Sectas en el cristianismo medieval (3)
Necesidad de reformas
Los hermanos del libre espíritu
Una mirada de fe, como sugiere el papa Wojtyla, a las luces y a las sombras, a las cosas bien hechas y a los errores de los hombres creyentes para hacer un serio examen de conciencia y cruzar el umbral del tercer milenio (cfr. TMA, 33-36) con la ilusión y la esperanza de no volver a cometer los errores, con la gracia de Dios.
Necesidad de reformas

Mientras en 1291 cae San Juan de Acre en manos turcas, Europa está ensangrentada y agitada con conflictos sociales. Pelean por el trono imperial Alberto de Austria, enemigo del francés Felipe IV el Hermoso, y Adolfo de Nassan. Francia lucha contra Inglaterra por la Gascuña y Aquitania.
En el sur de Italia pelean angevinos, amigos del papa Bonifacio, contra aragoneses-sicilianos, amigos de los Colonna. Venecia, Génova y Pisa luchan por la hegemonía oriental.
En la Toscana pelean güelfos y gibelinos. Los güelfos son partidarios de la burguesía ciudadana (la aristocracia del dinero) y se imponen a la vieja aristocracia de la sangre o vieja nobleza feudal (los gibelinos). Dante, de vieja familia noble, opta por los nuevos güelfos. Con el tiempo, éstos se rompen en dos: los “blancos”, burgueses industriales que perderán en Florencia ante los “negros” y al que pertenece Dante; por eso le condenarán a una multa y a dos años de cárcel por lo que nunca regresó a Florencia desde que se fue a Roma como embajador. Los “negros” son obreros y artesanos que se unen a los gibelinos, o sea la vieja aristocracia feudal.
Además se dan ataques contra los eclesiásticos en Dinamarca, Portugal, Inglaterra y Francia.

El siglo XIV parece el fin de la Edad Media pues Felipe el Hermoso ya no está al servicio de la Religión, sino que la considera una pieza más en sus intereses políticos; o la Iglesia se sirve del Estado o el Estado se sirve de la Iglesia; el péndulo no deja de oscilar de un extremo (clericalismo) al otro (laicismo).
La intromisión de eclesiásticos en los asuntos temporales, incluso con la fuerza de las armas, es una eterna tentación como recuerda el Evangelio con las espadas en el Cenáculo y en Getsemaní y con otros pasajes.
A mitad del primer milenio, el papa san Gregorio I Magno (+604 con 64 años) había aceptado la petición del Emperador de dirigir la defensa de Roma frente al ataque de los longobardos. Desde entonces, puede considerarse rey de todas las iglesias particulares regidas por obispos-príncipes que tienen el poder temporal sobre los pueblos de Europa.
La confusión mental identifica la Institución religiosa (comunidad de discípulos de Cristo) con la sociedad (civil) que queda absorbida y enterrada. La praxis posterior querrá abolir la dimensión democrática de la sociedad (civil y religiosa) que buscará rebrotar de una manera u otra. La Iglesia, como un Estado plurinacional, consagra el rígido centralismo y el régimen monárquico absolutista. La sociedad ha sido anestesiada y los laicos en la Iglesia se ven como un peligro.

