dimarts, 11 de gener del 2011

L@S CAPUCHIN@S

Rasgos históricos
Vicisitudes de los capuchinos
Capuchin@s ilustres
Capuchin@s mártires
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En octubre de 2010 se ha abierto en Jerusalén un nuevo centro de espiritualidad llamado “Yo soy la luz del mundo” dedicado a los frailes capuchinos que estudian en Institutos bíblicos o siguen allí cursos especializados o seminarios. La historia de esa casa se remonta a 1930 cuando surgió la iniciativa por parte del entonces Patriarca arzobispo Luigi Barlassina. En la 2GM tuvieron que abandonar Jerusalén y luego el Estado utilizó parte del edificio como hospital psiquiátrico.

Los capuchinos son una rama del tronco franciscano aparecido en 1525, siguiendo las huellas de Mateo de Bascio y cuyas Constituciones fueron aprobadas en 1528 por Clemente VII y en 1638 por Urbano VIII.

Rasgos históricos

Los capuchinos, siempre muy populares, brotan cuando la reforma de la Orden por el deseo de algunos de volver al rigor de san Francisco. Hubo un tiempo en que el desprestigio de los eclesiásticos era tal que en 1502 Erasmo podía decir, con regocijo, que el mayor insulto para un laico era llamarle “clérigo” o “monje”. Había un clamor de reforma tal que, aun sin Lutero, hubiera llegado el concilio de Trento.

Mientras Lutero pedía un Concilio (aunque libre, cristiano y alemán), el Espíritu estaba ya haciendo un plan de reformas por la periferia. Así Francisco de Paula fundaba los Mínimos, Ángela de Merici las “ursulinas” y se fundaban en 1524 los “teatinos”, los primeros “clérigos regulares”, sacerdotes que dejaban lo monacal para centrarse en la cura de almas, así que no vestían hábito monástico ni se obligaban al servicio coral pero recitaban el Oficio en privado pues defendían la primacía de la vida interior como fundamento de la santidad y del apostolado. Los “somascos”, los “barnabitas”, las “ursulinas” y otros muchos movimientos de este momento, primero eran miembros laicos pero acabaron convirtiéndose o eran convertidos en institutos religiosos. También aparecieron los oratorios de laicos y de clérigos como el del Divino Amor. Se había fundado la Compañía de Jesús y reformado Órdenes religiosas como los capuchinos, la Observancia, etc.


En el 1525 Mateo de Bascio emprendió la reforma franciscana, con carácter eremítico, con vuelta al rigor inicial y a la capucha del anterior hábito. Dos años después la perfiló Bernardino de Asci y la aprobó Clemente VII en 1528. 

Los nuevos pequeños conventos se separaron de los “observantes” y se sometieron al Ministro general de los “conventuales” con Vicario general propio: el primero fue Mateo; el segundo fue expulsado en el 36; el tercero fue un santo que consolidó la Orden; el cuarto huyó en el 42 y se hizo calvinista: es Occhino de Siena, discípulo de Juan Valdés, español, piadoso seglar llegado a Nápoles con espiritualidad nebulosa y sentimental que atraía, sobre todo mujeres, como la poetisa noble Victoria Colonna, amiga de Miguel Ángel y de Contarini. 

Los “teatinos” fueron los que levantaron sospechas; Valdés murió en 1541 en paz con la Iglesia. Por todo ello Paulo III organizó en serio la Inquisición italiana.

En 1574, con total libertad de acción ya eran en Italia unos 3000 capuchinos en 300 conventos. Se extendieron por toda Europa y un siglo después eran 17 mil en 42 provincias, con 1260 residencias; en el siglo XVII eran 35 mil miembros en 64 provincias y 300 centros misionales.

Vicisitudes de los capuchinos

La Revolución Francesa y otras vicisitudes del momento (filosofismo, regalismo, josefinismo, etc.) minaron su potencialidad, se desarticuló la Orden impidiéndose el reclutamiento y la dirección unitaria.

En España, suprimidos en 1809, se restablecieron a partir de 1814 pero con la supresión de todas las Órdenes desde 1835, muchos pasaron a América organizándose en circunscripciones autónomas. A partir del Capítulo General de 1884 empezó una nueva fase, ascendente todavía hoy. Desde 1609 los superiores generales gozaban del privilegio de grandes de España de primera clase.

