Abuelos maternos de
Jesús
Joaquín y Ana, padres de
la Virgen María, o sea suegros de san José, son los abuelos maternos de Jesús.
Sus nombres se conocen por el Protoevangelio
de Santiago, y el pseudomateo,
ambos apócrifos del siglo II.
A mediados del siglo VI Justiniano dedicó a santa Ana un santuario
en Constantinopla y en 1382 el papa Adriano permitió sólo a los obispos
ingleses celebrar su fiesta que en 1584 se hizo extensiva a la Iglesia
universal. Poca prisa para esta devoción. L@s abuel@s suelen pasar “ocultos”,
hacen pero no se nota mucho. Los latinos tardaron en incluir a Joaquín en su
calendario, donde le correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9
de diciembre aunque fue honrado muy pronto por los griegos, que celebran su
fiesta al día siguiente de la de la Natividad de María, o sea el 9 de
septiembre.
El papa Julio II -el de la capilla Sixtina- puso la fiesta el 20
de marzo aunque fue suprimida unos cinco años después y luego restaurada por
Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en el domingo posterior a la
Asunción (15 de agosto), y fue finalmente León XIII -el Papa de la Rerum
Novarum- fijó la fiesta de estos esposos pero por separado hasta la última
reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II que los celebra juntos.
Dice santa Brígida (†1373
con 70 años) que, al igual que los padres del
Bautista, también Joaquín y Ana eran ancianos y sin esperanza humana de tener
hijos cuando les nació su hija María. Andrés Cretense (†740 con 80 años), de
Damasco, monje y arzobispo de Jerusalén, fue el 1º que dijo que muy pronto
llevaron a su hija al templo para consagrarla al servicio de Dios y lo repite
el Ligorio (†1787 con 91 años) en “Las glorias
de María”. Es una opinión muy opinable pero de lógico olor a clericalismo
monjil.
Francisco, en una de sus catequesis en 2015, habló sobre la importancia que tienen los abuelos en la familia y
en la sociedad. Es una etapa especial de la
vida, novedosa que también tienen una misión que
cumplir y una gracia especial para llevarla a cabo. Están llamados a formar un coro
permanente, acompañando con su oración y testimonio.
En la Biblia y en el santoral salen muchos
abuel@s ejemplares:
Rut, bisabuela de David,
maobita. Ya viuda, se fue a Belén con su suegra judía Noemí.
Gamaliel, en el Talmud se le
honra como “el mayor”, igual que a su abuelo Hillel.
Macrina “la grande”, viuda, abuela materna de san Basilio (†340).
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| Paula con san Jerónimo en Roma |
Paula de Belén (†404 con 57
años), viuda romana que harta del mundanal ruido se fue a Belén a pesar de las
lágrimas de su hija Rufina (una de las 4 que tuvo) y su hijo Toxocio quien se
casó con la cristiana Leta, hija de un sacerdote pagano y enviaron a su hija
Paula a Belén a educarse con la abuela.
Celerina era la abuela de Celerino (diácono de san Cipriano) que con Laurentino e Ignacio (tíos de Celerino) hacían una familia
mártir en el África romana en 280.
Ermenilda (siglo VII), reina inglesa, madre de santa Wereburga, la cual fue
abadesa, es la abuela materna de las 4 hermanas santas Sexburga, Eteldreda,
Ethelburga y Vitburga.
Félix II, papa, era hijo de
Félix, sacerdote y abuelo de san Gregorio Magno.
Matilde (†968 con 73 años) es la madre del Emperador Otón I el Grande que
fue educada por su abuela, la abadesa Matilde de Herford.
Olga o Elena (†969). La primera cristiana de Rusia, esposa del príncipe Igor,
gran duque de Kiev, es la abuela del príncipe san Vladimir que en 987 declarará
el cristianismo como la religión de Estado en Rusia.
A veces aparecen algunos contra-ejemplos, de lo
que debe evitarse como es el caso del abuelo de san Segismundo (+ 523), rey de Borgoña que mató a su hijo por inducción de su 2ª
esposa y, arrepentido, se retiró a hacer penitencia al monasterio de Agaune. El
abuelo, Teodorico el Grande, se enfadó y le retiró su favor y los francos le
declararon la guerra, le hicieron prisionero y lo asesinaron; el pueblo le tuvo
por mártir.
Melania “la anciana” (†410) es la abuela paterna de Melania "la
joven". Por su carácter no siempre agradable, las relaciones con su
encantadora nieta fueron a veces difíciles.
L@s abuel@s son un gran don por la sabiduría de
sus palabras y su corazón tiene un
atractivo especial para los jóvenes, que esperan encontrar en ellos un apoyo
firme en su fe y en el sentido de la vida.
Juan Pablo II escribió una “Carta a los ancianos”
(1-X-1999), año que la ONU declaró año de los ancianos pero está dirigida a
ell@s y no a l@s abuel@s. Dice a este
propósito que “el poeta latino Ovidio escribía: “En un tiempo, había una
gran reverencia por la cabeza canosa”. Siglos antes, el poeta griego Focílides
amonestaba: “Respeta el cabello blanco: ten con el anciano sabio la misma
consideración que tienes con tu padre”.
Benedicto XVI, en abril 2008, ante la Asamblea plenaria del
Consejo Pontificio para la familia que trataban el tema de “los abuelos: su
testimonio y su presencia en la familia”, recordó lo que dijo en el
encuentro de Valencia en 2006: “son un tesoro”.
Para las buenas relaciones entre abuel@s y niet@s, es útil
recordar los consejos del papa Francisco, por ejemplo el de su encíclica
“verde” (Laudato si, LSi) donde escribe que “Los creyentes no podemos dejar
de pedirle a Dios por el avance positivo en las discusiones actuales, de manera
que las generaciones futuras no sufran las consecuencias de imprudentes
retardos” (LSi 169).
“Siempre es necesario alcanzar consensos entre los distintos
actores sociales, que pueden aportar diferentes perspectivas, soluciones y
alternativas” (LS 183).
Hay cosas en que a l@s abuel@s les suele salir con naturalidad y
por eso Francisco escribe a tod@s: “Es muy noble asumir el deber de cuidar
la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación
sea capaz de motivarlas (…) reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente”
(LSi 211).
También agradecemos a Francisco que recuerde
cosas muy elementales pero no por ello lo frecuentes que cabría esperar. En “La
alegría del amor” (Amoris laetitiae, AL) escribe: “Tenemos que ser humildes
y realistas, para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las
convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a
provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable
reacción de autocrítica” (AL 36).
Y recuerda lo que Pablo
VI dijo en su día: “Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de
amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe
lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e
insuperable de su sociología” (Pablo VI, Discurso
en Nazaret, 5 enero 1964) (AL 66).

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