Los cátaros
Los fratricelli o espirituales
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En el segundo milenio siguen apareciendo sectas que revitalizan ideas antiguas pues las personas mueren, pero las ideas no. Son ideas antiguas pero con algunos ingredientes o apariencias nuevas.
Los fratricelli o espirituales son místicos visionarios que, influidos por Joaquín de Fiore, enseñan que la Iglesia romana, carnal y pecadora, ya ha cedido a la Iglesia del Espíritu Santo que ellos representan. Llevan hábito gris (lana no teñida) como san Francisco por lo que los franciscanos “normales” cambiaron al marrón: no por infidelidad, sino por prudencia, para que la gente supiera quién era quién.
Como siempre ocurre, surgen “profetas” que denuncian los pecados y exigen conversión pues objetivamente la cosa es escandalosa. Son tiempos en que abundaban obispos y prelados, orgullosos de su origen noble, deseosos de aumentar sus rentas y prebendas, ávidos de poder, con escasa formación doctrinal y descuidada vida interior. Muchos miembros del clero, alto y bajo, llevaban una mediocre vida espiritual, cuando no escandalosa, viviendo público concubinato e incumpliendo sus funciones pastorales. En el vértice de la Iglesia la situación era también lamentable. El desprestigio de los eclesiásticos era tal que en 1502 Erasmo podía decir, con regocijo, que el mayor insulto para un laico era llamarle “clérigo” o “monje”. La pena es que esos profetas se dejan atrapar por la soberbia y se pasan, meten en el saco de alguna verdad sus propias miserias. La pena es que los otros no se atreven o no pueden separar el trigo de la cizaña, dejan todo dentro del saco, anatematizan todo y no tienen agallas (o lo que sea) para mirar, analizar, seleccionar, probarlo todo y quedarse con lo bueno.
Los cátaros
Se llamaba cátaros, del griego kazaros (puro), a grupos heréticos de la Antigüedad, gnósticos y maniqueos, pero, a partir de la Edad Media, se reserva el término para una particular forma de herejía cristiana dualista que, con raíces orientales, se desarrolló en Occidente en los ss. XII-XIII. El centro de acción francés estaba en Albi y por eso se les llamará cátaros o albigenses. Allí los conoció Domingo de Guzmán mientras se encendía en afán apostólico de acabar con ellos, por las buenas o por las malas; así le dijo al obispo al que acompañaba en el viaje europeo cuando le comentó la idea que se le había ocurrido.
Los cátaros llegan a Occidente con las primeras misiones bogomilas, la rama búlgara neomaniquea fundada por el párroco Bogomil, en griego Teófilo, amigo de Dios. Los bogomilas desparecieron en 1867 al pasarse al islamismo. Hacia 1143 se establecieron en Colonia y poco después existían focos organizados en Lieja y Champagna, desde donde se extendieron por toda Francia. Sus propagadores eran preferentemente los tejedores y comerciantes de tejidos junto con un buen número de clérigos apóstatas y algunos nobles, especialmente damas de la nobleza provenzal. En Francia se organizaron jerárquicamente y enviaron misiones al norte de Italia y valle del Rin, llegando hasta Inglaterra y España. A finales de esa época inicial había dos zonas principales cátaras: Provenza, donde la herejía prendió en todas las clases sociales, y Lombardía, de extracción social más baja.
En 1167 el obispo dragovita de Constantinopla, Niketas, viajó por el norte de Italia y sur de Francia, donde, tras convocar el primer concilio cátaro, consiguió la aceptación del credo dragovita (dualista radical). Desde ese momento los cátaros, que a los ojos de muchos estaban considerados como otro más de los numerosos movimientos populares de reforma coetáneos, se perfilaron como una religión independiente, opuesta en todo a la Iglesia cristiana. Al mismo tiempo aumentó su eclesialización, se complicaron jurídicamente y emprendieron actividades económicas, industriales y comerciales de envergadura que les dan una fisonomía específica distinta de sus predecesores orientales, los bogomilas.
La decadencia, que comienza a fines del s. XII, se apoyaba en el aumento de las tendencias de aburguesamiento y se consolidaba con las persecuciones del s. XIII. En Francia, la floreciente comunidad provenzal quedó reducida a una vida subterránea por la cruzada aprobada por Inocencio III y ejecutada por Simón de Montfort y acabó desapareciendo por completo a principios del s. XIV. En Italia, las leyes represivas del emperador germano Federico II y la creación de la Inquisición por Gregorio IX redujeron el fenómeno, circunscribiéndolo primero a las grandes ciudades, donde podrían pasar más fácilmente desapercibidos, hasta que sus huellas se extinguieron hacia el 1320.
