divendres, 28 d’octubre del 2016

LA REFORMA LUTERANA EN SU 500 ANIVERSARIO

Francisco acepta la invitación para asistir


El papa Francisco viaja el 31 de octubre de 2016 a Suecia, aceptando la invitación, para participar con la Federación Luterana Mundial en la ceremonia ecuménica de inicio del 500 aniversario de la Reforma iniciada por el fraile agustino alemán Martín Lutero cuando publicó sus 95 tesis el 31 de octubre de 1517 en la puerta de la iglesia de Wittenberg.

El jueves 13 de octubre recibió en el aula Pablo VI a unos mil peregrinos luteranos llegados a Roma que le regalaron un libro con las tesis de Lutero y Francisco respondiendo a las preguntas que le formulaban en el aula decía: Demos gracias a Dios porque estamos caminando por la vía que va del conflicto a la comunión. Dolor por la división que todavía existe entre nosotros y alegría por la comunión que estamos alcanzando. Al final de este mes, me acercaré a Lund (Suecia). Haremos memoria, tras cinco siglos, del inicio de la reforma de Lutero y daremos gracias a Dios por los 50 años del diálogo entre luteranos y católicos.

En esto como en todo lo demás, Francisco se limita a seguir la hoja de ruta eclesial llevada por sus antecesores pues san Juan Pablo II, en junio de 1989, se encontró con los obispos de la Iglesia nacional danesa, en la residencia del obispo luterano de Roskilde y dijo: Existen todavía, en tiempos de diálogo ecuménico, grandes obstáculos (…) Hoy ante todo necesitamos una valoración nueva y común de muchos interrogantes que han surgido de Lutero y de su mensaje. Por este motivo he podido afirmar en el curso del 500 aniversario del nacimiento de Martín Lutero (…) (que) algunas peticiones de Lutero relativas a una reforma y a una renovación han hallado eco en los católicos desde diversos puntos de vista: así, cuando el Concilio Vaticano II habla de la necesidad de una reforma y de una renovación permanente.

A su vez Benedicto XVI el 24 de enero de 2011, a la delegación de la Iglesia Evangélica Luterana Unida de Alemania, con su pastor y obispo luterano Friedrich, pidió dirigir juntos la mirada a 2017 que recordará los 500 años de la publicación de las tesis de Martín Lutero (…) Será una oportunidad para celebrar una conmemoración ecuménica común.

En un comunicado conjunto, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (PCPUC) y la Federación Luterana Mundial (LFW), se señala que el evento con Francisco destacará “los sólidos progresos ecuménicos entre católicos y luteranos y los dones conjuntos recibidos a través del diálogo”.

Es obvio que la protesta luterana es un eslabón más de la cadena ininterrumpida de protestas o correcciones fraternas que ofrece la historia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Con ello resuenan las palabras que, en la vieja iglesia de san Damián, Cristo dijo a Francisco de Asís: repara mi Iglesia. ¿No ves que se hunde? Era noviembre o diciembre de 1205.

Jesús recriminaba a los jefes del pueblo de Dios su conducta con los profetas que Dios mismo les enviaba para ayudarles a corregirse. Pero ellos siempre en “sus trece”: ¡Ay de vosotros, que (…) sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán y perseguirán a una parte de ellos (Lc 11,47-50).

Jesús también volvió a lamentarse y lloró cuando bajaba por el monte de los olivos hacia Jerusalén sabiendo a qué iba esa vez. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados…!, dijo sollozando (Lc 13, 31-34). No eran solo lágrimas por el pasado ni por su futuro inmediato por su pasión y crucifixión anunciada varias veces por él mismo. El Hijo de Dios hecho hombre sigue llorando generación tras generación, por lo mismo ya que los jefes del nuevo Pueblo de Dios también se comportan como los fariseos, hipócritas y corruptos.

El Espíritu, hoy como ayer, no ha dejado de suscitar profetas que denuncian los pecados y llaman a la corrección y suelen sufrir siempre la misma suerte: son maltratados, eliminados y echados a la hoguera.

No sólo protestó en su día Lutero sino que, siglo tras siglo, ya habían protestado unos cuantos que recibieron siempre la misma respuesta.

Un siglo antes que Lutero, los hussitas, un movimiento checo, fundado por Juan Huss (+1415 con 46 años) reclamaban la Comunión bajo las dos especies también para los laicos. Por esto y otras propuestas, consideradas en Roma como errores intolerables, Huss fue condenado a muerte por el Concilio de Constanza y ejecutado el 6-VII-1415. Juan Pablo II en su viaje apostólico a esa nación en mayo de 1999, pidió públicamente perdón por ello. Así lo recordó Francisco cuando recibió en Roma la visita de los checos para celebrar el 600 aniversario de la ejecución en la hoguera de Huss.

Los últimos papas vienen fomentando la conversión y los cambios oportunos que se deben hacer en la sociedad civil y así, por ejemplo, Juan Pablo II dejó escrito en su encíclica social “la solicitud por la cosa social”: ”Algunas naciones necesitan reformar algunas estructuras (…) es condición necesaria y garantía segura para el desarrollo de todo hombre y de todos los hombres” (SRS, 44). Se supone que lo mismo cabe esperar de la Iglesia.

En otra encíclica social, “centesimus annus”, el papa Wojtyla escribía acerca de la histórica protesta sindicalista del siglo XIX ante la corrupción e injusticias flagrantes del capitalismo salvaje de la revolución industrial: “Las reformas necesarias empezaron (…) sobre todo con los Movimientos obreros como reacción justa de la conciencia moral contra situaciones de injusticia y de daño” (CA, 16).

Lutero clamaba contra la vida corrupta e injusta, no de la sociedad civil y de los políticos (aunque quizá también les hiciera falta) sino de los eclesiásticos y no sin razón. Se quejaba también de que la teología de entonces, escolástica, fuera “teología amarilla”, o sea que simplemente justificaba en muchos casos una vida antievangélica. Lutero pedía reformar la sacramentalidad pues muchos “detalles” rituales son inventos eclesiásticos aunque ellos digan que son del mismo Cristo, lo cual es imposible demostrar. Benedicto XVI, en una de sus catequesis, recordó, por ejemplo, que la confesión individual fue un invento del monje irlandés san Columbano (+615 con 75 años) que trajo al continente (europeo, claro).

Otro rito sacramental discutido es la Eucaristía que Jesús instituyó en una cena y no por la mañana, y dijo “tomad y bebed, esto es el cáliz de mi sangre” pero estaba prohibido comulgar con las dos especies. Jesús les dio de comulgar al final de la cena y no guardó el ayuno eucarístico ni mandó hacerlo. Así puede seguirse un listado hasta agotar.

Que los luteranos coetáneos de fray Martín se pasaran en las reformas como él mismo les recriminó y que fray Martín se “torciese” en su vida de monje no quiere decir que no tuviera razón –mucha o poca- aquel 31 de octubre de 1517.

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