Un modo de ser cristiano
El monaquismo en otras religiones
=======================================

Desde el primer momento hay discípul@s de Cristo que al querer “seguirle”, o sea imitarle, tienen que fijarse en algún aspecto de su vida. Cristo es el Redentor universal, el único modelo a imitar pero su vida es muy rica y cabe imitarle de muchas maneras. Una manera es imitarle en aquellos 40 días que, antes de su vida pública, así llamada, se retiró al desierto.
El desprecio del mundo
Cristo no tendrá ningún inconveniente con el monaquismo cristiano y sus derivados pues es habitual, en todas las grandes religiones. Quienes aspiran a la perfección -como los santones del hinduismo o los monjes budistas- sientan la “necesidad” de apartarse de este mundo, despreciar las actividades profesionales, familiares y sociales y retirarse a lugares solitarios individualmente o en comunidades monásticas. Cristo conocía este modo de vida pues en su tiempo también había esa tendencia entre algunos, aunque pocos, del pueblo judío, como por ejemplo su primo Juan Bautista o los esenios.

Ya desde la era apostólica había cristian@s que vivían el celibato apostólico pero en medio del mundo como respuesta al don de Dios recibido y correspondido. Puede que a algunas pocas mujeres, pero no a la mayoría, les podría pesar bastante el poder considerarse libres de verdad ya que el matrimonio era una esclavitud social para ellas. Será a partir del final del siglo III, tras la cruenta persecución de Decio, y luego con la última de Diocleciano, cuando empiecen a abundar los que deciden irse del mundo y retirarse a la soledad, en parte por el terror a sufrir martirio.
Otra razón para la huida fue la aversión al relajamiento, al aburguesamiento y a la consiguiente degradación moral y espiritual que va cuajando a raíz de la paz constantiniana. Al martirio físico que el cristianismo venía sufriendo desde el mismo Cristo, le sigue el inventado martirio moral buscado en la imposición de un modo de vida que renuncia a los placeres lícitos con el ayuno, la abstinencia, la continencia sexual y la carencia de bienes materiales. Ese estilo de vida cuajará en los llamados “consejos evangélicos” que son tres aunque en los evangelios hay un montón de ellos que dio Jesús, aparte de mandatos que, por definición, deben tenerse prioritarios y obligatorios.
En Egipto y Siria se inició la vida solitaria alejada del mundanal ruido por quienes dejaban la familia, la profesión u oficio y la vida social que les parecía un verdadero estorbo para alcanzar la perfección. Los solitarios viven como anacoretas pero tienden estar más o menos cerca unos de otros, formando como colonias. Así aparecerán los cenobitas cuando se regule la comunidad. La mayoría eran analfabetos, no les preocupaban las elucubraciones teológicas, se contentaban con una vida práctica, la ascética, vivida con rigorismo más que con rigor. Como han renunciado a vivir y santificarse en el cumplimiento de sus deberes ordinarios, tendrán que inventarse unos deberes extraordinarios –la Regla- con los que poder ejercitar las virtudes y alcanzar la perfección y así nace el monaquismo. En esos primeros momentos son famosas sobre todo las reglas de san Agustín y san Basilio.
Los solitarios eran laicos y el sacerdocio era una excepción aunque solía haber uno en cada colonia que facilitaba celebrar la Eucaristía y fue tomando prestigio espiritual entre ellos. Se le buscará para escuchar sus consejos y enseñanzas a nivel colectivo y personal. Se le tendrá por “padre” espiritual, superior o abad.

Con la evolución de este cristianismo aparecerá el estado monacal con los monasterios y los monjes. Monajos en griego y monachus en latín, deriva de monos, estar solo. Ya se institucionaliza la dualidad de miembros clérigos y laicos (legos) con la ventaja de que muchos dejaron de ser analfabetos (los clérigos) y se dedicaban a estudiar la Biblia; en cada monasterio había una biblioteca donde los monjes ancianos enseñaban a los jóvenes.
Con los laicos se respetaba el trabajo u oficio que un recién llegado había ejercido hasta entonces y que venía bien para las necesidades de la comunidad, que llegaría a ser como una pequeña ciudad.
Con los laicos se respetaba el trabajo u oficio que un recién llegado había ejercido hasta entonces y que venía bien para las necesidades de la comunidad, que llegaría a ser como una pequeña ciudad.
Pero a lo largo de los siglos la sensibilidad por el estilo eremítico o la soledad nunca desaparecerá y no faltarán quienes lo añoren: obispos, sacerdotes, diáconos o laicos. Incluso entre las grandes Órdenes monásticas habrá de vez en cuando algún monje que abandona la comunidad y el monasterio y se retira a la soledad. Así también surgirán la Cartuja y la Trapa. Los amantes de la soledad no siempre pudieron realizar su sueño pero su vida no fue infructífera.
Un modo de ser cristiano
El modelo de vida monástica es para una minoría con la misión de ser para la mayoría signos escatológicos, o sea, señales de la otra vida. La vida comunitaria no siempre deviene en monástica, o sea, sujeta a una Regla. Ni Jesús con sus discípulos, los “doce” más “los otros setenta y dos” hicieron vida “regular” o monástica, ni la Virgen María con las mujeres que le acompañaban era una comunidad monástica femenina. Era un grupo familiar pues, como dice san Pablo, los cristianos forman parte de la familia de Dios (domestici Dei).

