
por ejemplo, la mujer que hace el pan (Mt 13,
33), la que pierde la dracma (Lc 15,
8-10) o la viuda que importuna al juez (Lc 18,
1-8). Para nuestra reflexión son más significativas las mujeres que
desempeñaron un papel activo en el marco de la misión de Jesús.
(…) Además, encontramos a varias mujeres que de diferentes
maneras giraron en torno a la figura de Jesús con funciones de responsabilidad.

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