divendres, 29 d’octubre del 2010

CENOBITAS ORIENTALES

Los esenios
Cenobitas en Egipto
Cenobitas en Palestina
Otros cenobitas
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Benedicto XVI en la Audiencia General del 21-XI-07 habló de Afraates (+350), obispo, el escritor más antiguo de la iglesia siria. Lo presentó como exponente de ese otro cristianismo, desconocido para Occidente: “Allí florecieron las Iglesias de lengua semítica, sobre las que todavía no había influido el pensamiento griego… Las comunidades siríacas del siglo IV representan al mundo semítico, del que salió la Biblia misma, y son expresión de un cristianismo cuya formulación teológica aún no había entrado en contacto con corrientes culturales diversas, sino que vivía de formas de pensamiento propias. Son Iglesias en las que el ascetismo bajo varias formas eremíticas (eremitas en el desierto, en las cuevas, recluidos y estilitas) y el monaquismo bajo formas de vida comunitaria desempeñan un papel de vital importancia en el desarrollo del pensamiento teológico y espiritual”.

Afraates, llamado "el sabio persa", nació en el paganismo, se bautizó, fue sacerdote y también consagrado obispo. Vivió intensamente la vida de santidad, y se dedicó sin reservas a evangelizar su país. Enseñó la fe y polemizó para defenderla. Su obra literaria contiene escritos de contenido teológico, ascético, apologético y disciplinar.

Hay otro Afraates (+378), anacoreta persa que siguiendo las huellas de los magos, fue a Belén donde encontró la fe en Cristo. Abandonó sus riquezas y vivió en una casita en Edesa de Mesopotamia y cuando la persecución de Valente, se fue a Antioquía enfrentándose al emperador en persona. Algunos lo identifican con “el sabio persa”, el escritor.

Los esenios


Los cristianos anacoretas y solitarios solían vivir más o menos cerca unos de otros, formando colonias. Iahvé mismo ya dijo que “no es bueno que el hombre esté solo” que se puede aplicar no sólo al matrimonio sino a la dimensión social de todo hombre. En el pueblo judío del Antiguo Testamento la soledad era un modo de vida extraño pues sólo se conoce la comunidad de los esenios, una secta nacida en 150 aC un tanto misteriosa pues hasta el siglo XX sólo se conocían referencias de historiadores con Plinio, Flavio Josefo y Filón. 

No hay de ellos referencias bíblicas ni rabínicas. Algunos creen que provienen de Esen, el hijo adoptivo de Moisés hacia el siglo XIII aC. más bien parece que tras la revuelta macabea (166-159 aC), bajo el mando de un nuevo líder, el Maestro de Justicia, son el grupo que se retiró al desierto para “preparar el camino del Señor”. La revuelta fue en tiempos de la dominación griega, cuando el templo fue profanado por Antíoco Epifanes, vertiendo sobre el altar sangre de cerdo. Los rebeldes, fieles a su fe, huyeron al desierto.

Era una comunidad sólo masculina, tenían comunidad de bienes y de propiedades, un rito de iniciación de tres años, vivían con rigorismo prácticas acéticas varias (ayunos, abstinencias de ciertas carnes, continencia sexual, etc.) y el aseo personal que era con agua fría. Tenían prohibido practicar el comercio, hacer negocios y fabricar armas.

El descubrimiento casual de los Manuscritos del Mar Muerto en Qunram en 1947, una vez descifrados, revelan que muy probablemente sean ellos. Algunos tienen especial interés en decir que Juan el bautista y Jesucristo fueron esenios o por lo menos vivieron una temporada en esa comunidad o congregación. Se dice que, cuando los romanos atacaron Jerusalén en el 68 (en el 70 Tito arrasa la ciudad y el templo judío, que era su orgullo), los esenios escondieron sus escrituras en unas cuevas a 40 km al este de Jerusalén.

Los esenios buscaban abandonar el orden existente de las cosas y entrar en una comunidad o fraternidad, con sacerdotes y laicos, que se consideraba a sí misma como distinta por completo de cualquier otra, ya fuera judía o pagana. Ellos se consideraban los hijos verdaderos de la alianza entre Dios e Israel. Había esenios que sin embargo vivían en su ciudad, con los suyos; según Flavio Josefo unos 4000. Eran como una Tercera Orden que se inventará con los mendicantes medievales al inicio del 2º milenio.