Aunque se lee en la Escritura que “tanto amó Dios al mundo que no paró hasta darnos a su Hijo”, llega un momento en que se tiene por muy cristiano el desprecio del mundo y la vida del monje empezó a ser considerada como la única manera de ser buen cristiano, de alcanzar la santidad.
Esa idea fue cuajando y expandiéndose, entre otras razones, porque se fueron nombrando obispos a monjes y buscaban inocular el espíritu monástico a los sacerdotes en primer lugar y luego en los laicos. Por ejemplo, durante muchos siglos a los acólitos, que sólo eran niños, se les llamaba monaguillos, monjecitos.
San Eusebio (+371 con 88 años), primer obispo de Vercelli, actuando como si fuera un abad, instituyó una Regla (regula) para sus sacerdotes con vida común, anticipo de las Congregaciones de Canónigos Regulares basadas en la Regla de san Agustín. Sufrió destierro a Egipto, a Capadocia y a la Tebaida y tormentos por la fe. Ya desde joven se afirma que vivió íntegra su pureza y que pasaba largos ratos de oración. Como sacerdote ya le gustaba que los de una misma parroquia hicieran vida en común.
San Frigidiano, obispo de Lucca en la Toscana (+588) desde 566, hizo vivir al clero en comunidad y bajo una regla. Era irlandés que peregrinando a Italia se quedó como eremita en Monte Pisano.
San Autberto (+670), obispo de Cambrais, no era monje pero fomentó ese estilo de vida cristiana. El rey Dagoberto acudía a él para instruirse en la salvación eterna.
San Autberto (+670), obispo de Cambrais, no era monje pero fomentó ese estilo de vida cristiana. El rey Dagoberto acudía a él para instruirse en la salvación eterna.
San Crodegando, obispo de Metz (+766 con 54 años) también quiso que el clero viviera de forma parecida a los monjes. Era de familia noble de Brabante, canciller de Carlos Martel incluso siendo obispo. Ejemplos siglo tras siglo.
San Altman, obispo de Passau (+1091 con 76 años), también potenció la vida común del clero fomentando los Canónigos Regulares, para buscar la santidad de los monjes y seglares. Fue consejero y capellán de la emperatriz Inés de Poiteau, esposa de Enrique III de Alemania, quien le propuso para obispo.
San Eulogio o Eloy (+607), patriarca de Alejandría, monje en Constantinopla, conoció al futuro Gregorio Magno y al que le escribiría varias cartas. De sus obras nos han llegado "Once discursos" de los que el noveno es un canto de alabanza al estado monacal.
Uno más de la larga lista de jerarcas antiguos y Santos Padres de la Iglesia o teólogos que quedan atrapados en esta visión reduccionista del Evangelio. En aquellos tiempos se llegará a afirmar que el reino de los cielos es tan sólo y únicamente el recinto monástico. San Basilio dice que el monje es el cristiano auténtico.
Al inicio del segundo milenio santo Tomás de Aquino afirmará que sólo el religioso y el episcopal son estados de perfección; así que, viene a decir, el “resto” de cristianos no tiene nada que hacer.
En el Sínodo de los Obispos para Oriente Medio (10 a 24-X-2010), Mons. Ramzi Garmou, Arzobispo de Teherán de los Caldeos, Administrador Patriarcal de Ahwaz de los Caldeos, Presidente de la Conferencia Episcopal (Irán) expuso, como queja que «El “Instrumentum Laboris” prácticamente ha ignorado la importancia vital de la vida monástica y contemplativa para la renovación y el despertar de nuestras iglesias. Esta forma de vida que vio la luz en Oriente, y que fue el origen de una expansión misionera extraordinaria y de un testimonio admirable de nuestras iglesias en los primeros siglos. La historia nos enseña que los obispos eran elegidos entre los monjes, es decir, hombres de oración y de una profunda vida espiritual, con una gran experiencia en las “cosas de Dios”. Hoy en día, desafortunadamente, la elección de los obispos no sigue los mismos criterios y constatamos que los resultados no siempre son felices, desafortunadamente».
A las puertas del tercer milenio, en la 2ª mitad del siglo XX, serán las luces que el Espíritu concede a la Iglesia, o la sincera correspondencia de los hombres a esas luces que no habrían faltado antes, lo que ayude a descubrir la llamada universal a la santidad. Dios quiere que todos los hombres se salven y que todos lleguen al conocimiento de la verdad, no unos pocos. Pío XII, antes del Concilio Vaticano II, ya había dejado claro que algunos pueden lograr la santidad -o ganarse el cielo- viviendo en los estados de perfección pero el “resto”, la mayoría, lo pueden conseguir con la perfección de su estado (solteros, casados, viudos o clérigos).
El monaquismo en otras religiones
La vida monástica está presente en varias religiones antiguas, por ejemplo asiáticas, y no existía en el judaísmo salvo el tardío fenómeno de los esenios.
En el pueblo de Israel se dieron casos sueltos de vida eremítica o solitaria a lo largo de los siglos del Antiguo Testamento, como Elías o Juan Bautista. Nunca fue un modo habitual de vivir el judaísmo pero sí lo fue y lo es en el hinduismo y mahometanismo: los santones. En el Islam surgieron muchas comunidades de ascetas en centros de colonias militares árabes. Hasan al-Basri del s VIII y Abdak al-Stlfi del s IX alcanzaron fama en la historia de la mística musulmana.

