Devenir del anglicanismo
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El Concilio Vaticano II dice que “entre las que conservan en parte las tradiciones y las estructuras católicas ocupa lugar especial la comunión anglicana” (Decreto sobre el ecumenismo, 13). La Iglesia madre de esta Comunión es la de Inglaterra y que ahí es la única religión del Estado. El arzobispo de Canterbury es la autoridad máxima anglicana pero sin capacidad de gobierno sobre las 38 provincias de esta Comunión con 350 diócesis y casi 80 millones de fieles; quizá la cristiana no católica mayor del mundo.
La Comunión está compuesta por la Iglesia de Inglaterra, la de Irlanda, la de Gales, la episcopaliana de Escocia, la de Inglaterra en Canadá, en Australia, en Nueva Zelanda y la Iglesia de Sudáfrica. Además la de USA The Protestant Episcopal Church of America, la única comunidad que a sí misma se denomina protestante.
Origen del anglicanismo
La Comunión Anglicana siempre se ha considerado católica y con la sucesión apostólica de sus jerarcas, sucesión ininterrumpida, en cambio las demás confesiones surgidas de la Reforma renuncian a ese status y se proclaman nacidas en el siglo XVI. La Reforma en el continente nació por la sincera inquietud en grandes masas de gente humilde ante los notorios abusos aunque fue explotada para fines políticos. En la isla, por el contrario, fue impuesta desde la cúspide y aunque ambas reformas coinciden en fechas, el cristianismo anglo no se hizo luterano. Enrique VIII se opuso firmemente a la reforma continental luterana y por ello mereció de parte del Papa el título de “defensor de la fe” y que aún hoy día ostentan los monarcas ingleses.
Pero en 1534 Enrique VIII, déspota y testarudo, dio el paso que no se hubieran atrevido otros monarcas, y decretó la separación de la jurisdicción con Roma y se proclamó iglesia autocéfala. Todo por querer resolver un problema personal con su capricho conyugal. Quería el divorcio con su primera esposa Catalina de Aragón, hija de Carlos I de España y V de Alemania, que no le había dado un hijo varón, pero el papa Clemente VII, obstinado por conveniencias políticas, no le concedió el decreto de nulidad (era rato y consumado) ni de anulación (divorcio).
Los que permanecieron fieles a Roma sufrieron persecución hasta 1851 en que pudo establecerse la jerarquía católica romana actual con Westminster como primada. María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina, durante su corto reinado de 5 años, cometió dos errores; el primero casarse con Felipe II de España lo que provocó la animadversión y el anticatolicismo popular pues la gente unía España y catolicismo y las riquezas de las Indias habían sido causa de profunda enemistad. El segundo error fue que organizó la persecución implacable y la hoguera contra los protestantes, pocos y sinceros con la Reforma.
A María le sucedió Isabel I, hija de Enrique VIII con Ana Bolena, una de las ilegítimas esposas que tuvo (hasta seis) y rigió a los ingleses durante 45 años. Desde la perspectiva de la Providencia divina, no es fácil explicar los 5 años de una y los 45 de la otra. Ana volvió a la política cismática de su padre despreciando la oposición de los obispos, del clero y del pueblo inglés. Algunos opinan que fue un golpe de Estado sin precedentes. El rey/reina de Inglaterra es hasta hoy el “papa” del anglicanismo: la corona sustituye a la tiara.
Es corriente, siempre y en tantos sitios, que el poder temporal quiere hacerse con el espiritual para sus conveniencias políticas. Ya en el siglo XII, san Anselmo (+1109 con 76 años), arzobispo de Canterbury, tuvo que enfrentarse con Guillermo “el rojo” o “el conquistador” y a Enrique I para defender la libertad de la Iglesia y vivir el “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Fue expulsado por el rey al oponerse al nombramiento de obispos y sacerdotes por parte del monarca.
Anteriormente, en el siglo X, otro arzobispo de esta sede primada inglesa, san Dustano (+998), fue expulsado a Gante por el rey Edwigo aunque su sucesor, el rey Edgar, se lo trajo a la isla y le nombró obispo de Wocester y luego de Londres.
La Iglesia en Inglaterra se había constituido en el siglo VII cuando el papa Gregorio I Magno envió a san Agustín (+605) –su amigo y compañero- y otros 39 benedictinos del monasterio romano para evangelizar a los anglos. El rey era san Etelberto, aún no cristiano, pero los admitió con gusto a sugerencia de su esposa santa Berta que sí era ya cristiana. Agustín construyó la catedral de Kent y fundó las diócesis de Londres y de Rochester.
