Mi reino no es de este mundo
Ilustres hombres y mujeres de Cluny
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Cluny fue fundado por el conde Guillermo de Aquitania (+918 con 43 años) en 909 para reformar los benedictinos, fundados por san Benito (+547 con 67 años). El monaquismo benedictino se había relajado y ese perder el espíritu inicial es lo que motivó la reforma. Siempre las reformas son volver la mirada hacia atrás añorando el rigor de tiempos pasados. Cluny como los benedictinos vestían hábito negro pero el Císter, al reformar a su vez a Cluny, cambiará al blanco.

Otro Guillermo (+1142 con 57 años), piamontés de Vercelli, entre Milán y Turín, eremita por el sur napolitano, al reunir discípulos formó una comunidad que dio pie a un monasterio (la Orden del Monte de María) donde vestían hábito blanco. De él saldrá en 1075 san Ruperto para fundar el de Molesmes y empezar entonces la reforma de Cluny en Citeaux (1098) con lo que será el Císter que florecerá cuando ingrese san Bernardo en 1112. Guillermo peregrinó de joven a Santiago de Compostela a pie descalzo y cargado con cadenas.

Anteriormente Juan Gualberto (+1073), florentino, era un joven nada piadoso que se hizo militar. Un Viernes Santo se encontró en un callejón a quien mató a su hermano Hugo, pero su furibunda ira se aplacó porque el asesino, de rodillas, le imploró misericordia por el amor de Jesucristo en la cruz. Aturdido entró en una iglesia y vio que el crucifijo le daba las gracias inclinado la cabeza. Se hizo benedictino pero ante tanta corrupción y simonía, quiso reformar los monjes negros cluniacenses, fundando en Italia el monasterio de Vallumbrosa y otros, donde instauró el hábito blanco que después imitaron los cistercienses. Además parece que Gualberto inventó los hermanos legos.
Una reforma más
La novedad aportada por Cluny es la autonomía de la Orden respecto al emperador y la centralización de la nueva Orden borrando la autonomía que cada monasterio venían gozando hasta ahora. El primer monasterio fundado con el abad Bernone y doce benedictinos ya no dependía ni de los señores del lugar ni de los obispos; dependía directamente del Papa.

El nuevo estilo de Cluny será imitado por toda Europa y de ellos nacerá la costumbre de la dirección espiritual (charlar con el abad) de la que nacerá la confesión auricular como se conoce hoy.
Con Cluny recibe un fuerte impulso el estudio de la Biblia y de los textos de los grandes pensadores y filósofos antiguos. Incluso se traduce al latín el Corán y Aristóteles. Con el Císter y los Templarios, estará prohibido en las universidades no sólo leer sino pronunciar el nombre del filósofo griego y Tomás de Aquino irá contra corriente sin hacer caso de las excomuniones que le caían encima.

La gran reforma gregoriana del siglo XII fue obra del Papa-monje cluniciense Gregorio VII (+1085 con 65 años), el famoso y discutido monje Hildebrando, de origen campesino.
Fue elegido Papa por aclamación, el pueblo se apoderó de él y lo entronizó en el sillón. A los 8 días, los cardenales confirmaron la elección.
Desde tiempos de Gregorio I Magno, de Ambrosio y Agustín se venía soñando implantar el estilo monástico; era el ideal larvado por tantos Padres de la Iglesia, cuando los obispos, primero en Oriente y luego en Occidente, empezaron a provenir del monacato.
Con su experiencia de abad, cuando fue Papa promovió la centralización eclesiástica y la efectiva potestad jurisdiccional sobre todas las iglesias occidentales. Era novedad hasta entonces desconocida en la Iglesia esa prioridad de la ley sobre cualquier otro elemento evangélico. A la vez unificó los ritos según el patrón romano, utilizando para ello a los monjes de Cluny. Juan Pablo II invitará a afrontar los retos del tercer milenio con la nueva evangelización ante la desaparición de la “sociedad cristiana”.

Anteriormente León IX (+1054), Bruno de Dagsburgo, fue el papa impulsor de la reforma de Cluny para dar paso al Cister, lo cual ocurría mientras tenía lugar el Cisma de Oriente con la separación de los ortodoxos. Siendo obispo de Toul, el emperador Enrique III le designó sucesor de Dámaso II lo cual ratificó luego el clero y el pueblo romano. Murió el 19 abril y la excomunión a Miguel Cerulario fue el 16 de junio, obra de su legado en Bizancio y quien, por sede vacante, no tenía jurisdicción alguna.
Mi reino no es de este mundo

