Los
ortodoxos reacios a recomponer la
unidad rota

Hay dificultades, más que evidentes, con el desplante público y la ausencia de
representantes ortodoxos en la misa del sábado por la mañana por decisión del
Patriarcado quien también aprovechó la ocasión para recordar a sus fieles que
no pueden asistir a ceremonias católicas, sea Eucaristía y otro acto religioso.
A esa misa en el estadio de Meshki, con capacidad para 27 mil personas,
asistieron solamente unos pocos miles ya que el catolicismo es minoritario.
Francisco sin embargo
lanzaba un capote hacia la unidad en su visita a la catedral ortodoxa patriarcal
de Svetitsjoveli en Ktskheta,
cuna de la Ortodoxia en Georgia diciendo: "Es más lo que nos une que lo que nos divide".
El encuentro quería ser protocolario pero acabó
siendo un encuentro de oración aunque los ortodoxos georgianos niegan la
posibilidad de rezar juntos. Pero Francisco
quiso rezar por Ilia II y éste lo
hizo por el Obispo de Roma. Cada uno por su
cuenta; no juntos.
Bergoglio, a pesar de
todo, se empeña en facilitar el encuentro fraterno que ha de existir entre
hermanos cristianos por lo que minimizó el desplante y recordó a los católicos
de ese país que "jamás se puede
hacer proselitismo, es un gran pecado contra el ecumenismo, somos hermanos".
"La historia de Georgia –dijo Francisco- es como un libro antiguo en el que cada
página nos habla de (...) gestas de gran apertura,
acogida e integración (…) siempre abierta y disponible, nunca
rígida o cerrada".
En enero de 2012
escribí un par de post sobre la proximidad o lejanía de la unidad entre los
católicos y los ortodoxos. El desplante a Francisco no es
novedad. Los ortodoxos vienen siendo reacios para corresponder a la mano que se
les tiende (aunque no desde hace mucho) y así, a las encíclicas en que Pío IX
les invitaba a integrarse en la comunidad de oración, los patriarcas y
metropolitanos griegos respondieron con un acta de acusación recogiendo las
viejas críticas contra el catolicismo. La invitación que se les hizo a asistir
al Concilio Vaticano I fue contestada con una declinación injuriosa. Creo que
es de justicia humana y divina pedirles en primer lugar perdón por los
atropellos ocasionados por los católicos por ejemplo durante las cruzadas.
De todos modos, junto a esas pocas luces o detalles positivos de
la Iglesia Católica (entiéndase que solo es la Santa Sede) preconciliar, hay
que reconocer que la actitud católica entonces era de franco repudio y, por
tanto, contraria a toda iniciativa ecuménica.
Pío XI en 1928 todavía cerraba el posible diálogo al decir que “la
unidad ecuménica está ya
realizada en la Iglesia católica”. Anda que no sigue dando qué hablar y qué
discutir la interpretación de la poco acertada frase de los primeros siglos del
cristianismo cuando alguien de la cúpula dijo que “fuera de la Iglesia no hay
salvación”, entendiéndola en plan reduccionista y negando que haya algo más que
lo católico (romano) que sea verdadero cristianismo como el suyo.
A pesar de los desplantes, en la Iglesia (en el Vaticano) iba poco
a poco cuajando –también a través de diversos sant@s- el afán de Cristo, buen
pastor, de ir a buscar las ovejas perdidas que traducirá Juan XXIII en el
vigoroso movimiento ecuménico y que Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI
llevaron decididamente a la práctica. Ya el papa polaco recordó que es algo
irreversible; el ecumenismo no es un apéndice pastoral que la Iglesia ahora
fomenta y otro día lo eliminará de su vista.
Los actos ecuménicos del Papa Wojtyla fueron incontables pues no
desaprovechaba ocasión, tanto en sus más de cien viajes pastorales por todo el
planeta como en otros eventos eclesiales o culturales, para ir a estar con
ellos o para recibirlos en Roma. Pero fue un hito histórico la ceremonia
religiosa del primer domingo de Cuaresma del año 2000, con su pública petición
de perdón a Dios por la escandalizadora desunión de los cristianos en este
segundo milenio.

Hoy está claro en casi todos (no todos) que el retorno de las
comunidades separadas de la plena comunión con Roma, tanto ortodoxas como
surgidas de la Reforma, no puede consistir en una occidentalización ni en una
mal entendida romanización pues la unidad no existe sin la pluralidad. Todo
uniformismo atenta contra la propia unidad que está basada en la unidad de la
Esencia divina que es pluralidad (Trinidad) de Personas.
El gran escándalo de la desunión de los cristianos ya había
angustiado a espíritus nobles del siglo XVII. En el siglo XVIII el asunto pasó
sin interés pero reapareció en el XIX, en parte por los grupos conversos (sobre
todo anglicanos con el cardenal Newman a la cabeza) que se ilusionaban con
facilitar también a sus anteriores correligionarios el camino hacia la Iglesia
Católica.
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