¿La salvación es para
todos
o solo para algunos?

La dimensión salvadora de Jesús de Nazaret es, ha sido y
seguirá siendo, tema que rebota por el “coco” porque es (una vez más)
meterse en el misterio del Dios único, infinito, que no cabe en nuestra cabeza.
Eso les
pasaba a los discípulos que «se asombraban aún más diciéndose unos a otros: Entonces,
¿quién podrá salvarse?» (Mc
10, 26).
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Monte Tabor |
¿Solo se salvan los bautizados? En la etapa actual de la historia (de la
salvación), después de Cristo, como antes de él, tampoco puede exigirse una fe
explícita para conceder la salvación, como decían Vitoria y el Aquinate, ya que eso no podía ser exigido para los del Antiguo Testamento, o sea, en los siglos antes de Cristo desde el inicio de la humanidad sobre la Tierra.
Tan extremistas son los que creen que
nadie se salva si no está bautizado con agua, como extremista es por el otro
lado el optimismo exagerado de los “discípulos”·del teólogo Karl Rahner con sus
“cristianos anónimos”, llevada su tesis al extremo del absoluto.

Ni son todos los que están –dice la sabiduría popular-, ni están todos los
que son. Por eso la Iglesia Católica no agota la Iglesia de Cristo (¡el subsistit!)
ya que uno se incorpora a ella por el bautismo (cf Lumen gentium, 13),
pero sin olvidar el bautismo de deseo o la pertenencia espiritual y no sólo
formal a su Iglesia.
Ha provocado no poco desconcierto y discusión la actual nueva traducción de
las palabras que el sacerdote celebrante pronuncia en la consagración del vino.
En algunos países se venía diciendo “por todos los hombres” pues el “pro
multis” latino es totalidad y no parcialidad. Ahora hay que decir "por muchos", que no son todos, lo cual sugiere haber cortado a Dios la mano. ¿Ya no es todopoderoso?
La gracia salvadora evidentemente procede de Cristo, tanto la que tenían
Adán y Eva en su condición paradisíaca, antes del pecado original, como la que
recibe el hombre (varón y mujer) del AT y del NT. La Encarnación del Verbo no
es debida únicamente a la redención, necesaria por culpa del pecado llamado original, pues en el plan de la creación, Dios tenía decretado que el hombre (varón y mujer) se salvara haciendo bien las cosas de este mundo terrenal. Esta idea, poco apoyada, en el 2007 la comentó Benedicto XVI en una de sus catequesis de los miércoles glosando al beato Juan Duns Scoto (+1308 con 43 años), audaz teólogo que creía en ello.

La solución del primer
Concilio, el de Jerusalén, del año 50 de nuestra era, hay que volver a
descubrirla ya que la justificación o salvación viene por la fe en Cristo y no
por la “ley”, sea mosaica, canónica o coránica (cf Rom 2,26-27; 3,28-30; Gal
3,1-9). Esto de la justificación sigue estando de rabiosa actualidad dado que se está celebrando el 500 aniversario de la Reforma que propuso Lutero y cuyo eje central es esta realidad de Dios para con el hombre.
Como en el Concilio de Jerusalén, aún estamos discutiendo lo mismo: Si
Cristo es judío, ¿hay que hacerse judío para salvarse? ¿hay que circuncidar a
los gentiles y obligarles a cumplir la ley mosaica? que en versión moderna rezaría:
¿hay que ser "católicos" y "romanos" para salvarse? ¿hay que estar bautizado con
agua?
Ni Adán, ni Noé, ni Abraham, ni David, ni el “buen ladrón”, etc, etc, etc,
estaban bautizados con agua. ¿Por qué Jesús le dice a Dimas que “hoy
mismo estarás conmigo en el paraíso”?

Cabe pensar cómo serán el hinduismo y las demás religiones cuando se
cristianicen, así como meditar cuánto del cristianismo es invento humano,
legítimo pero no divino, que no está en el “pack” de Cristo y por eso es
mejorable y evolucionista hacia la perfección.
“Tocamos indirectamente –recuerda
Juan Pablo II- el misterio de la economía
divina que ha unido la salvación y la gracia con la cruz” y aceptamos
gustosamente la gran misión que los cristianos tenemos encomendada: “revelar a Cristo al mundo (…) ayudar a las
generaciones contemporáneas de nuestros hermanos y hermanas, pueblos, naciones,
estados, humanidad, países en vías de desarrollo y países de la opulencia, a
todos en definitiva, a conocer las «insondables riquezas de Cristo»” (cf Redemptor
hominis,11).
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