Cenobitas en Egipto


Pacomio (+348 con 64 años), es considerado el fundador en Egipto del cenobitismo cristiano que da una estructura de comunidad a los solitarios pues pensaba que era el remedio para evitar las extravagancias de la soledad y del orgullo. Nació de padres paganos y estando encarcelado se enteró de la existencia del cristianismo; decidió bautizarse al salir de la cárcel. Se hizo monje bajo la dirección espiritual del anciano Palemón que le inició en la vida anacorética, con sus mortificaciones a veces exageradas y el encarnizamiento de ayunos y abstinencias entendidas como traducción práctica del Evangelio. Tuvo que ensanchar su celda para admitir a más monjes y luego llegaría la expansión. Tras su muerte eran unos 2.000 monjes sólo en Alejandría.

Palemón, anacoreta de Tebaida, fue el maestro de Pacomio y al que siguió al cenobio de Tabennese. Discípulos de Pacomio fueron Silvano, Jonás y Teodoro “el santificado” (+368), abad de Tabennese y coadjutor del sucesor de Pacomio.
Ammón (+400) fue el cuarto sucesor de Pacomio.

Cenobitas en Palestina


Jerónimo (+420 con 72 años) acabó su vida retirado en una gruta junto a Belén. Nacido en Dalmacia, cerca de Lubiana (antigua Yugoslavia), a los 15 años llegó a Roma y se engulló en la Roma pagana. Leyó a los clásicos pero se fascinó con la Roma cristiana y pidió el bautismo. Luego quiso imitar a los Padres del desierto y se retiró al de Calcis en Siria, sembrado de monjes estilitas, reclusos y acemetas. Después de ordenado sacerdote en Antioquia, el papa san Dámaso le llamó a Roma para asistirle en un Sínodo. Más tarde el mismo Papa le encargó traducir la Biblia.

Fue un luchador, con un genio fuerte e insobornable, y con un temple de acero forjado en vencer sus tentaciones y las del ambiente; a veces por su genio arremetía destempladamente (tuvo palabras duras para Ambrosio, Agustín y Basilio) y se creaba enemigos que se entretenían calumniándolo. En esos 4 años en Roma (382-386) dirigía el Cenáculo del Aventino donde había mujeres aristócratas (como Marcela, Paula y su hija Eustaquia, entre otras) que iniciaban en el estudio de la Biblia. Arremetió contra el clero romano y los monjes relajados; cansado y hastiado de tanta tibieza se alejó de allí a Belén a retirarse y estudiar en una gruta, donde estuvo los últimos 34 años. 

Su confesor era san Serapio, “el escolástico”, obispo de Alejandría y compañero de san Atanasio. Hizo la traducción oficial de la Biblia del griego (ya no lo hablaba la gente) al latín (la lengua vulgar entonces), conocida como la “Vulgata”. El Concilio Vaticano II promovió la reforma de la traducción con los nuevos códices descubiertos a lo largo de estos siglos y se llama ahora “Neo-Vulgata”. Daba gracias a Dios “que juzgaba digno que el mundo le odiara”. En el s XIV, bajo su advocación, se fundará la Orden de los “jerónimos”.

Entre sus discípulas en Roma se hallaba Lea (+384), matrona romana aristócrata, viuda y rica, formaba parte del Cenáculo del Aventino, en casa de Marcela, junto con Melania y otras donde estudiaban las Sdas Escrituras. Al enviudar entró en un monasterio romano y fue la superiora. Desde Belén san Jerónimo escribió a Melania recordando alabanzas a Lea.


Paula (+404 con 57 años) era otra discípula, noble romana emparentada por su madre con los Escisiones y los Grecos. Casada y madre de un hijo (Toxocio) y 4 hijas (Blesila, Paulina, Eustaquia y Rufina). Amiga de la vida mundana aunque no se dio cuenta hasta quedar viuda a los 33 años. Su pena fue inmoderada hasta que sta Marcela le ayudó a corregirse y llevar una vida mortificada y penitente. Un día hospedó a san Epifanio de Salamina y san Paulino de Antioquia que visitaron Roma y ellos le presentaron a san Jerónimo. Rufina murió joven, Blesila murió enseguida, Paulina estaba casada con san Pamaquio y murió 7 años antes que su madre. Su hija Eustaquia fue su eterna compañera. Harta del mundanal ruido se fue a Belén a pesar de las lágrimas de Rufina y Toxocio quien se casó con la cristiana Leta, hija de un sacerdote pagano y enviaron a su hija Paula a Belén a educarse con la abuela.

Eustaquia (+419 con 52 años), hija de sta Paula (y Tosocio) y asistente en el Aventino, al círculo de sta Marcela. Con su madre, acompañó a san Jerónimo a Tierra Santa. Estudió con ahínco las Sagradas Escrituras y para ello aprendió hebreo y estimuló a Jerónimo en su trabajo bíblico.


Marcela (+410 con 85 años), viuda a los siete meses de casada, en su palacio del Aventino se formó el grupo de mujeres (Lea, Marcelina, Fabiola, etc.) que desde 382 dirigió san Jerónimo. Se supone madre de sta Principia. Murió al cabo de unos días de recibir una fuerte paliza de unos malvados bárbaros que querían robar en su casa; no tenía nada.

Asela, virgen (s IV), romana, discípula de san Jerónimo, hermana de Marcela (hijas de Albina). Murió anciana después del 385.


Melania (+439 con 56 años), apodada “la joven” para distinguirla de su abuela sta Melania “la anciana”, es de la aristocracia romana, casada con su primo san Piniano. Cuando, una década más tarde, perdieron a sus dos hijos, se volcaron en la práctica de los consejos evangélicos. Así liquidaron progresivamente sus grandes bienes en construir monasterios, hospitales e iglesias. Abandonaron Roma poco después del saqueo de Alarico y después de una larga estancia en Sicilia, llegaron a Tagaste, Numidia, a casa del obispo Alipio, amigo de san Agustín, y un tiempo después, a Jerusalén. A la muerte de su madre y su esposo, Melania se estableció allí en Jerusalén, con las discípulas de san Jerónimo, Lea, Marcela y otras, una comunidad de vírgenes consagradas, entre las que pasó sus 7 últimos años.

Melania “la anciana” (+410) es la abuela paterna de Melania "la joven". Se estableció en Tierra Santa huyendo de Italia ante la invasión de los godos. Por su carácter no siempre agradable, las relaciones con su encantadora nieta fueron a veces difíciles.

Eutimio “el grande” (+493 con 107 años), armenio de Melitene que, después de 30 años de sacerdote, se retiró 62 años como eremita en la laura entre Jericó y Jerusalén. Convirtió a la fe a una tribu árabe tras curar a un niño con la señal de la cruz.


Sabas (+532 con 93 años). Nació cerca de Cesarea de Capadocia en Turquía y llegó Palestina a los 18 años, donde fue discípulo del célebre anacoreta Eutimio “el grande”. Palestina rebosaba de monjes y ermitaños que se debían guiar por la regla que san Pacomio redactó un siglo antes pero vivían dónde y cómo querían, lo cual favorecía la ociosidad. Sabas, nombrado por el Papa jefe de todos los monjes anacoretas de Tierra Santa, puso remedio a estos abusos creando en el valle de Cedrón, a las puertas de Jerusalén, la Grande Laura, un original monasterio. A los 50 años fue hecho sacerdote y nombrado jefe de todos esos monjes, unos 150 (entre ellos 5 canonizados como san Juan Damasceno y san Teodoro). Con la herencia paterna construyó dos hospitales. También convirtió a los monofisitas, herejía que prácticamente ha desaparecido. En el s VII los monjes griegos instalados en el monte Aventino construyeron allí un monasterio y una basílica en su honor.


Teodosio (+529 con 105 años) monje capadocio, cenobita de Palestina, conocido como “el cabelludo” Construyó tres hospitales cerca de Belén y sus monasterios eran como ciudades de santos en el desierto. Amigo de san Sabas. El emperador Anastasio lo desterró aunque murió antes de ejecutar el decreto; recorrió todos los monasterios palestinos para animar a los monjes a ser fieles a Calcedonia.

Otros cenobitas

Hipacio (+446) nacido en Frigia y siendo abad en Calcedonia huyó para ser monje en el monasterio de los Rufinos, al otro lado del Bósforo.

Alejandro “el acemeta” (+430) es griego que a los 30 años se hizo anacoreta en Siria y luego cenobita fundando durante 20 años comunidades acemetas, así llamados porque parece que no dormían, se turnaban día y noche para que siempre hubiera alguno(s) cantando salmos e himnos.

Teodora (+980) ingresó a los 15 años en la comunidad monacal dirigida por san Nilo que la pasó a dirigir el cenobio de santa Anastasia.

Zacarías “el angélico” (s X), grecocalabrés, es monje asceta cenobítico en el monte Mercurio de Lucania; maestro de san Nilo y de otros santos.

Ciriaco (+1030) fue anacoreta, luego cenobita junto a Tripidoro. El emperador Miguel IV lo llamó para curar a una hija por lo que le privilegió y le donó un monasterio.

De Oriente la vida cenobítica saltó a Occidente, extendiéndose por toda Europa.

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