Institución privilegiada
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“Non nobis, Domine, non nobis, sed Nomine tuo da gloriam”, que libremente puede traducirse como “a tu Nombre la gloria, no para nosotros” es el lema impuesto por su padre espiritual, san Bernardo de Claraval, y compendia el ideal y el propósito de su existencia. Los primeros hermanos no vivían y luchaban por interés personal, sino por una idea, el establecimiento de la sociedad cristiana, una civilización dedicada a la gloria de Dios.
Los que reivindican ser los actuales templarios dicen que hoy la Orden se dedica a luchar contra el materialismo, la impiedad y la tiranía en el mundo; a defender la santidad del individuo y a afirmar la base espiritual de la existencia humana.
Novedad medieval

Jacques de Vitry, flamenco que fue obispo de Acre en el s XIII, cuenta asimismo ese acontecimiento en su “Historia orientalis seu hierosolymitana” y añade que “se comprometieron a defender a los peregrinos contra los bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano Balduino II. Al principio no fueron más que nueve y durante nueve años, se vistieron con ropas seculares. Como no tenían iglesia ni lugar en que habitar, el rey les alojó en las caballerizas de su palacio en Jerusalén, cerca del Templo del Señor y por esa razón se les llamó más tarde templarios. Estaba pegado a la mezquita de Al-Aqsa, edificada encima de las ruinas del templo de Salomón".

En 1127 Hugo de Payens y cinco de sus caballeros, portando una carta de presentación de Balduino II a Bernardo de Claraval y financiandoles el viaje, regresaron a Europa. Bernardo era sobrino de Andrés de Montbard, el 5º Gran Maestre, primo de Hugo de Payens por parte de madre, y ya les conocía por sus contactos franceses para fundar el Cister. En esa carta le pide su patrocinio para obtener la aprobación eclesiástica y la ayuda para dar a conocer la Orden entre la nobleza europea y reclutar hombres.
La “regla” inicial redactada en Jerusalén por el Patriarca Etienne de

La “regla” presentada al Concilio de Troyes fue redactada por Bernardo de Claraval, cambiando la agustiniana por la cisterciense, la benedictina reformada. Contaba con sesenta y ocho artículos e incluía la novedad de los monjes - soldados: “A vosotros, que habéis hecho voluntaria renuncia de vuestras voluntades personales, que prestáis servicio de caballería al Rey con armas para la protección de vuestras almas, velad en un sentido universal al escuchar maitines y todos los servicios.”
En 1128 el Maestre consigue que el Papa Honorio II convoque un Concilio de Troyes que autorizará canónicamente la Orden ya fundada. En aquel tiempo se buscaba solución a la “querella de las investiduras” y hacía falta ir solucionando los puntos de conflicto entre la Iglesia y el poder temporal.
En 1130 la nueva milicia se dedica a recorrer Europa en busca de caballeros y donaciones para la Orden. Consiguen más de 300 caballeros e importantes donativos de la mayoría de las casas reinantes y, además del oro, han conseguido importantes feudos y la propiedad de iglesias, derecho de limosnas de determinadas iglesias en días estipulados, granjas y otros lugares. Establecidas las bases de las provincias templarias en el continente, en Inglaterra y Escocia parten de nuevo hacia Oriente y lo harán en compañía de Fulco de Anjou que viajaba a Palestina para desposarse con la heredera del reino.

A Odilón (+1049 con 78 años), el 5º abad de Cluny, se debe la idea de la "Tregua de Dios", que consistía en interrumpir todo acto guerrero o de bandolerismo desde la tarde del miércoles hasta el lunes por la mañana. El Papa Juan VIII (+882 con 60 años) había declarado que aquellos que murieran en el campo de batalla luchando contra el infiel, verían sus pecados perdonados, es más: se equipararían a los mártires por la fe. Odilón fue abad durante 50 años y cuando la abadía ejercía una enorme influencia en toda Europa atormentada con los terrores apocalípticos del año mil.
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