Cluny aparece cuando la Iglesia está a punto de romperse en dos con el Cisma de Oriente. Las relaciones entre Oriente y Occidente estaban muy deterioradas desde hacía algunos siglos. Roma, como no se sentía protegida por Oriente, puso la mirada en el Occidente franco y fue baza decisiva en el proceso hacia el imperialismo universalista de sajones y francones, protagonizando la construcción de este mundo (europeo) con el Reino cristiano francon desde el 800 y luego el Sacro Imperio Romano Germánico. Se había logrado construir la Cristiandad, la sociedad cristiana.
En Worms en 1076 los obispos y clérigos alemanes declararon la indignidad de Gregorio VII, por ser aliado de los normandos del sur. La excomunión fue la respuesta pontificia que provocó el levantamiento de los príncipes y la conquista de Roma. Ayudado por Roberto Guiscard, entró a saco en Roma sometiendo a los romanos a una opresión feroz. Gregorio VII tuvo que huir, primero a Montecasino y luego a Salerno, donde falleció, mientras el revoltoso Enrique IV era coronado por el antipapa Clemente III.
“Me rodean un inmenso dolor y una tristeza universal —escribía en enero de 1075 al amigo san Hugo, abad de Cluny— porque la Iglesia oriental se aparta de la fe; y si miro hacia Occidente, al Mediodía o al Septentrión, casi no encuentro obispos legítimos por la elección o por la vida, que gobiernen el pueblo cristiano por amor a Cristo. Lo hacen por ambición mundana”.
El poder civil o secular evidentemente se salía de sus competencias nombrando abades y obispos porque no tiene derecho alguno para nombrar a los pastores de las comunidades cristianas. Pero las propiedades y edificios que utilizan los cristianos no tienen porque ser propiedad de la Iglesia.

Jesús utilizaba propiedades seculares como en Cafarnaúm, bien la casa de Pedro, donde también vivía su suegra, bien la de Mateo que parece más grande pues, una vez llamado para seguirle, lo celebró con un banquete al que asistieron muchos publicanos y pecadores.
En Betania la casa que usaba para pasar la noche con los suyos era propiedad de Lázaro y sus hermanas Marta y María. El cenáculo donde realiza la Última Cena también era propiedad secular del dueño de la misma. Pablo hace referencias continuas a los/las propietarios/as de las casas en las que se reunían los cristianos aquí y allá.
En Betania la casa que usaba para pasar la noche con los suyos era propiedad de Lázaro y sus hermanas Marta y María. El cenáculo donde realiza la Última Cena también era propiedad secular del dueño de la misma. Pablo hace referencias continuas a los/las propietarios/as de las casas en las que se reunían los cristianos aquí y allá.
Con el paso de los siglos empezó a cambiar la cosa radicalmente tras la aceptación de los regalos patrimoniales de Constantino por parte del Papa y aprobar que fuera el Emperador quien convocara los concilios por sus razones político-temporales.

Todavía en el siglo XVII hay voces críticas como la de Roberto Belarmino (+1621 con 79años), jesuita, cardenal y doctor de la Iglesia. Templado, conciliador, libre y profundo; un santo incómodo. Teólogo particular del Papa, arzobispo de Capua y consultor del Santo Oficio (como se llamaba entonces) aunque estuvo metido en el Índice por criticar los límites del poder temporal del Papa, consciente de no faltar a su 4º voto sino todo lo contrario, viviendo la evangélica corrección fraterna.
Beda “el venerable” (+735 con 62 años), inglés, benedictino, patrono de los historiadores y doctor de la Iglesia, era un teólogo investigador comparado a san Isidoro de Sevilla, y que en su tiempo protestó por el excesivo número de fundaciones monásticas de laicos que se hacían pues debilitaban los recursos militares del Estado.
En 1885 León XIII, en su encíclica Immortale Dei (n. 28) afirmaba: «Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. Entonces aquella energía propia de la sabiduría cristiana, aquella su divina virtud había compenetrado las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, impregnando todas las clases y relaciones de la sociedad (…) el sacerdocio y el imperio, concordes entre sí, departían con toda felicidad en amigable consorcio de voluntades e intereses. Organizada de este modo la sociedad civil, produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de ellos y quedará consignada en un sinnúmero de monumentos históricos, ilustres e indelebles, que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá nunca desvirtuar ni oscurecer».
Mientras tanto seguimos leyendo en el Evangelio la voz del propio Cristo que dijo, nos dijo: “Mi reino no es de este mundo”.
Ilustres hombres y mujeres de Cluny

Odón (+942 con 63 años), fue el 2º abad de Cluny, ayudante de Guillermo de Aquitania, fundador en 909 de la nueva Orden de Cluny, y a quien sucedió a su muerte. Fundó 15 monasterios más y gobernó a mil monjes por Europa. El Papa le pidió varias veces ir a Roma para ayudarle a calmar las guerras civiles.
Benedicto XVI glosó la figura de este santo abad (Audiencia General 02-IX-2009) y recordando su vida, hizo alusión a que ya a los 16 años, una vigilia de Navidad, tuvo la experiencia religiosa de que brotara de sus labios una oración breve a María, madre de misericordia y única esperanza del mundo. Ya monje, cuidó mucho la devoción al Cuerpo y la Sangre de Cristo y deploraba el extendido abandono de la Eucaristía en ese tiempo y la vastedad de los vicios difundidos en la sociedad. Bajo la austeridad del reformador, había un hombre bondadoso porque vivía junto a la bondad de Dios.
Mayolo (+994 con 86 años) fue otro abad de Cluny. Nacido en Avignon, Otón II quiso hacerle Papa al morir Benedicto VI pero Mayolo se negó. Falleció en Savigny a donde fue a visitar al rey Hugo Capeto.