Su preocupación originaria y fundamental, como de todo el mundo, era hallar una explicación convincente del problema del Mal. Para solucionarlo recurren al dualismo. Hay -dicen- dos principios: uno bueno (Dios) y otro malo (Satanás). Las doctrinas no son homogéneas en las diversas sectas y, en cada una de ellas, sufren evoluciones notables con el tiempo. Sin embargo, hay algunos puntos que, en líneas generales se pueden considerar constantes: el mundo procede del demonio; rechazo de los sacramentos; condena del matrimonio; negación de la resurrección de la carne; prohibición de comer carne, huevos y lácticos; rechazo del juramento; prohibición a la autoridad temporal de castigar a los herejes; negación del purgatorio; imposibilidad de la salvación fuera de su Iglesia.
Entienden que en el hombre se unen el bien y el mal (espíritu y materia); el alma es un ángel caído que va transmigrando de unas existencias en otras, hasta que es redimida; el cuerpo es cárcel del alma y ésta debe liberarse por medio de una dura ascesis. Cristo no era Dios ni tampoco hombre: era –como decía el docetismo de la antigüedad- un ángel adoptado por Dios que tomó un cuerpo aparente. Su misión era enseñar la existencia de un principio espiritual bueno que habita en el cielo y dentro de cada uno; la muerte de cruz no tiene sentido. Rechazan el Antiguo Testamento como obra de Satanás.
En esta vida -dicen- el único pecado consiste en la sujeción al mundo y el principio moral básico es la abstención del mundo. Las obras carecen de todo valor; sólo la iluminación interior salva. Como en el gnosticismo y maniqueísmo, también entre los cátaros salvación y perfección se confunden: se requiere -dicen- una vida perfecta, de rigor ascético extremo y de absoluta renuncia al mundo ya que todas las acciones afectadas bajo el yugo del mundo están envenenadas en su raíz. Este rigorismo es como el voluntarismo que predicaba Pelagio en tiempos de Agustín de Hipona. Lutero dirá también lo del envenenamiento de raíz, la corrupción total, pero propondrá la solución contraria: en vez de esfuerzo y ascética, el ¡viva la Pepa! Lo que salva no son las obras (que siempre son malas) sino la fe en Cristo.
En los cátaros había dos grupos de adeptos: creyentes y perfectos. Los primeros llevaban una vida relajada e inmoral esperando ser salvados in artículo mortis por la aplicación del consolamentum. No estaban iniciados en los dogmas cátaros y en el culto sólo ocupaban un papel pasivo. Su principal obligación era el cuidado, albergue y alimento de los perfectos, así como su defensa y ocultamiento. Los perfectos se constituían por el rito de la imposición de manos o consolamentum a un creyente; llevaban una vida ascética dura, peregrinante, y estaban obligados al celibato y al ayuno riguroso o endura. Las perfectas solían vivir en comunidad. Los obispos, elegidos por los perfectos, contaban con dos auxiliares: el filius maior (con derecho a sucesión) y el filius minor. Las parroquias eran regidas por diáconos.
Aunque no practicaban ningún sacrificio ritual tenían otros ritos como la oración, especialmente el Padre nuestro, que repetían unas 250 veces al día, y en el que cambiaron panem quotidianum por panem supersubstantialem. Memorandum era la invocación de los creyentes a los perfectos pidiendo su intercesión ante Dios. Servitium era la asamblea con lectura del Evangelio y sermón de un perfecto. También tenían la fracción del pan y la aparellamentum o confesión pública de los pecados.
Como afirma Cencillo, al que venimos leyendo, «desaparecido el movimiento cátaro, quedaron huellas en tres direcciones. En primer lugar, con su práctica bancaria se contribuyó a la desintegración de la ética económica cristiana en el sentido deshumanizado y religiosamente “neutro” del capitalismo moderno. En segundo lugar, fue la primera cuña de indiferentismo religioso institucionalizado, a causa de su espiritualidad deísta y fisicalista, introducida en el Occidente cristiano. En tercer lugar arrojó el primer germen de naturalismo legalista que fructificará plenamente en la Ilustración» (Cencilio, La espiritualidad cátara, en B. Jiménez Duque, Historia de la espiritualidad III, Barcelona 1969, 529-553).