En octubre de 1998 se celebró en Pekín un foro sobre religiones con la asistencia de 197 sacerdotes taoístas de 27 provincias, regiones y municipalidades, en el que se hizo un repaso de las 133 asociaciones taoístas del país que agrupan unos 25.000 monjes. Como la mayoría son ancianos, el Secretario General de la Asociación Taoísta China, Zhang Jiyu, para mantenerla viva, propuso popularizar su filosofía, fomentarla entre los jóvenes y entrenar ya a monjes y monjas jóvenes para rejuvenecer sus templos.
En el siglo 1 y 2 dC, Chang Tao-ling fundó monasterios masculinos y femeninos por toda China, siendo el primero de los llamados “Preceptores celestes” y se le premió con unas tierras que convirtió en Estado taoísta aunque en 1927 fue suprimido por el gobierno. El que mandaba en aquel Estado se llamaba “Maestro del cielo”.

Poco antes de morir, Buda fundó una especie de Orden religiosa mendicante (los bonzos) que vivirían en monasterios y con sus necesidades materiales cubiertas por los laicos. Su suegra logró convencerle para que admitiera mujeres y pronto superaron en número a los varones.
Hoy día en Tailandia, donde se vive el budismo theravada, hay miles de monjas budistas aunque no tienen el mismo reconocimiento ni los mismos donativos ni el mismo respeto que los monjes. En el templo de Paknam, junto a Bangkok, viven cien, en edificios separados, realizan actividades sociales y sirven a los monjes en los quehaceres diarios. En Tailandia se calculan 30 mil templos o monasterios para 300 mil monjes y unas 15 mil monjas.
El budismo tiene varias modalidades y una de ellas la viven los monjes dedicados a recorrer el “camino estrecho o pequeño vehículo” (hinayana) de sumo rigor ascético y del desprecio del mundo por el que se llega a la más absoluta perfección, la imperturbabilidad.
El itinerario espiritual del monje cristiano coincide en sus rasgos generales con los de otras religiones verdaderas. Así la primera etapa de purificación para extirpar vicios y sembrar virtudes. Cristo habló de ello y se refirió al camino estrecho en contraposición al ancho y acomodado de los que viven sin luchar contra sus vicios ni se esfuerzan por practicar la virtud: se dejan llevar cómodamente de lo que les apetece, lo que les pida el cuerpo, y otras expresiones así. Buda también dibuja dos caminos, uno ancho y otro estrecho. Las prácticas ascéticas coinciden en las diversas religiones: ayunos, abstinencias, silencio, trabajo manual y abandono del cuidado corporal.
Pero la ascética no es únicamente para los monjes. Si al "resto" de los bautizados se les inocula esta idea, no hay que sorprenderse de "¡cómo está el mundo, Facundo"!
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada