divendres, 16 de març del 2018

LA HORA DE L@S LAIC@S



Si el siglo XIX fue una explosión de congregaciones religiosas, llamado "el siglo de las monjas", el XX será el de la explosión de las asociaciones y movimientos laicales: podríamos denominarlo, por analogía, el siglo de l@s laic@s. Cabe pensar que en esa hora de la Iglesia y de la humanidad, el Espíritu quiera restablecer el equilibrio de los diversos modos de ser cristiano al recordar la llamada universal a la santidad. Todos los modos y estados de vida son caminos de santidad pero el matrimonio además es un sacramento.

La movida de l@s laic@s acabándose el segundo milenio es proporcionalmente incluso mayor que la del inicio del primer milenio, en tiempos de Francisco y Domingo, aunque entonces no pudo cuajar nada concreto por impedimentos doctrinales y jurídicos salvo en las llamadas “terceras órdenes” en donde l@s laic@s movid@s por el Espíritu sólo podían jugar a ser o vivir como frailes o monjas.

L@s cristian@s corrientes son llamad@s laic@s para decir que no son clérigos o se les llama seglares para decir que no son religios@s. 

Por el bautismo tod@s han de imitar a Cristo. Un@s le imitan en aquellos 40 días que se retiró al desierto. Otros le imita en aquellos 2 años y medio últimos en que Jesús deja Nazaret y su trabajo de carpintero para ir a corretear por Judea, Galilea y Samaria, recorriendo todas las poblaciones y aldeas palestinas.

L@s laic@s imitan a Jesús mientras trabajaba en el taller donde no sólo convertía la madera en muebles sino que con su trabajo de carpintero estaba haciendo la Redención. Es lógico que Cristo gastase en trabajar la mayor parte de su vida en la tierra pues su plan redentor no podía ser distinto al plan creador. Dios no se equivocó "al principio" cuando pensó que todos los hombres se podían ganar el premio de la vida eterna trabajando, "dominando la tierra" (cf Gen, 1, 28 y 2, 15).

Algunos, tristemente, utilizan el trabajo como excusa para retraerse de las demás obligaciones de su estado y de las religiosas: “no tengo tiempo”. La vida oculta de Cristo en Nazaret enseña a cuidar el cumplimiento de los deberes de estado: familiares, sociales y profesionales.

La hora de l@s laic@s viene marcada por el Espíritu Santo a través del Concilio Vaticano II celebrado en la segunda mitad del siglo XX (1962-65), con la mirada puesta en el tercer milenio.

Por ser indicación conciliar, los papas post conciliares, desde Pablo VI hasta ahora Francisco, no hacen otra cosa que recordarlo a todos los miembros de la Iglesia y que se vayan poniendo las medidas adecuadas para que sea realidad cuanto antes. Unos tienen que dejar estar e la Iglesia a l@s laic@s y ell@s han de querer estar y no retaerse, incluso simulando una humildad que será falsa. Cabe aquí decir lo que san Pablo: ¡no entristezcáis al Espíritu!

El papa Francisco, en una carta al cardenal Marc Ouellet, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, recordaba quelos laicos son parte del Santo Pueblo fiel de Dios y por lo tanto, los protagonistas de la Iglesia y del mundo; a los que nosotros estamos llamados a servir y no de los cuales tenemos que servirnos”.

Para poner a l@s laic@s donde Dios quiere, hay que abolir el clericalismo que está muy incrustado en las mentes católicas, que se ha vivido durante muchos siglos y no se eliminará de un plumazo.

Mirar al Pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo”. A nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizados laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá eliminar.

Así se expresó Francisco en una carta dirigida a América Latina pero todo lo que dice Francisco a ellos vale para todo el globo terráqueo o para la aldea global.

Francisco sabe que “el clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como “mandaderos”, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político”. Quien dice política, entiende que también se ha de incluir el mundo de las finanzas, el de la cultura, la música, el cine, el mundo deportivo, etc., ya que el mandato de Cristo es ir al mundo entero puesto que su obra redentora es universal.

En enero de 2018, en su visita pastoral a Chile, habló en la catedral de Santiago  ante los 50 obispos chilenos y dijo una frase rotunda a su estilo: “Digámoslo claro, los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir como ‘loros’ lo que decimos.

Hablar de los “laic@s comprometid@s” es un error, un reduccionismo, un tijeretazo pues limita la realidad de l@s bautizad@s. para ser una buen/u buen cristian@ no se tiene que estar en ninguna lista parroquial, integrado en algún colectivo.

Juan Pablo II, en la Carta apostólica ante el nuevo milenio estrenado el 1 de enero de 2001, exponía la tarea (colosal) que la Iglesia tiene por delante, por el encargo divino recibido y añadía que “obviamente todo esto tiene que realizarse con un estilo específicamente cristiano: deben ser sobre todo los laicos, en virtud de su propia vocación, quienes se hagan presentes en estas tareas, sin ceder nunca a la tentación de reducir las comunidades cristianas a agencias sociales” (NMI, 52).

Escribió el documento post-sinodal Christifideles laici sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (30-X-1988). En ella dice algo que quizá sorprenda a algún@: Ya Pío XII decía: «Los fieles, y más precisamente los laicos, se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia; por ellos la Iglesia es el principio vital de la sociedad humana» (Discurso a los nuevos Cardenales, 20 febrero 1946).

Al estrenar su servicio petrino como obispo de Roma, el Papa polaco escribía en su primera encíclica “El Redentor del hombre”: “El principio de la Colegialidad se ha demostrado particularmente actual en el difícil período postconciliar. Este espíritu se ha extendido asimismo entre los laicos. Me es necesario tener en la mente todo esto al comienzo de mi pontificado para dar gracias a Dios”.

Su sucesor, Benedicto XVI, escribía en la Exhortación apostólica Sacramentum caritatis del 22 febrero 2007: “los laicos cristianos, en virtud del Bautismo y de la Confirmación, y fortalecidos por la Eucaristía, están llamados a vivir la novedad radical traída por Cristo precisamente en las condiciones comunes de la vida” (n. 79).
Algunos me dicen: obras son amores y no buenas razones.

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