Los fratricelli o espirituales
Los fraticelli (frailecillos) o espirituales son fundados por fray Angelo, amigo de los ermitaños agustinos de la Marca Ancona. Es una secta devenida de los franciscanos a la muerte del fundador. Al poverello de Asís se le prohibió admitir a los apostólicos en su Orden en la que enseguida brotaron dos ramas: los espirituales o rígidos y los relajados o conventuales que mitigaban la pobreza material como fray Elías, el sucesor de Francisco y quien mandó construir el santuario de Asís. Los rígidos estaban convencidos que la construcción del edificio era una traición al espíritu de Francisco. La Santa Sede presionaba a favor de Elías pues no concebían una institución sin bienes patrimoniales.
El Concilio de Vienne (1311), el que abolió a los Templarios, renovó un canon del Concilio II de Lyon permitiendo a los mendicantes predicar y confesar. Impulsó crear cátedras de hebreo, árabe y caldeo en París, Oxford, Bolonia y Salamanca para mejor estudiar las Sdas. Escrituras. Prohibió las beginas y que los musulmanes pudieran dar culto público en los estados cristianos. Algunos cátaros podrían muy bien haber sido admitidos entre los espirituales o fratricelli.
Con Juan XXII, que había mitigado la sentencia conciliar contra las beguinas y les dio alas, sin embargo los fratricelli cayeron en desgracia, se les persiguió y condenó. Por el proceso de Roma en 1466 contra los rebeldes del Lacio parece que desaparecieron.
Un insigne miembro fue Guillermo de Ockam (+1349 con quizá 64 años), conocido en la Historia de la Filosofía y otras áreas culturales. En asuntos políticos era tan radical que parece razonar a navajazos y dice que no existe ni la sociedad, ni la ciudad de Dios, ni pamplinas, que sólo existe el individuo. Filosóficamente era nominalista y madre de la contemporánea Filosofía del Lenguaje. Es considerado como el padre de la nueva ciencia que surge en el Renacimiento, precursor de los movimientos democráticos, inspirador de la teología revolucionaria protestante y padre de la actual Teología de la Liberación marxista.
También entre los dominicos surgieron algunos más radicales y como los fratricellli eran partidarios de las reformas a ultranza.

Se creía el Elías y el Juan Bautista del momento e interpretaba la Sda. Escritura con método alegórico: El Nuevo Testamento -decía- es símbolo de la tercera edad, la "edad del Espíritu Santo", la del amor y la verdad que sucede a la segunda, la “edad del Hijo”, la de la gracia. El Antiguo Testamento fue “la edad del Padre”, la época del temor.
Luis de Baviera, enemigo de Avignon, fue coronado en el Capitolio romano, depuso a Juan XXII mientras acogía a los franciscanos espirituales e hizo elegir al antipapa Nicolás V: el franciscano Pedro de Corbara. Los espirituales excomulgaron a los antipapales alemanes e italianos. Su pobreza será después difundida por Ockam que huyó en 1327 y se enseñará abiertamente en La Sorbone.
Ockam, igual que el averroísta Juan de Jaudúm, niega la potestas que se había otrogado el Papa sobre el Imperio y sobre el Concilio. La jerarquía eclesiástica estaba dividida entre los que propugnaban y defendían el status relajado y de riqueza que habían logrado los clérigos, y los que abominaban esta situación y exigían –sin tanto radicalismo como los fratricelli- las reformas oportunas para ajustarse al Evangelio.
Los fratricelli o espirituales son místicos visionarios que, influidos por Joaquín de Fiore, enseñan que la Iglesia romana, carnal y pecadora, ya ha cedido a la Iglesia del Espíritu Santo que ellos representan. Llevan hábito gris (lana no teñida) como san Francisco por lo que los franciscanos “normales” cambiaron al marrón: no por infidelidad, sino por prudencia, para que la gente supiera quién era quién.

Los cátaros

El fenómeno surge como resultado de la incidencia de las ideas dualistas procedentes de los Balcanes (como los Bogomilas) sobre los movimientos evangélicos y antijerárquicos populares preexistentes como los apostólicos, valdenses, pobres lombardos, beguinas y begardos, etc., que pedían una Iglesia pobre e itinerante poseída de un desprecio radical del mundo. En especial Pedro de Bruis, antiguo clérigo provenzal, que a partir de 1105 predicaba «la inutilidad de los templos, de las indulgencias, de los sufragios por los difuntos, del Bautismo y de la Eucaristía así como la obligación de odiar la Cruz», puede considerarse un antecedente importante, un verdadero precursor y desbrozador del terreno para el catarismo. La primera cruzada fue contra ellos así como la Inquisición.

En 1167 el obispo dragovita de Constantinopla, Niketas, viajó por el norte de Italia y sur de Francia, donde, tras convocar el primer concilio cátaro, consiguió la aceptación del credo dragovita (dualista radical). Desde ese momento los cátaros, que a los ojos de muchos estaban considerados como otro más de los numerosos movimientos populares de reforma coetáneos, se perfilaron como una religión independiente, opuesta en todo a la Iglesia cristiana. Al mismo tiempo aumentó su eclesialización, se complicaron jurídicamente y emprendieron actividades económicas, industriales y comerciales de envergadura que les dan una fisonomía específica distinta de sus predecesores orientales, los bogomilas.

Su preocupación originaria y fundamental, como de todo el mundo, era hallar una explicación convincente del problema del Mal. Para solucionarlo recurren al dualismo. Hay -dicen- dos principios: uno bueno (Dios) y otro malo (Satanás). Las doctrinas no son homogéneas en las diversas sectas y, en cada una de ellas, sufren evoluciones notables con el tiempo. Sin embargo, hay algunos puntos que, en líneas generales se pueden considerar constantes: el mundo procede del demonio; rechazo de los sacramentos; condena del matrimonio; negación de la resurrección de la carne; prohibición de comer carne, huevos y lácticos; rechazo del juramento; prohibición a la autoridad temporal de castigar a los herejes; negación del purgatorio; imposibilidad de la salvación fuera de su Iglesia.
Entienden que en el hombre se unen el bien y el mal (espíritu y materia); el alma es un ángel caído que va transmigrando de unas existencias en otras, hasta que es redimida; el cuerpo es cárcel del alma y ésta debe liberarse por medio de una dura ascesis. Cristo no era Dios ni tampoco hombre: era –como decía el docetismo de la antigüedad- un ángel adoptado por Dios que tomó un cuerpo aparente. Su misión era enseñar la existencia de un principio espiritual bueno que habita en el cielo y dentro de cada uno; la muerte de cruz no tiene sentido. Rechazan el Antiguo Testamento como obra de Satanás.
En esta vida -dicen- el único pecado consiste en la sujeción al mundo y el principio moral básico es la abstención del mundo. Las obras carecen de todo valor; sólo la iluminación interior salva. Como en el gnosticismo y maniqueísmo, también entre los cátaros salvación y perfección se confunden: se requiere -dicen- una vida perfecta, de rigor ascético extremo y de absoluta renuncia al mundo ya que todas las acciones afectadas bajo el yugo del mundo están envenenadas en su raíz. Este rigorismo es como el voluntarismo que predicaba Pelagio en tiempos de Agustín de Hipona. Lutero dirá también lo del envenenamiento de raíz, la corrupción total, pero propondrá la solución contraria: en vez de esfuerzo y ascética, el ¡viva la Pepa! Lo que salva no son las obras (que siempre son malas) sino la fe en Cristo.
En los cátaros había dos grupos de adeptos: creyentes y perfectos. Los primeros llevaban una vida relajada e inmoral esperando ser salvados in artículo mortis por la aplicación del consolamentum. No estaban iniciados en los dogmas cátaros y en el culto sólo ocupaban un papel pasivo. Su principal obligación era el cuidado, albergue y alimento de los perfectos, así como su defensa y ocultamiento. Los perfectos se constituían por el rito de la imposición de manos o consolamentum a un creyente; llevaban una vida ascética dura, peregrinante, y estaban obligados al celibato y al ayuno riguroso o endura. Las perfectas solían vivir en comunidad. Los obispos, elegidos por los perfectos, contaban con dos auxiliares: el filius maior (con derecho a sucesión) y el filius minor. Las parroquias eran regidas por diáconos.
Aunque no practicaban ningún sacrificio ritual tenían otros ritos como la oración, especialmente el Padre nuestro, que repetían unas 250 veces al día, y en el que cambiaron panem quotidianum por panem supersubstantialem. Memorandum era la invocación de los creyentes a los perfectos pidiendo su intercesión ante Dios. Servitium era la asamblea con lectura del Evangelio y sermón de un perfecto. También tenían la fracción del pan y la aparellamentum o confesión pública de los pecados.
Como afirma Cencillo, al que venimos leyendo, «desaparecido el movimiento cátaro, quedaron huellas en tres direcciones. En primer lugar, con su práctica bancaria se contribuyó a la desintegración de la ética económica cristiana en el sentido deshumanizado y religiosamente “neutro” del capitalismo moderno. En segundo lugar, fue la primera cuña de indiferentismo religioso institucionalizado, a causa de su espiritualidad deísta y fisicalista, introducida en el Occidente cristiano. En tercer lugar arrojó el primer germen de naturalismo legalista que fructificará plenamente en la Ilustración» (Cencilio, La espiritualidad cátara, en B. Jiménez Duque, Historia de la espiritualidad III, Barcelona 1969, 529-553).
