Un
cáncer en la Iglesia

Con
mucha fuerza y repetidas veces el papa Francisco, para recuperar la vida sacada
del Evangelio y mejorar la fidelidad a Cristo, pide desterrar el clericalismo,
incrustado hasta la médula.
El 17-I-2018, a los obispos de Chile que había ido a visitarles en su
viaje pastoral les recordó que “los
laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir
como «loros» lo que decimos”

Por este peligro clerical, Francisco aprovecha
cualquier ocasión para decirlo a todo el mundo aunque tenga que ser delante de
un grupo concreto.
Así
el 30-III-2017 en una audiencia a los 50
participantes del 138° Capítulo General de la Orden de los Padres Somascos,
también conocida como Compañía de los Siervos de los Pobres, advirtió que “el
clericalismo es un grave peligro para la Iglesia, uno de los más graves y más
fuertes” y les animó a trabajar “«con los laicos»
26 abril 2016, en el
encuentro de la Comisión para América Latina y el Caribe, donde se debatió sobre "la participación
pública del laicado en la vida de nuestros pueblos", Francisco volvió
a recordar la idea subrayando que “no es
el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo
saben tanto o mejor que nosotros”.
“El clericalismo
–advierte el Papa– no solo anula la
personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y
desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de
nuestra gente”.

Desde
los tiempos del Imperio romano con el emperador Teodosio, los obispos han ido
dedicándose a hacer política, a estar en los asuntos temporales que es tarea
impropia suya y siguen hoy saliendo en los medios de comunicación para dar su
opinión personal es política, en economía y demás ámbitos sociales,
considerándose la voz de la Iglesia. Entre l@s laic@s hay much@s
profesionalmente dedicados a la política pero tienen puesto el bozal. Los
laicos estrenan el tercer milenio pisoteados, esclavizados, desechados… por
parte del clero.
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Obispos de las Antilla con Francisco |
En
mayo de 2002, Juan Pablo II, recibiendo en “visita ad limina” a los obispos de
las Antillas, recordó que se debe “superar
la clericalización de los laicos y la laicización de los clérigos”.
«Una concepción errada de esta
complementariedad (la de los laicos y los clérigos) –denunció el papa
Wojtyla– ha llevado a veces a una crisis
de identidad y de confianza entre los sacerdotes y también a formas de
compromiso laico demasiado clericales o demasiado politizadas».
Al
clericalismo le pasa lo mismo que al machismo pues clérigo y laico, como varón
y mujer, son cosas distintas y a la vez iguales. Hay que poner buena voluntad
para dejarlos funcionar en armonía, tal como previó el Creador.
El
clericalismo concibe esta vida humana terrenal de un modo extraño al normal pues
la verdad verdadera está mirando y aprendiendo del único modelo que es
Jesucristo. Por eso el clericalismo supone una pérdida de conciencia sobre las
características que Dios ha querido que tenga el tiempo que media entre la Resurrección y la
Parusía.
Las
actividades temporales y las sociedades humanas tienen elementos (valores) nacidos
fuera del ámbito eclesial y del mundo cultural cristiano, de contenido y
valor verdaderos porque la naturaleza humana (contra lo que decía Lutero) no
está corrompida; por tanto es capaz de verdad y de bien.

Se cuentan
con los dedos de las manos l@s sant@s que a lo largo de los siglos han estado
ayudando a l@s laic@s a vivir su misión divina, respetando su idiosincrasia,
dejándolos en su sitio y si algún@(s) se descolocaba(n), como a la oveja
perdida, salir en su busca y cargarla sobre los hombres.
Creo
que es estadísticamente significativo para la Iglesia universal saber que en la Santa Sede trabajan
2.704 personas, de las que 773 son eclesiásticos, 331 religiosos, 1.600 laicos.
Vivenciolo
(†523), obispo de Lyon, siendo abad de Condat, indujo a clérigos y laicos a
estar presentes en el concilio de Pau.
Isidoro (†636 con 76 años), obispo de Sevilla durante 40 años, fundó un
colegio para la formación del clero y los laicos.
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Juana de Arco |
Juana de Arco (†1431 con 19 años) fue citada por Benedicto
XVI proponiéndola como modelo para los laicos que se dedican a la política.
Tomás Moore (†1535 con 57 años), se le tiene por
pionero del apostolado de los laicos. Erasmo decía que era “un hombre completo”
y fue nombrado por Juan Pablo II patrono de los políticos.
Francisco de Sales, obispo
de Ginebra, cofundador de las salesas (†1622 con 56 años) animaba
a los laicos a santificarse en el mundo.
Guillermo
José Chaminade (†1850 con 89 años), beato, sacerdote, fundó la Congregación
de la Inmaculada para que los congregantes vivieran el bautismo con todas sus
consecuencias y así recristianizar la sociedad.
Antonio
Rosmini (†1855 con
58 años), presbítero beato, fundador del Instituto de la Caridad y las Hermanas
de la Providencia rosminianas, tenía una de sus máximas «La llamada universal de todos los cristianos, también los laicos, a la
santidad», que el Concilio Vaticano II, repite literalmente. Pablo VI le
llamó “profeta”.
La mayor parte de ellos impulsan la actividad de los
laicos pero para que hagan lo que ellos les digan, para que se ocupen de cosas
eclesiales, pero difícilmente les ayudan a sembrar el Reino en la política, le
economía, el arte, la cultura, la música, la informática, y mil actividades más
que desarrollamos los humanos para sacar adelante la familia y el mundo que
Dios nos ha dado para cultivarlo.
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