Canterbury es la sede primada desde que el rey Guillermo nombró a san Lanfranco (+1089 con 84 años) obispo de esa sede y logró que fuera reconocida con tal privilegio. Entonces en la isla había 5 reinos y fue la Iglesia quien promovió la unidad del Estado.
Tras la ruptura con Roma, se refugiaron en Inglaterra muchos extranjeros continentales luteranos y calvinistas sinceros, constituyendo sectas a espaldas de la inglesa Ley de Uniformidad del Culto, intentando hacerse con la Iglesia nacional y borrar todo vestigio de catolicismo.
Devenir del anglicanismo
Con el golpe de Estado de Isabel, la mayoría de obispos protestó y dimitió aunque aseguraron la continuidad del clero pero la bula de León XIII en 1896 sentenció la nulidad de las ordenaciones anglicanas. Nunca dejaron de protestar y pedir que Roma lo reconsiderase. En cambio, los ortodoxos opinan que son válidas y se han manifestado explícitamente seis Patriarcados: Constantinopla en 1922, Jerusalén y Chipre en 1923, Alejandría en 1930, Rumanía en el 36 y Grecia en el 39. Los anglicanos y los ortodoxos tienen filing.
Con la llegada a Inglaterra de protestantes extranjeros y su dinámica, se acrecentó la tensión naciendo el ala católica o “alta iglesia” (Hig Church) y el ala no católica o “baja iglesia” (Low Church). En tiempos de Estuardo (+1688 con 85 años) sigue la lucha sin tregua entre la tendencia protestante de los puritanos y la catolizante de los reyes. La burguesía, sin embargo, consciente del poder político de su dinero, era protestante puritana y por eso el conflicto civil de 1642 fue una guerra religiosa.
Al morir el caudillo puritano Cromwell, cesó la persecución a los anglicanos y el pueblo estaba ya cansado del austero régimen del puritanismo por lo que aplaudió al nuevo rey Carlos II que era simpatizante de lo católico aunque su vida personal no era ejemplar.
A los cien años de la separación de Roma, la opinión pública inglesa, que era católica, había dado un giro copernicano y a los católicos romanos se les veía enemigos políticos de la nación. El rey Jaime II que quiso detener las persecuciones a los católicos, tuvo que exiliarse en Francia. Como sucesor se eligió a Guillermo de Orange, esposo de María, la hija mayor del desterrado, calvinista y paladín de la lucha contra el imperialismo católico de España en los Países Bajos.
Entonces los más doctos y espirituales del clero rehusaron tomar juramento de fidelidad al nuevo rey tras la cláusula añadida por el Parlamento en el acto de la Misa de coronación, en la entrega de un anillo simbólico que aún hoy subsiste.
El siglo XVII es un plano inclinado hacia abajo. Cuando se trajo como rey a Jorge I de la casa alemana de Hannover, como era luterano y no hablaba inglés, descuidó completamente las tradiciones. Muchos clérigos empezaron a considerar su función como un medio digno de ganarse la vida los hijos menores de las clases pudientes. En el siglo XVIII la religión estaba moribunda, al menos en las manifestaciones públicas. El único rayo de luz espiritual fue la nueva secta de los metodistas pero que a mitad de este siglo se separaron.
En el siglo XIX hay un repunte de la vida religiosa desde el Movimiento de Oxford que promovían unos clérigos como Newman y Keble. Estudiando la Patrística y la Historia de la Iglesia con aplicación y devoción inusitadas, llegaron a la conclusión de que, aunque separados de Roma, nunca se había hablado de otra iglesia nueva, sólo de la católica y que la iglesia anglicana no era un invento del Estado sino la parte histórica inglesa de la Esposa mística de Cristo. El Movimiento de Oxford se movió en un ambiente inglés creado a inicios del siglo XIX por el Movimiento evangélico que edificaba su espiritualidad contando con la inspiración divina de la Biblia y la divinidad de Cristo aunque rechazaban la iglesia jerárquica docente, la liturgia sacrificial y el sistema sacramental.
Así los evangélicos son los enemigos furibundos del Movimiento de Oxford y hasta hoy la lucha de los partidos políticos de cada uno de ellos. Conviene no olvidar que algunos evangelicals laicos fueron los pioneros en establecer la justicia social. William Wilberforce (+1833 con 74 años) logró la abolición de la esclavitud en todas las colonias británicas y Lord Shaftesbury (+1885 con 84 años) influyó para regular el empleo de las mujeres y los niños en las fábricas y en las minas.
Desde 1828 ya no era un crimen ser católico y terminó la persecución a los disidentes. Actualmente sólo el rey o la reina y el Lord Chanciller (jefe del poder judicial) se le exige ser anglicano.
