dissabte, 19 de juny del 2010

SECTAS EN EL CRISTIANISMO INICIAL

Los gnósticos
Los maniqueos
Los ebionitas
Los encratitas
Los apostólicos

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El cristianismo inicialmente fue considerado una secta judaica como testimonian, por ejemplo, los judíos que viven en Roma y le piden a Pablo que se explique “pues de esta secta sabemos que por todas partes se la contradice” (Act 28,22). Los judíos conservadores se negaron a ser cristianos pues lo veían como algo novedoso, de “progres”, que rompían con la tradición de sus padres. Los moderados no tenían inconveniente en ser cristianos aunque exigiendo lo judío como la circuncisión y la ley de Moisés.

En el primer milenio, ya desde los inicios, brotaron sectas, o sea grupos reducidos, como siempre radicales, que reclaman purificar lo recibido o tener la comprensión total y perfecta de los misterios de la fe pero negando la realidad de Jesús de Nazaret, de Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Cuando el grupo no es, en principio, reducido, se habla de herejía en vez de secta; así monofisitas, gnósticos, maniqueos, pelagianos, arrianos.

Los gnósticos

Los gnósticos, al principio, eran positivamente considerados pues “gnosis” en griego es “conocimiento”; se aplicaba a aquellas personas que tenían un conocimiento especial y vivían de ello. San Clemente de Alejandría y san Ireneo lo aplicaban al conocimiento de Jesucristo obtenido por la fe. “La verdadera gnosis –escribe san Ireneo- es la doctrina de los Apóstoles” (Adversus haeresis IV, 33).

Posteriormente se aplica a los herejes del siglo II a IV desde que el propio Ireneo lo hace con tono peyorativo para con la herejía de Simón el samaritano (Act 8, 9-24), los simonianos, y dice que sus seguidores lo propagaron por Alejandría, Asia Menor y Roma. De ellos derivan los valentinianos que es a los que combate en vivo y en directo. Dice Ireneo que son ya muchas esas sectas, nacidas de uno que se constituye maestro, deja la secta a la que pertenece e inicia una nueva; actúan dentro de la Iglesia, dice, como “una fiera agazapada”. La abundancia de grupúsculos gnósticos es una lista casi interminable: simonianos, nicolaítas, ofitas, naasenos, setianos, peratas, basilidianos, carpocratianos, valentinianos, marcosianos, etc., según el nombre del maestro inventor.


En 1945 se descubrieron en el alto Egipto, en Nag Hammadi, unas 40 obras gnósticas. Se caracterizan por su carácter elitista y su desprecio del mundo creado; piensan que hay varios Cristos (eones) entre los seres del mundo celeste y la salvación la obtiene quien posee la chispa divina encerrada en la materia. Sólo los hombres espirituales (pneumatikoí) están destinados a la salvación.

El principio doctrinal gnóstico es maniqueo, o sea la creencia -como había propuesto el persa Maní- en dos principios: uno del mal que es el Dios del Antiguo Testamento y otro del bien que es el Dios padre de Jesucristo que nos lo envió para enseñarnos el camino de la salvación. En esos siglos de gnosticismo se escribieron los “evangelios gnósticos”: Evangelio de Felipe, Evangelio de la Verdad y el Evangelio de los egipcios.

Los nicolaítas son los discípulos de Nicolás de Antioquía, uno de los primeros siete diáconos elegidos en Jerusalén ante Pedro (Act 6, 5). Eran conocidos por sus costumbres licenciosas que no consideraban impuras. Son citados en el Apocalipsis (2,6-15.24) como aborrecibles por los cristianos de Éfeso; desaparecieron en el siglo II entre los diversos grupos gnósticos.

Los docetistas creen que Jesús es una apariencia, en griego dokesis. Niegan que Cristo recibiera una carne de María pues la carne no puede ser salvada, así que rechazan la encarnación y el misterio redentor de la cruz. Es puro platonismo que considera sólo real las ideas y la realidad visible es pura apariencia, sólo una imagen de lo real. Y platonismo es afirmar que la materia es mala, como decían los griegos, y el cuerpo es una cárcel para el alma, el espíritu. Sobre todo Tertuliano y san Ireneo combatieron estas ideas heréticas y los docetistas, como tales, desaparecen en el siglo III. El Islam conserva esa idea y afirma que el cuerpo del profeta Isa (así llaman a Jesucristo) sólo fue crucificado como una ilusión.

Los maniqueos

El maniqueísmo es la doctrina del iranio Maní o Manes (+276 con 61 años) a quien sus seguidores consideraban divinamente inspirado, aunque el dualismo está enraizado en muchas religiones primitivas. El dualista no cree en un único Dios verdadero y creador, sino en que hay dos principios: uno del bien y otro del mal que no dejan de batallar entre sí. El espíritu del hombre es del Bien, de Dios, y el cuerpo es del Mal, del Demonio. Nosotros los humanos, sólo somos actores pasivos de sus peleas.

En la antigüedad se divulgó por el Imperio Parto y Romano y en la Edad Media también por el Islam, Asia central y China. Era una religión universalista que aprovechó la ruta de la seda. Consideran al pavo como su animal sagrado pues los colores de su plumaje revelan los distintos estados espirituales por los que pasa el cuerpo hasta purificarse y transformarse en espíritu divino.

La comunidad maniquea tenía dos tipos de miembros: los “elegidos” y los “oyentes”. Aquellos célibes y vegetarianos y que al morir alcanzaban el Reino de la luz. Los “oyentes” eran servidores de los “elegidos”, podían casarse pero se les aconsejaba no tener hijos, ayunaban semanalmente y al morir esperaban reencarnarse en “elegidos”.

Los ebionitas

Entre los siglos I y IV existían también los ebionitas o nazorenos, otra rama gnóstica de judíos convertidos al cristianismo pero apegados a la Sinagoga y al monoteísmo viejotestamentario por lo que no admiten que Cristo sea Dios, pues no puede haber dos dioses. De Jesús niegan su divinidad y se fijan en que era un hombre común, hijo de José o de un soldado romano y de María, a la que no reconocen su virginidad.

Esta secta judeo-cristiana es conocida como de los ebjonim, “pobres del Señor”, y se creían que Jesús les había constituido sus herederos. Eran extremistas cristianos judaizantes que pretendían imponer la ley de Moisés para todos. Para ellos, Jesús sólo es un Profeta y el Mesías pues Dios lo ungió al ser un verdadero saddiq, “justo”. Fueron condenados en el primer Concilio de Jerusalén. A la muerte de Santiago el menor, el pariente del Señor y primer obispo de Jerusalén, se separaron de la Iglesia, capitaneados por Tébuli e hicieron la guerra a san Pablo. Vivían vida comunitaria de estricta pobreza, eran vegetarianos y se extendieron por Roma, Egipto y Asia Menor. ¿Tendrán algún influjo en Mahoma? En el s XX aparece la Comunidad del Arca de Noé que revive ese planteamiento y se actualizan con algunos de la "teología de la liberación" sudamericana, como el nicaragüense Ernesto Cardenal.

En el siglo II reaparece la idea propulsada por Teodoto de Bizancio en forma de adopcionismo, o sea que Cristo, en su bautismo en el Jordán, fue adoptado como hijo de Dios por sus excepcionales virtudes, por su condición divina. Según estos, Jesús es un hombre común aunque nacido sobrenaturalmente de María por obra del Espíritu Santo. Teodoto fue excomulgado por el papa Víctor I (192-201) pero no le impidió fundar una comunidad adopcionista en Roma. Discípulos suyo fueron Pablo de Samosata, obispo de Antioquía (260-268) y Flotino, obispo de Sirmio. Con anterioridad había sido adopcionista mitigado un tal Hermas, hermano del papa Pío I (142-157), que escribió el famosísimo “El pastor”. En el siglo VIII rebrotó esta herejía con Félix, obispo de Urgel, y con Elipando de Toledo.

Los encratitas

En los siglos I-II existió la secta de los encratitas, en griego “continentes”, que, promovidos por el docetista Julio Cassiano, profesaban un ascetismo rigorista que prohibía la carne y el vino en las comidas y se oponían al uso del matrimonio. Quizá sean hijos de los allobianos de Sármatras, país de Marción, que -como dice Clemente de Alejandría (+215)- viven al aire libre en las afueras de la ciudad, comiendo bellotas, frutos y agua. Parecen fundados por Taciano (+180 con 60 años), apologista gnóstico sirio, discípulo de san Justino. Fueron refutados por Orígenes, Tertuliano, Hipólito e Ireneo. Parecen neoplatónicos y gnósticos que defienden que la materia es el principio del mal, obra del demiurgo.

En el siglo IV recibió un impulso con el asceta capadocio Eustaquio de Sebaste que fue excomulgado por el papa san Siricio (385-398) durante el sínodo habido en Panfilia.

Los apostólicos

Los apostólicos es un movimiento surgido en la Antigüedad y en plena Edad Media, y que puede ser considerado como antecedente de las recientes conductas derivadas de la revolución parisina en mayo de 1968, tipos o tribus sociales de hombres y mujeres con cabezas y corazones ilusionados en proyectos de futuro y libertinaje como los gulags, koljoses, comunas, hippies, pankys, etc.. Cuando se inicie el medieval proceso de la secularización pasarán del ámbito eclesial al civil.

Los apostólicos eran una secta de extravagantes y radicales ya detectados en el “Panarion” del obispo de Salamina san Epifanio (+403 con 88 años), más o menos dependientes de los encratitas, que rechazaban el matrimonio como impuro, y negaban la reconciliación de los apóstatas, de los adúlteros y de los homicidas. Condenaban toda propiedad privada (no copiaron a Karl Marx) y declaraban obligatorio para todo cristiano la renuncia a los bienes materiales. La tentación comunista ha estado siempre al acecho también de los cristianos; se conoce esta tendencia desde los tiempos de los sumerios y acadios en Asia central hacia el 3000 aC. San Agustín (+430 con 76 años) y san Juan Damasceno (+749 con 103 años) dieron cuenta de los apostólicos. De nuevo en 1114 se descubrieron en Soissons, llegados de Oriente a Francia por Italia mientras Francisco de Asís fundaba la Orden que tiene la pobreza radical como bandera y de entre ellos brotaron franciscanos sediciosos.

Los apostólicos eran una sociedad secreta que no admitía la Encarnación, ni los sacramentos, también condenaba el matrimonio mientras se entregaban a prácticas inmorales, gloriándose de llevar la vida de los primeros apóstoles. Quizá a los templarios se les calumnió atribuyéndoles falsamente la realidad de esta secta. En Colonia (1143) también se detectó otra secta parecida, una sociedad secreta denunciada por san Bernardo (+1153 con 63 años) en los sermones 65 y 66 sobre el Cantar de los Cantares.

En los siglos XIII y XIV los apostólicos se llamarán segalelianos o dulcinistas por el nombre de sus jefes (Segalelli y Dulcino). En 1260 salieron de Parma enviados por Segalelli para predicar la penitencia y la pobreza por Italia, España y Alemania. Constituían un peligro próximo de heterodoxia y cisma por su abstencionismo de todo trabajo, su incesante peregrinar, su diaria mendicidad, la promiscuidad de sexos y la ausencia total de autoridad alguna. El obispo de Parma y el Concilio II de Lyon (1274) los condenó.

En el siglo XV reaparecieron por Italia, España, Francia y Alemania como sectas protestantes, definidos por ellos mismos como “una congregación espiritual que vive como los apóstoles, sin ninguna obediencia exterior”. Remachaban mucho su carácter espiritual, la pobreza de la Iglesia, la libertad de espíritu y rechazaban el culto exterior.

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