dimecres, 29 d’agost del 2018

EL DIÁLOGO DENTRO DE LA IGLESIA

Las puertas del infierno no podrán contra ella (Mateo 16, 8).



Ante la actual potente crisis de la Iglesia por las acusaciones de la pederastia por parte de clérigos y el encubrimiento que prestaban los obispos, Francisco ha escrito una Carta al Pueblo de Dios, a todos los fieles, sean clérigos o laicos, donde recuerda que “es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios.
Es más, cada vez que hemos intentado suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida”.

El diálogo conciliador y no el acallar no es solamente con el mundo sino que también empieza a entrar en la vida interna de la Iglesia, de puertas hacia dentro. Parece que -gracias a Dios- se va superando la anterior actitud eclesiástica con la que no tenían que hablar con nadie (ya que solo ellos lo saben todo). Se estuvo durante siglos silenciando a rajatabla todo lo malo que cometían los hombres o mujeres de Iglesia, amparados en la falacia de que la Iglesia es santa. En las biografías medievales de l@s sant@s, lo normal es leer que no mamaban los viernes por mortificación, que nunca habían roto un plato y así.

El buen trigo desde el primer momento ha tenido que vivir entre la cizaña y una variante de la cizaña es la Gnosis que, siglo tras siglo sigue estando presente también dentro de la Iglesia. Dicen disfrutar del saber total, únicamente ellos, unos pocos privilegiados, son los que conocen la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Dice el papa Francisco en “Alegraos y regocijaos” (Gaudete et exúltate, GetEx) que “Los «gnósticos» (…) prefieren «un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia, una Iglesia sin pueblo»” (GetEx, 37). “El gnosticismo es una de las peores ideologías, ya que (…) considera que su propia visión de la realidad es la perfección (GetEx, 40). “Cuando alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un sano camino y es posible que sea un falso profeta, que usa la religión en beneficio propio, al servicio de sus elucubraciones psicológicas y mentales” (GetEx, 41).

Pablo VI (†1978 con 81 años), que será canonizado por Francisco en X-2018, manifestó su certeza de que “el Señor me ha llamado y me ha puesto a este servicio no tanto para que salve a la Iglesia, sino para que sufra algo por la Iglesia. Y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva. A buen entendedor, pocas. El Papa Montini recordó que el Espíritu Santo, a través del Concilio Vaticano II, había puesto en claro que la correcta conducta cristiana es la misma que la de Cristo y por eso la Iglesia tiene que vivir en diálogo con todos, con ese diálogo que, en su Encíclica programática “Ecclesiam suam”, calificó “diálogo de salvación” con tres círculos.

Este diálogo que también tiene que estar en la vida interna de la Iglesia, hizo que Juan Pablo II  replanteara -entre otros casos más- la verdad sobre el caso de fray Jerónimo Savonarola y dos compañeros dominicos más que la Inquisición ajustició en la hoguera de la plaza de la Signora de Florencia el 23 mayo 1498. Antes se les había ahorcado, previa degradación pública por parte del obispo de Vassona, Benito Pagagnoti, delegado del papa Alejandro VI para esa ocasión. Era la sentencia para unos teólogos a los que se les achacaba que "disentían del Magisterio” pero no estaba en juego ninguna verdad del depósito de la fe, sino lo político, lo coyuntural.

Savonarola había entrado en la política proponiendo una teocracia democrática para ciudad de Florencia desde la expulsión en 1493 los Médicis, logrado con el apoyo francés. Así se enemistó con los franceses y con el Papa que le prohibió predicar aunque él seguía fustigando a los Médicis desde la catedral. Para ganárselo, el Papa le ofreció el capelo cardenalicio pero Savonarola lo despreció y, por ello, centró sus críticas sobre los vicios de la corte papal. El juicio condenatorio inquisitorial resultó una farsa y a los jueces (uno era el obispo de Lleida, Francisco Remolino) les resultó difícil sentenciar. La condena se hizo al día siguiente.

Con Juan Pablo II parece superada la anterior actitud eclesial que solía silenciar los hechos negativos, notorios y públicos como la Inquisición y sólo condenaba a los demás alegando, cuando era el caso, que se habían portado peor. El espíritu cristiano se desnaturaliza con la actitud de no querer reconocer lo malo y limitarse a decir "¡y tú peor!".

La Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando el Prefecto era el cardenal Ratzinger, publicó un documento firmado por Juan Pablo II, Comunionis notio (mayo 1992), donde se expone que “la universalidad de la Iglesia, de una parte comporta la más sólida unidad, y de otra parte, una pluralidad y una diversificación que no obstaculizan la unidad sino que le confiere, en cambio, el carácter de comunión”. Tal relación entre la unidad y la diversidad no se contempla en clave de tensión dialéctica; no se trata de una unidad “a pesar de” la diversidad, ni de una diversidad “a pesar de” la unidad. Así se elimina el riesgo del empobrecimiento eclesial que representaría el concebir la unidad como uniformidad y queda claro que ni la diversidad ni la legítima autonomía de las personas son división. Ahora Francisco insiste en ello pues la unidad y la diversidad deben hacerse realidad en todos los ámbitos de la vida eclesial, el litúrgico, el teológico, el canónico, el pastoral, etc. 

San Pablo II enseñaba que el buen cristiano debe hacerse todo para todos que supone saber ajustarse a las distintas mentalidades, distintas filosofías, distintas religiones. Hay que aprender a decir a cada uno lo que puede entender para hacerse oír. No es correcto exigir a los demás obediencia ciega que lamentablemente se ha practicado largos siglos.

En el aniversario de su nacimiento (12 marzo) el papa Francisco citó a Juana de Arco como santa que fue quemada viva por ser condenada por hereje por los hipócritas y doctores. Así mismo se refirió a Rosmini, otro maltratado –todos sus libros al índice, pecado leerlos, y hoy es beato.

Benedicto XVI glosó la figura de Domingo de Guzmán (Aud Gral 100203) comentando que fue nombrado canónigo de la catedral de su diócesis, Osma-Soria, y en ese contexto cuestionó si "la carrera y el poder no son una tentación de la que no son inmunes ni siquiera quienes tienen un papel de animación y de gobierno en la Iglesia". Los dominicos que había fundado tuvieron una época sombría formando parte activa de la Inquisición pues sus miembros tuvieron el orgullo de pensar que podían ser los dueños de la verdad.

En octubre de 1998 el Vaticano organizó un Simposio afrontando un estudio serio y exhaustivo de la Inquisición, aquella institución eclesiástica del siglo XIII, el Santo Oficio, formada por una red de tribunales cuyos jueces estaban investidos de la jurisdicción papal en materias contra la fe.

La correcta actitud evangélica evita considerar delito la opinión y el disenso y, en caso contrario, aunque no sea la manera más acertada, brota la protesta al no encontrarse ni un resquicio para el diálogo interno, sincero e incondicionado.

Francisco, en su primera Encíclica “La alegría del Evangelio” (Evangelii gaudium, EvG) dice que “Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores” (EvG, 33). 

A quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión. Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la inagotable riqueza del Evangelio” (EvG, 40).

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