Los fratricelli o espirituales

El Concilio de Vienne (1311), el que abolió a los Templarios, renovó un canon del Concilio II de Lyon permitiendo a los mendicantes predicar y confesar. Impulsó crear cátedras de hebreo, árabe y caldeo en París, Oxford, Bolonia y Salamanca para mejor estudiar las Sdas. Escrituras. Prohibió las beginas y que los musulmanes pudieran dar culto público en los estados cristianos. Algunos cátaros podrían muy bien haber sido admitidos entre los espirituales o fratricelli.
Con Juan XXII, que había mitigado la sentencia conciliar contra las beguinas y les dio alas, sin embargo los fratricelli cayeron en desgracia, se les persiguió y condenó. Por el proceso de Roma en 1466 contra los rebeldes del Lacio parece que desaparecieron.
Un insigne miembro fue Guillermo de Ockam (+1349 con quizá 64 años), conocido en la Historia de la Filosofía y otras áreas culturales. En asuntos políticos era tan radical que parece razonar a navajazos y dice que no existe ni la sociedad, ni la ciudad de Dios, ni pamplinas, que sólo existe el individuo. Filosóficamente era nominalista y madre de la contemporánea Filosofía del Lenguaje. Es considerado como el padre de la nueva ciencia que surge en el Renacimiento, precursor de los movimientos democráticos, inspirador de la teología revolucionaria protestante y padre de la actual Teología de la Liberación marxista.
También entre los dominicos surgieron algunos más radicales y como los fratricellli eran partidarios de las reformas a ultranza.

El contexto histórico de ese momento es cuando el Papa vive en Avignon y la Iglesia sufre el llamado Cisma de Occidente. Avignon es una ciudad enclave entre Languedoc, Provence y Francia, comprada por el Papa en 1348 con toda la comarca. Juan XXIII fue obispo de aquí antes de ser Papa y Angelo Roncalli adoptó precisamente ese mismo nombre para zanjar la polémica de si había sido papa o antipapa. Benedicto XII construirá el "Palacio de los papas" en donde vivieron los 7 hasta Benedicto XIII. Llegó a ser una ciudad de 40.000 habitantes (se dice que 32.000 eran "pobres clérigos").
Lugar cómodo para recaudar de todos lados. Los papas aquí se hicieron centralistas, recaudaron mucho más que nunca y se reservaron derechos como el nombrar obispos, repartir prebendas, traslados, etc. Llegaron a recaudar 300-500 mil florines anuales que entonces era 1/5 de la renta del rey francés, 1/4 del rey inglés, 1/2 del duque de Borgoña. Los contribuyentes protestaron y el gallego Álvaro Pelayo denunció la codicia de los recaudadores.
Los franciscanos espirituales se revelaron reactualizando en esto a Joaquín de Fiore (+1202 con 72 años), abad cisterciense en Calabria que dejó la Orden para fundar la Congregación florense, aprobada en 1196. Dante, en su canto XII del Paraíso, lo coloca entre santo Tomás de Aquino y san Buenaventura. En el Renacimiento influirá en Savonarola, Nicolás de Cusa y Wiclef. Posteriormente le seguirán los socialistas saint-simonianos (Lessing) e idealistas alemanes como Schelling.
Se creía el Elías y el Juan Bautista del momento e interpretaba la Sda. Escritura con método alegórico: El Nuevo Testamento -decía- es símbolo de la tercera edad, la "edad del Espíritu Santo", la del amor y la verdad que sucede a la segunda, la “edad del Hijo”, la de la gracia. El Antiguo Testamento fue “la edad del Padre”, la época del temor.
Luis de Baviera, enemigo de Avignon, fue coronado en el Capitolio romano, depuso a Juan XXII mientras acogía a los franciscanos espirituales e hizo elegir al antipapa Nicolás V: el franciscano Pedro de Corbara. Los espirituales excomulgaron a los antipapales alemanes e italianos. Su pobreza será después difundida por Ockam que huyó en 1327 y se enseñará abiertamente en La Sorbone.
Ockam, igual que el averroísta Juan de Jaudúm, niega la potestas que se había otrogado el Papa sobre el Imperio y sobre el Concilio. La jerarquía eclesiástica estaba dividida entre los que propugnaban y defendían el status relajado y de riqueza que habían logrado los clérigos, y los que abominaban esta situación y exigían –sin tanto radicalismo como los fratricelli- las reformas oportunas para ajustarse al Evangelio.
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