Cosas entre cristianos e
islamistas

Después del Sínodo de Obispos sobre África (octubre 2009), Juan
Pablo II escribió la Exh. Ap. “Ecclesia in Africa” que destinaba “a los Pastores y a los fieles laicos, y
también a los hermanos de las demás Confesiones cristianas, así como a cuantos
profesan las grandes religiones monoteístas” como los del Islam. Y recuerda
que «El compromiso del diálogo debe
abarcar también a los musulmanes de buena voluntad. Los cristianos no pueden
olvidar que muchos musulmanes tratan de imitar la fe de Abraham y vivir las
exigencias del Decálogo» (EinA, 66).
Una década antes ya lo había recordado también en la Exh. Ap.
postsinodal “Ecclesia in America” (enero 1999): “Respecto a las
religiones no cristianas, la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en
ellas hay de verdadero y santo. La diferencia de religión nunca debe ser causa
de violencia o de guerra; al contrario, trabajar juntas por la paz y la
justicia. Los musulmanes, como los cristianos y los judíos, llaman a Abraham,
padre suyo. Las tres trabajan juntas por el bien común”.

Esto del diálogo es la novedad novedosa que el Espíritu infundió a
la Iglesia mediante el Concilio Vaticano II. Hasta la mitad del siglo XX las
cosas –salvo honrosas excepciones- se hacían de manera nada correcta y sin olor
a Evangelio.
De vez en cuando algún@ ha sentido el atractivo de lo bueno que
tienen los islamistas pues fueron los más sabios, los más ricos y los más
poderosos en algunos siglos de la historia. Inventaron las universidades,
aportaron a Occidente la sabiduría griega, fueron unos avanzados en Medicina,
etc.

El trato mutuo de los unos (cristianos) con los otros (islamistas)
no ha sido siempre correcto y a pesar de las dificultades, no han faltado
héroes cristianos entre esas gentes.

En cambio, san Juan
Damasceno (+749 con 103 años),
nacido en Damasco, hijo de padres cristianos, decía que el Islam es una herejía
cristiana. Se hizo monje del monasterio de san Sabas, cerca de Jerusalén,
dejando su trabajo de recaudador de impuestos de los cristianos para las arcas
del califa de Damasco. Es para Oriente lo que Tomás de Aquino para Occidente.
Y otro contraejemplo es san Beato,
abad en Liébana (+800 con 70 años) que se enfrentó al adopcionista Elipando,
arzobispo de Toledo, que lo era por ser pastoralmente más correcto en el
diálogo con el Islam.
La Transfiguración de
Jesús en el monte Tabor es una fiesta litúrgica vivida en el
Oriente cristiano desde el s XI dedicada al Salvador pero (lamentablemente) pasa
a celebrarse la victoria sobre los islamistas turcos otomanos en la batalla de
Belgrado en 1456. Al año siguiente el papa Calixto III en 1457 la decretó para
Occidente. Después pasó al rito siriaco, bizantino y copto.

La beata desde 1975 María
Teresa Ledóchowska (+1922 con 59
años), era una laica, hermana de sta Úrsula, la fundadora de las Ursulinas del
Corazón de Jesús Agonizante. Interesada por las misiones, comenzó la redacción
de la revista "Eco de África", creó el Sodalicio de san Pedro Claver
para liberar del estigma de la esclavitud a quien lo necesitase e implicó a ricos y pobres,
librepensadores y creyentes, autoridades eclesiásticas y civiles. Se la conoce
como “madre de África”.
San Daniel Comboni (+1881 con 50 años) fue el primer obispo de
África Central, de talante misionero original y en 1872 fundó una colonia
antiesclavista y su primera misión en África “para regenerar África a través
de África” con lo que serán luego los combonianos y las combonianas. Murió
en Jartum (Sudán) donde empezó su obra que no ha muerto. Canonizado por Juan
Pablo II en 2003.

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