Al estrenarse el segundo milenio, el papa Gregorio VII (+1085 con 65 años), elegido en 1073, prohibió al poder secular -bajo pena de excomunión- dar obispados, lo que provocó la protesta unánime de todos los señores feudales. El emperador Enrique IV de Alemania le consideró subversivo y revolucionario.
Unas semanas después ese Papa redactó 27 tesis sobre su concepción del poder pontificio, llamando la atención dos de ellas: “tiene facultad para deponer a los emperadores” (n. 12) y “puede desligar a los súbditos del juramento de fidelidad prestado a los inicuos” (n. 27). Idea enteramente nueva fruto de su personal interpretación del Evangelio (Jn 21,17 y Mt 16,16-20) discurriendo así: “si la Sede Apostólica tiene facultad para juzgar de las cosas espirituales, con mayor razón la tendrá sobre las temporales, que valen menos. Todo lo que hay dentro de la Iglesia, está debajo del Papa; luego los reyes y emperadores están sometidos al Papa”.
Los Hermanos del libre espíritu
Así se llamaron a los “heréticos” o “vagabundos alemanes” imitadores de los cátaros, quizá llamados beggini en el norte de Francia, en Bélgica y Renania pues así se citan por primera vez en una crónica de Colonia (1209) englobando cátaros, panteístas y quietistas del norte de Francia.
Exaltan la pobreza voluntaria y viven de limosna. Son panteístas o quietista que buscan la inocencia perdida del paraíso y la deificación formal: entonces el alma ya no puede pecar, es libre, y practican la libertad de espíritu y de la carne (el amor libre). Después del Concilio de Vienne (1311), el que suprime a los Templarios, la Inquisición los hace desaparecer.

Begardos (rama masculina) y beguinas (femeninas) son movimientos religiosos del XII y XIII, místicos extravagantes llamados "franciscanos del sur" por los alemanes o "espirituales" para otros. Por las condiciones económicas del momento y el “excedente” femenino en la nobleza y la alta burguesía, florecen las beguinas. Se desarrollan imitando a los franciscanos y aunque desaparezcan, como el río Guadiana, volverán a emerger en el XVII aunque la Revolución francesa y la vida moderna las llevará a la extinción.
Las beguinas son una comunidad femenina de mujeres laicas, activas y contemplativas, sin monasterios ni regla común ni casa-madre, dedicadas a la beneficencia y a la labor intelectual. Solteras y viudas, sin votos, como las “beatas” españolas y las “humiliatas” lombardas. Viven en casas amontonadas y cercadas, unas 100 a modo de ciudad, con enfermería, calles, plazas, iglesia particular, noviciado y convento para las que quieran vida comunitaria.
Nacen en Bélgica en 1170 cuando las mujeres piadosas no llegan a caber en los monasterios y se conforman con casa propia o en la de sus padres. Fueron fundadas por el sacerdote Lambert Le Bègue, crítico con el clero y que falleció en 1180 acusado de herejía. El cardenal Protector, en 1216, obtuvo la aprobación del papa Honorio III. Se extendieron por Holanda, Alemania, Austria, Polonia, Francia, Italia y España. En Bélgica y Renania llegan a ser el 5% de la población femenina urbana. En Gante, uno de los tres beginagios ¡tuvo 800 miembros! Se dedican a obras de misericordia y a trabajos manuales del textil (apresto de telas). Beguinas intelectuales famosas son Hadewyich de Amberes (+1240) y la mística alemana Matilde de Magdeburgo (+1282 con 75 años).

En 1310 murió en la hoguera Margarita Porete por traducir a la lengua vulgar al místico alemán Johannes Eckart. Ello animó a que, dos años después, el concilio de Vienne las condenara. El papa Nicolás V en 1452 las obligó a insertarse en las carmelitas, tanto las personas como los bienes pero en el siglo XVI se unieron a la Reforma con los anabaptistas.
En el sur europeo (Italia, Catalunya y Provence) se llama “beguinos” a los “espirituales” franciscanos y sus sucesores los “fratricelos” cuando se les condena en 1317. También se llaman así a los monjes del mundo y sus afiliados. Son místicos visionarios influidos por Joaquín de Fiore. Enseñan que la Iglesia romana (carnal y pecadora) ya ha cedido a la Iglesia del Espíritu Santo. Llevan hábito gris (lana no teñida) como san Francisco por lo que los franciscanos cambiaron al marrón: no por infidelidad, sino por prudencia, para que la gente supiera quién era quién.
Los begardos son “religiosos laicos” belgas y renanos que cuidan enfermos, dementes y apestados. Usan conventos abandonados o viejos. Tienen casas separadas para hombres y mujeres, aunque algunos (belgas, holandeses y en Koln) son sólo masculinos y trabajan telas: llamados tejedores o begardos. En s. XV desaparecen con la crisis industrial.
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