divendres, 3 d’agost del 2018

MIRANDO A ANA Y JOAQUÍN

Abuelos maternos de Jesús

Joaquín y Ana, padres de la Virgen María, o sea suegros de san José, son los abuelos maternos de Jesús. Sus nombres se conocen por el Protoevangelio de Santiago, y el pseudomateo, ambos apócrifos del siglo II.

A mediados del siglo VI Justiniano dedicó a santa Ana un santuario en Constantinopla y en 1382 el papa Adriano permitió sólo a los obispos ingleses celebrar su fiesta que en 1584 se hizo extensiva a la Iglesia universal. Poca prisa para esta devoción. L@s abuel@s suelen pasar “ocultos”, hacen pero no se nota mucho. Los latinos tardaron en incluir a Joaquín en su calendario, donde le correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9 de diciembre aunque fue honrado muy pronto por los griegos, que celebran su fiesta al día siguiente de la de la Natividad de María, o sea el 9 de septiembre.

El papa Julio II -el de la capilla Sixtina- puso la fiesta el 20 de marzo aunque fue suprimida unos cinco años después y luego restaurada por Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en el domingo posterior a la Asunción (15 de agosto), y fue finalmente León XIII -el Papa de la Rerum Novarum- fijó la fiesta de estos esposos pero por separado hasta la última reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II que los celebra juntos.

Dice santa Brígida (†1373 con 70 años) que, al igual que los padres del Bautista, también Joaquín y Ana eran ancianos y sin esperanza humana de tener hijos cuando les nació su hija María. Andrés Cretense (†740 con 80 años), de Damasco, monje y arzobispo de Jerusalén, fue el 1º que dijo que muy pronto llevaron a su hija al templo para consagrarla al servicio de Dios y lo repite el Ligorio (†1787 con 91 años) en “Las glorias de María”. Es una opinión muy opinable pero de lógico olor a clericalismo monjil.

Francisco, en una de sus catequesis en 2015, habló sobre la importancia que tienen los abuelos en la familia y en la sociedad. Es una etapa especial de la vida, novedosa que también tienen una misión que cumplir y una gracia especial para llevarla a cabo. Están llamados a formar un coro permanente, acompañando con su oración y testimonio.

En la Biblia y en el santoral salen muchos abuel@s ejemplares:
Rut, bisabuela de David, maobita. Ya viuda, se fue a Belén con su suegra judía Noemí.
Gamaliel, en el Talmud se le honra como “el mayor”, igual que a su abuelo Hillel.
Macrina “la grande”, viuda, abuela materna de san Basilio (†340).
Paula con san Jerónimo en Roma
Paula de Belén (†404 con 57 años), viuda romana que harta del mundanal ruido se fue a Belén a pesar de las lágrimas de su hija Rufina (una de las 4 que tuvo) y su hijo Toxocio quien se casó con la cristiana Leta, hija de un sacerdote pagano y enviaron a su hija Paula a Belén a educarse con la abuela.
Celerina era la abuela de Celerino (diácono de san Cipriano) que con Laurentino e Ignacio (tíos de Celerino) hacían una familia mártir en el África romana en 280.
Ermenilda (siglo VII), reina inglesa, madre de santa Wereburga, la cual fue abadesa, es la abuela materna de las 4 hermanas santas Sexburga, Eteldreda, Ethelburga y Vitburga.
Félix II, papa, era hijo de Félix, sacerdote y abuelo de san Gregorio Magno.
Matilde (†968 con 73 años) es la madre del Emperador Otón I el Grande que fue educada por su abuela, la abadesa Matilde de Herford.
Olga o Elena (†969). La primera cristiana de Rusia, esposa del príncipe Igor, gran duque de Kiev, es la abuela del príncipe san Vladimir que en 987 declarará el cristianismo como la religión de Estado en Rusia.

A veces aparecen algunos contra-ejemplos, de lo que debe evitarse como es el caso del abuelo de san Segismundo (+ 523), rey de Borgoña que mató a su hijo por inducción de su 2ª esposa y, arrepentido, se retiró a hacer penitencia al monasterio de Agaune. El abuelo, Teodorico el Grande, se enfadó y le retiró su favor y los francos le declararon la guerra, le hicieron prisionero y lo asesinaron; el pueblo le tuvo por mártir.
Melania “la anciana” (†410) es la abuela paterna de Melania "la joven". Por su carácter no siempre agradable, las relaciones con su encantadora nieta fueron a veces difíciles.

L@s abuel@s son un gran don por la sabiduría de sus palabras y su corazón tiene un atractivo especial para los jóvenes, que esperan encontrar en ellos un apoyo firme en su fe y en el sentido de la vida.

Juan Pablo II escribió una “Carta a los ancianos” (1-X-1999), año que la ONU declaró año de los ancianos pero está dirigida a ell@s y no a l@s abuel@s. Dice a este propósito que “el poeta latino Ovidio escribía: “En un tiempo, había una gran reverencia por la cabeza canosa”. Siglos antes, el poeta griego Focílides amonestaba: “Respeta el cabello blanco: ten con el anciano sabio la misma consideración que tienes con tu padre”.

Benedicto XVI, en abril 2008, ante la Asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la familia que trataban el tema de “los abuelos: su testimonio y su presencia en la familia”, recordó lo que dijo en el encuentro de Valencia en 2006: “son un tesoro”.

Para las buenas relaciones entre abuel@s y niet@s, es útil recordar los consejos del papa Francisco, por ejemplo el de su encíclica “verde” (Laudato si, LSi) donde escribe que “Los creyentes no podemos dejar de pedirle a Dios por el avance positivo en las discusiones actuales, de manera que las generaciones futuras no sufran las consecuencias de imprudentes retardos” (LSi 169).

“Siempre es necesario alcanzar consensos entre los distintos actores sociales, que pueden aportar diferentes perspectivas, soluciones y alternativas” (LS 183).

Hay cosas en que a l@s abuel@s les suele salir con naturalidad y por eso Francisco escribe a tod@s: “Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas (…) reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente” (LSi 211).

También agradecemos a Francisco que recuerde cosas muy elementales pero no por ello lo frecuentes que cabría esperar. En “La alegría del amor” (Amoris laetitiae, AL) escribe: “Tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica” (AL 36).

Y recuerda lo que Pablo VI dijo en su día: “Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología” (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5 enero 1964) (AL 66).

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