Lo
importante es no pararse

A
ellos dos les dedicó otra segunda carta apostólica Slovarum apostoli, en mayo de 1995, en la que destacaba la
delicadeza evangelizadora que tuvieron pues no impusieron a los eslavos
siquiera la lengua fuerte de entonces, el griego. Por ello, y otros detalles
más, se les puede considerar modélicos en el diálogo ecuménico entre los
diversos cristianos para superar todo aquello que divide a las iglesias.
El
sano ecumenismo está teniendo en cuenta la conmemoración del 500 aniversario
del inicio de la Reforma luterana, desde el pasado octubre hasta el próximo de
este 2017, pero ha vuelto a rebrotar (mala yerba nunca muere) el temor en
algunos de que, a raíz del Concilio Vaticano II, lo que se hace es
protestantizar la Iglesia católica. Cirilo y Metodio fruncirán el ceño, seguro.
Esos creen que hay que imponer, caiga quien caiga, todo lo romano, incluido el
latín; ¡solo faltaría! Ya se levantó polvareda a raíz, por ejemplo, del Misal
de Pablo VI en 1970 pues las nuevas plegarias eucarísticas, sobre todo la II, les
parecían de corte luterano.
Estos anti se aferran
a la exacta observancia de los ritos y se creen que son fieles al Evangelio. A Jesús
le hicieron la vida imposible los fariseos, los ancianos y los sacerdotes del
templo de Jerusalén porque no
observar los preceptos ilógicos, inhumanos o antidivinos, no guardar el
sábado, no ayunar ni exigirse y exigir a sus discípulos, no lavarse las manos antes
de comer, andar con pecadores, publicanos y gentes de mal vivir, etc.. Jesús no
era esclavo de las tradiciones de los mayores que en su mayoría eran pura
hipocresía y legalidad. Prejuicios
farisaicos. Mentes cerriles. Corazones de piedra. Y no solo están en esa
sospecha los lefebrerianos o los franciscanos de la Inmaculada, fundados
precisamente en ese 1970.
El
pasado octubre opiné sobre el viaje del papa Francisco a Lund, Suecia,
aceptando la invitación a participar en la ceremonia ecuménica para la apertura
de la celebración del 500 aniversario del inicio de la Reforma luterana.
También
en junio de 2010 colgué otros dos y uno sobre: «Un clamor para la reforma // Motivos para el
disgusto // Por lo menos ahora ya hablamos».
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Jobst Schöne |
El pastor de la iglesia Evangélica
luterana independiente, alemán ya retirado y con 85 años, Jobst Schöne, ha
ofrecido una entrevista a la publicación española aceprensa, en la que
manifiesta su opinión sobre el devenir de lo luterano y sobre el camino
ecuménico dado desde el Concilio Vaticano II. Lo que dice me rompe esquemas al
afirmar cosas reales pero hasta ahora eran para mí desconocidas por estar silenciadas.
Por ejemplo que Lutero nunca negó el sacramento de la confesión y él mismo
solía hacerlo con frecuencia, también después de aquel octubre de 1517. Que
Lutero luchó con pasión por defender la presencia real del Cuerpo y la Sangre
de Cristo sobre el altar, opinando que desaparece tal presencia terminada la
comunión del celebrante y de los presentes. Las formas consagradas en la Misa
que no se hayan distribuido, se consumen en el altar o en la sacristía. No
tienen la reserva en el sagrario. Creo que de esto nunca oí nada en las clases
de Religión que recibí durante 6 años de Bachillerato en un colegio confesional.
Juan Pablo II, en su visita pastoral
a Alemania, en junio de 1996, manifestó en la catedral de Paderborn: “La
demanda de reforma de la Iglesia que hacía Lutero, en su intención original,
era una llamada a la penitencia y a la renovación, que deben comenzar en la
vida de toda persona. Muchos son los motivos por los que, desde aquel comienzo,
se llegó a la separación. Entre éstos se halla la no correspondencia de la
Iglesia católica a la voluntad de Cristo, de la que se había lamentado el papa
Adriano VI con palabras conmovedoras, el influjo de intereses políticos y
económicos y también la misma pasión de Lutero que lo arrastró mucho más allá
de sus intenciones iniciales”.

Juan Pablo II, como ahora Francisco
y antes Benedicto XVI, impulsó los contactos entre el Consejo Pontificio para
la Unidad de los Cristianos y la Federación Luterana mundial que en 1997
concluyeron con una Declaración conjunta sobre la justificación firmada en
otoño de 1999. El Cardenal Cassidy declaraba entonces que este hecho era “un hito en el camino hacia el restablecimiento
de la plena unidad visible”.
En febrero 2010, con Benedicto XVI, tuvo lugar un encuentro sin precedentes en
Roma para conmemorar los 40 años de diálogo con una declaración común de
católicos, luteranos, reformados, anglicanos y metodistas.

Benedicto XVI recibió una delegación
de la Iglesia Evangélica Luterana en América, Iglesia fundada en 1988 y que tiene
más de 4 millones de fieles. El Papa hoy emérito expresó su satisfacción por
los resultados alcanzados hasta entonces por el diálogo luterano-católico y auguraba
que pudieran representar una sólida base sobre la que construir en el futuro. “Desde
el inicio de mi pontificado, me ha alentado que las relaciones entre católicos
y luteranos hayan seguido creciendo, especialmente a nivel de colaboración
práctica en el servicio del Evangelio”, confesó a sus huéspedes.
Y en esa ocasión recordó lo que dijo
Juan Pablo II, en el discurso a los obispos luteranos en 1985: "Ustedes
son bienvenidos aquí. Alegrémonos de que un encuentro como éste puede tener
lugar. Hagamos el propósito de estar abiertos al Señor para que pueda utilizar
esta reunión para sus propósitos, para lograr la unidad que él desea. Gracias por
los esfuerzos que estáis haciendo para la plena unidad en la fe y la caridad".
El
papa Francisco acaba de recibir en el Vaticano otra vez a una delegación de los
evangelistas alemanes este pasado 6 de febrero y ha dicho: “La
llamada urgente de Jesús a la unidad nos interpela (…) Les deseo ir hacia
delante en este bendito camino de comunión fraterna, yendo con coraje y
decisión hacia una unidad que sea cada vez más plena. Tenemos el mismo
Bautismo: debemos caminar juntos, ¡sin cansarnos!”

Francisco recordó
otra vez que ahora la relación entre ambas confesiones es distinta y pidió “confirmar nuestra llamada sin retorno a
testimoniar juntos el Evangelio y a proseguir en el camino hacia la plena
unidad”.
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