Paulo IV (1555-59) quiso asimilar los capuchinos a franciscanos y los jesuitas a teatinos pretendiendo así atajar a los frailes "giróvagos": verdaderos vagos y maleantes de Roma; contra ellos organizó una policía y los hizo desaparecer. Logró también mucho sobre la residencia de los obispos pues por Roma pululaban más de 110 obispos y en el 59 ya no quedaba más que una docena pero con trabajo en la Santa Sede.
Este Papa pertenecía a la Compañía del Divino Amor como san Cayetano de Thiene con quien fundó los teatinos. Quiso reformar prescindiendo del Concilio y contando con un colegio cardenalicio sin fisuras (entre ellos el futuro Pío V).


Paulo V (1605-21), Camilo Borghese, se apoyó en los religiosos en zonas protestantes y de misión, protegiendo mucho a jesuitas y capuchinos. También aprobó muchas nuevas Órdenes religiosas (Hermanos de san Juan de Dios; el Oratorio de san Felipe Neri; los camilos, etc.) y elevó a los altares a
Carlos Borromeo, Tomás de Villanueva, Luis Bertrán, Pascual Bailón e Isidro Labrador. Quería modelos de vida cristiana (santos) recientes que le parecían más eficaces que los antiguos.

En el siglo XVII hubo un despertar inaudito de vocaciones sacerdotales seculares y en el XVIII una explosión de Congregaciones clericales (monfortianos, pasionistas, redentoristas) a la vez que se daba un aumento de los miembros de las Órdenes antiguas: más de 100.000 franciscanos y unos 30.000 capuchinos. El ideal de ese momento no era tanto la santidad como el apostolado. También las religiosas quisieron reducir la severa clausura impuesta por san Pío V; así las ursulinas, el Instituto de la Bienaventurada Virgen María (damas inglesas); las Hijas de la Caridad, etc.

Los ingleses destruyeron las misiones de los jesuitas y capuchinos en la costa de Maine cuando estaban iniciando la evangelización de los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá. Con el sistema de las “reducciones” crearon en Latinoamérica más de 230 pueblos.

En el Congo, los capuchinos y los jesuitas intentaron revivir lo anterior pero la persecución de 1656 causó grandes estragos. En 1622 Gregorio XV, como el "Patronato no es adecuado", encomendó esas almas a su recién creada Congregación Propaganda Fidei que venía pensando fundar desde que era el Cardenal Ludovisi, animado por el carmelita belga Tomás de Jesús y por el capuchino Girolamo da Narni. Ahora se cuidaba no politizar la evangelización ni desculturizar. En 1658 en París se había creado la Sociedad de las Misiones Extranjeras que formaba sacerdotes sólo para esta Congregación.


En 1743 Benedicto XIV reservó para siempre el púlpito del Palacio apostólico para los capuchinosTambién entonces muchos príncipes y reyes los eligieron como predicadores de corte. En las contiendas europeas del XVII-XVIII eran los legados del Papa y consejeros de príncipes y reyes.

Durante el pontificado de Juan Pablo II, desde 1980 y con Benedicto XVI y con Francisco, el predicador de la Casa Pontificia  ha sido y sigue siendo el conocido y querido capuchino padre Raniero Cantalamessa. 

Capuchin@s ilustres

Félix de Cantalicio (+1587 con 72 años). Hijo de pastores, humilde jornalero, analfabeto: nunca supo ni quiso saber más de 6 letras, 5 rojas y 1 blanca. Las 5 rojas son las llagas de Cristo y la blanca, la Santísima Virgen. Fue fraile limosnero en Roma durante 40 años. Gustaba llamarse “el burro del convento”; iba siempre a pie y si le preguntaban: “¿dónde está su burro, hermano Félix?, contestaba: “el burro soy yo”. Fue muy amigo de san Felipe Neri.

Serafín (+1604 con 64 años) era albañil de Montegranaro y luego capuchino en Ascoli.

José de Leonessa (+1612 con 56 años) era misionero en Estambul donde fue suspendido de unos garfios de un cadalso pero se libró milagrosamente. Los 20 últimos años predicó en Italia a aldeanos y campesinos.