Odilón (+1049 con 78 años) fue el 5º abad de Cluny durante 50 años y cuando la abadía ejercía una enorme influencia en toda Europa atormentada con los terrores apocalípticos del año mil. A él se debe la conmemoración de todos los difuntos en sus monasterios y la idea de la "Tregua de Dios", que consistía en interrumpir todo acto guerrero o de bandolerismo desde la tarde del miércoles hasta el lunes por la mañana.
Alferio (+1050). Servía al príncipe de su ciudad Salerno y enviado al rey francés, enfermó en el camino. Hospedado con unos monjes, decidió ese género de vida pasando a Cluny. Luego fundó un monasterio en Cava dei Tirreni; uno de sus monjes fue el papa Víctor III (Desiderio). El papa León XIII confirmó su culto y el de los tres siguientes sucesores: León, Pedro y Constable.
Anastasio (+1085 octogenario) es un veneciano que ingresó en un monasterio normando que luego abandonó para ser solitario en la isla Tombolenia hasta que le llamó san Hugo de Cluny. Gregorio VII le dio la misión de evangelizar a los mozárabes españoles y luego fue eremita en el Pirineo unos años.
Urbano II (+1099), beato y Papa, era monje de Cluny aunque tuvo de maestro a san Bruno. Fue elegido Papa en Terracina mientras en Roma estaba el antipapa Clemente III. Celebró el concilio de Clermont en 1095 donde se decidió la 1ª cruzada para rescatar Jerusalén.
Gualterio (+1095 con 65 años), siendo abad de Pontoise, abandonó el monasterio para ir a Cluny pero lo reclamaron; lo hizo una segunda vez para ser eremita en Tours pero Gregorio VII le obligó a regresar.
Hugo (+1109 con 85 años), de familia noble, fue el abad que durante 60 años vio la expansión por Europa de los cistercienses que fueron una auténtica revolución en la espiritualidad, el arte y el gobierno de la Iglesia y el soporte de la reforma iniciada por León IX y Gregorio VII.
Pedro (+1109), fue obispo de Osma siendo monje de Cluny. Acompañó a san Bernardo a España y se quedó en Osma de arcediano. Fue el primer obispo de Osma tras la reconquista. Murió en Palencia.
Pedro “el venerable” (+1156 con 62 años), abad de Cluny, fue glosado por Benedicto XVI (Audiencia General 14-X-2009) quien recordó que Gregorio VII decía que todos los abades de Cluny eran santos, aunque en tiempos de Pedro ya empezaba la crisis que motivó fundar el Císter. Pedro era un hombre de paz y pacificador, riguroso consigo mismo y comprensivo con los demás. Era amigo de san Bernardo al que definía como "faro de la Iglesia".
El Papa Ratzinger recordó el sentido eclesial de Pedro que decía que "no está alimentado con el Espíritu de Cristo el que no sienta las heridas del cuerpo de Cristo". Prestó atención a judíos y musulmanes e hizo traducir el Corán para conocerlos. Dejó páginas preciosas sobre el Stmo Sacramento y sobre la Virgen María. Fue quien introdujo en Cluny la fiesta de la Transfiguración. Ese estilo de vida monástico (con la celebración del oficio divino, la lectura, la meditación personal y la penitencia discreta), unido al trabajo cotidiano –añadía Benedicto XVI- puede ser, en gran medida, el estilo del cristiano que quiera ser auténtico discípulo de Cristo.
Morando (+1115) es un renano que después de peregrinar a Santiago de Compostela, ingresó en Cluny y luego fue enviado a la abadía de Altkrich.
Consorcia, virgen monja de Cluny, era hija de san Euquerio y santa Gala.
Amadeo (+1159 con 49 años), era hijo de los condes de Hauterive y cuando sus padres optaron por la vida religiosa, ingresó en Bonnevaux; luego en Cluny y finalmente pasó al Císter cuando san Bernardo fue abad de Hautecombe. El papa Lucio II, contra su voluntad, le nombró obispo de Lausana. Fue canciller imperial de Federico Barbarroja; intervino en asuntos políticos siempre por amor a la paz y al bien general. En la Liturgia de las Horas, es suya la 2ª lectura del 22 de agosto, santa María Reina.
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