Lorenzo de Brindisi (+1619 con 60 años). César de Rossi era napolitano de portentosa memoria, políglota y capuchino predicador por toda Europa a cristianos pecadores, judíos y mahometanos. Fundó conventos en Viena, Praga y Graz, y estuvo por Alemania, España y Portugal, donde murió. En la batalla de 1601 por la guerra entre Hungría y los turcos (16 mil católicos frente a 60 mil mahometanos), arengó a los soldados, aconsejó a los generales y condujo el ejército cristiano aunque sin más arma que el crucifijo. En Madrid fundó un convento capuchino cuando estuvo para persuadir a Felipe III que se apuntase a la Santa Alianza o Liga Católica. Juan XXIII le nombró Doctor de la Iglesia.

Bernardo de Corleone (+1667 con 62 años). Canonizado en 2001. Antes de fraile se llamaba Filippo Latino y su casa, en boca de la gente," era casa de santos", porque su padre, Leonardo, era un buen artesano en peletería y misericordioso con los miserables. Sus hermanos y hermanas también eran muy virtuosos, pero Filippo tenía un defecto: su violento carácter. De fraile era sólo cocinero o ayudante de cocina. Siempre atento en la oración y no le gustaba que Jesús Sacramentado estuviera solo; le hacía compañía siempre que no hubiera otro fraile.


Verónica Giuliani (+1727 con 67 años). No es la que la tradición sitúa en el camino del calvario limpiando la cara del Señor quien le dejó impresa su santa faz en el paño o sudario. Es Úrsula Giuliani, niña traviesa, cabezota y caprichosa, que al hacerse capuchina tomó el nombre de Verónica. Tuvo pronto fenómenos místicos extraordinarios con los estigmas de la Pasión. Fue muchos años abadesa y llamó la atención que nunca, por nada, perdía el buen humor.

Crispín de Viterbo (+1759 con 91 años) el primer santo que canonizó Juan Pablo II. Admirado por cardenales y obispos, edificados por su humildad y sencillez, también el Papa Clemente XI quiso conocerle y le recibió en Castelgandolfo. Siempre dejaba el buen olor de Cristo. Citado por Benedicto XVI en Viterbo (090906).


Félix de Nicosia (+1781 con 71 años). Canonizado por Benedicto XVI en 2005. Hijo de un zapatero siciliano, Santiago Amoroso se hizo capuchino a los 20 años e hizo el oficio de limosnero. Siendo analfabeto, se sabía de memoria las Sdas Escrituras. Cada viernes meditaba la pasión del Señor y los de marzo ayunaba a pan y agua. Tenía un tierno amor a la Virgen y pasaba horas ante el Sagrario. Hay otros 64 san Félix.

Diego José de Cádiz (+1801 con 58 años), José Francisco López-Caamaño y García Pérez, gaditano, fue un capuchino predicador asombroso y los mejores templos no podían contener a sus oyentes. Mientras Europa se vestía de racionalismo y enciclopedismo, se dedicó a misiones populares recorriendo toda la península ibérica. Beatificado en 1894 por León XIII, era considerado apóstol de la misericordia y llamado “el nuevo san Pablo”.


Conrado de Parzham (+1894 con 76 años) lego capuchino, Juan era hijo de Bartolomé Birndorfer y Gertrudis Niedermaier, labradores acomodados. Durante 43 años fue portero del santuario de Altötting. Juan Pablo II en su visita el 21-I-1988, recordó que es el santuario mariano más importante de Alemania meridional, en la diócesis de Passau, Baviera. El papa Wojtyla ya había estado en 1980 con profesores de Teología celebrando el 700 aniversario de san Alberto Magno. 

La imagen de la Virgen negra, en la Gnadenkapelle (capilla de la gracia), es una talla gótica de principios del s XV. En 1489 la Virgen salvó la vida a un niño de tres años que se había ahogado en el río. El santuario lo llevan los capuchinos que veneran la tumba de san Conrado quien quiso ser paje fiel de la Reina de los ángeles, como lámpara encendida junto al sagrario; el día de su muerte era sábado y repicaba la campana para el Ángelus. Fue canonizado por Pío XI en 1934. Las peregrinaciones de la familia Ratzinger a este santuario dejaron profunda huella en Joseph, Papa Benedicto XVI, que lo visitó el lunes 11-9-06 en su primer viaje apostólico por Alemania.


Leopoldo Mandic (+1942 con 76 años). Undécimo de doce hijos de familia croata de Castronovo, bautizado como Bogdan (Adeodato) Juan, era de carácter fuerte. Ya fraile, es uno de los más grandes precursores del apostolado ecuménico y se dedicó a confesar con frío o calor y a pesar de sus muchas enfermedades, por lo que se le considera mártir del confesionario. Beatificado por Pablo VI en 1976 y canonizado por Juan Pablo II en 1983.


Pío de Pietrelcina (+1968 con 81 años). Francisco Forgione, el Padre Pío, fue canonizado por Juan Pablo II en 2002, batiendo el récord de asistentes: más de 600.000 en la plaza de san Pedro y en una explanada romana preparada para la ocasión y a la que el Papa tuvo que trasladarse (en helicóptero) para saludar a esa multitud que no pudo estar en la plaza de san Pedro. En 1948 le visitó el entonces sacerdote polaco Wojtyla y le predijo que sería Papa y que sufriría como un atentado; se lo repetiría otra vez cuando ya Wojtyla era obispo. Estigmatizado como san Francisco desde la mañana del viernes 20 de septiembre de 1918 en que recibió el don de las llagas (abiertas y sangrantes durante 50 años) mientras oraba ante el crucifijo del coro de la vieja iglesia del convento de san Giovanni Rotondo, en las estribaciones del Gargano, donde permaneció hasta su muerte. “Por una permisión especial de Dios” –así dijo Juan Pablo II al beatificarlo- tuvo que soportar calumnias, persecuciones y limitaciones al ejercicio de su ministerio sacerdotal. Con todo, inició los “Grupos de oración”, fundó un moderno hospital que llamó “casa alivio del sufrimiento” y dedicó hasta 15 horas diarias al confesionario. Benedicto XVI visitó el santuario de san Giovanni Rotondo (21 junio 2009) honrando su figura; es el tercer santuario más concurrido (7 millones al año) después del Vaticano y Guadalupe.

Capuchin@s mártires

Fidel de Sigmaringen (+1622 con 45 años). Era doctor en Derecho y en Filosofía por Friburgo. Ejerciendo la abogacía se le llamaba “el abogado de los pobres”; a los 34 años se hizo capuchino y luego sacerdote. En Suiza, enviado por Propaganda fidei, una banda de fanáticos campesinos calvinistas le destrozaron la cabeza con una maza.

Agatángelo de Vincennes (+1638), beato. Siendo sacerdote, estudió en Palestina el árabe y fue a Menfis con el P. Casiano de Nantes en la misión de Etiopía de Propaganda fidei. Fueron acusados de espías extranjeros y enemigos de la religión del país y ahorcados.
12 capuchinos y 6 capuchinas de santa Clara, fueron beatificados en 2001 en el grupo de José Aparicio Sanz y 232 compañeros, mártires en Valencia durante la persecución religiosa en España (1936-39). No son mártires por morir en una guerra civil, sino por perder cruentamente la vida y sin más motivos que su fe. El grupo lo componen 38 sacerdotes valencianos y 2 de Zaragoza, 19 mujeres, 18 jóvenes de Acción Católica, 18 dominicos, 10 franciscanos, 12 jesuitas, 30 salesianos, etc..


Ángela de san José y 16 comp, beatas, son mártires españolas en 1936. Ángeles Lloret Martí y sus catorce compañeras religiosas del Instituto de la Doctrina Cristiana (fundado en 1880 por la Sierva de Dios Micaela Grau) y una clarisa capuchina, y martirizadas en el Picadero de Paterna (Valencia). Fueron llevadas en un microbús en el que iban animándose, rezando y perdonando. Juan Pablo II beatificó además a otros 471 mártires españoles, de ellos 379 son religiosos (un 80%). Un investigador histórico dijo en 1960 que la cifra de mártires en España fue de 6.832 (de los cuales unas pocas decenas son laicos). Posteriormente el historiador Vicente Cárcel Ortí habla de unos diez mil.

2 comentaris:

  1. con el mayor respeto, san jose de cupertino fue fraile franciscano menor conventual y no capuchino, como se anota en esta pagina. me gustaría se replanteen esta afirmacion. gracias.
    fr, john marin ofconv

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  2. muy agradecido por la observación que tengo en cuenta.

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