La situación de privilegio de la iglesia anglicana fue paradisíaca y hoy es la entidad inglesa más rica; nunca sufrió –como en países continentales católicos- ninguna desamortización ni despojo. Hay voces que piden la separación de la Iglesia y del Estado pero son "voz que clama en el desierto". Buscan reformar estructuras para que los beneficios eclesiásticos no sean vitalicios, para instaurar un gobierno sinodal que dé cabida a los laicos y que puedan participar en la elección de sus pastores.
Por el influjo del Movimiento de Oxford, el aspecto externo de la vida anglicana es en muchos templos y parroquias como lo católico romano; incluso acataron las reformas del Vaticano II. Sus templos tienen el letrero de católicos que puede causar confusión pues los que están unidos a la romana dicen “catholic roman”. Esta “precaución” se fomenta mientras no se logre la unión plena que supondrá, como decía el papa Wojtyla, participar de la única Eucaristía, como en el Cenáculo, todos en la misma mesa en torno a Cristo.
Por otro lado, sin embargo, en el siglo XX se han ido dando pasos de alejamiento con asuntos -decididos democráticamente- como son la ordenación sacerdotal y episcopal de homosexuales y mujeres. El descontento de muchos pastores anglicanos por estos desvaríos es lo que ha promovido el movimiento de muchos cientos de obispos y miles de fieles, a veces parroquias enteras, que llaman a la puerta de la Iglesia romana.
La Comunión está compuesta por la Iglesia de Inglaterra, la de Irlanda, la de Gales, la episcopaliana de Escocia, la de Inglaterra en Canadá, en Australia, en Nueva Zelanda y la Iglesia de Sudáfrica. Además la de USA The Protestant Episcopal Church of America, la única comunidad que a sí misma se denomina protestante.
Origen del anglicanismo
La Comunión Anglicana siempre se ha considerado católica y con la sucesión apostólica de sus jerarcas, sucesión ininterrumpida, en cambio las demás confesiones surgidas de la Reforma renuncian a ese status y se proclaman nacidas en el siglo XVI. La Reforma en el continente nació por la sincera inquietud en grandes masas de gente humilde ante los notorios abusos aunque fue explotada para fines políticos. En la isla, por el contrario, fue impuesta desde la cúspide y aunque ambas reformas coinciden en fechas, el cristianismo anglo no se hizo luterano. Enrique VIII se opuso firmemente a la reforma continental luterana y por ello mereció de parte del Papa el título de “defensor de la fe” y que aún hoy día ostentan los monarcas ingleses.

Los que permanecieron fieles a Roma sufrieron persecución hasta 1851 en que pudo establecerse la jerarquía católica romana actual con Westminster como primada. María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina, durante su corto reinado de 5 años, cometió dos errores; el primero casarse con Felipe II de España lo que provocó la animadversión y el anticatolicismo popular pues la gente unía España y catolicismo y las riquezas de las Indias habían sido causa de profunda enemistad. El segundo error fue que organizó la persecución implacable y la hoguera contra los protestantes, pocos y sinceros con la Reforma.

Es corriente, siempre y en tantos sitios, que el poder temporal quiere hacerse con el espiritual para sus conveniencias políticas. Ya en el siglo XII, san Anselmo (+1109 con 76 años), arzobispo de Canterbury, tuvo que enfrentarse con Guillermo “el rojo” o “el conquistador” y a Enrique I para defender la libertad de la Iglesia y vivir el “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Fue expulsado por el rey al oponerse al nombramiento de obispos y sacerdotes por parte del monarca.
Anteriormente, en el siglo X, otro arzobispo de esta sede primada inglesa, san Dustano (+998), fue expulsado a Gante por el rey Edwigo aunque su sucesor, el rey Edgar, se lo trajo a la isla y le nombró obispo de Wocester y luego de Londres.
La Iglesia en Inglaterra se había constituido en el siglo VII cuando el papa Gregorio I Magno envió a san Agustín (+605) –su amigo y compañero- y otros 39 benedictinos del monasterio romano para evangelizar a los anglos. El rey era san Etelberto, aún no cristiano, pero los admitió con gusto a sugerencia de su esposa santa Berta que sí era ya cristiana. Agustín construyó la catedral de Kent y fundó las diócesis de Londres y de Rochester.
Canterbury es la sede primada desde que el rey Guillermo nombró a san Lanfranco (+1089 con 84 años) obispo de esa sede y logró que fuera reconocida con tal privilegio. Entonces en la isla había 5 reinos y fue la Iglesia quien promovió la unidad del Estado.
Tras la ruptura con Roma, se refugiaron en Inglaterra muchos extranjeros continentales luteranos y calvinistas sinceros, constituyendo sectas a espaldas de la inglesa Ley de Uniformidad del Culto, intentando hacerse con la Iglesia nacional y borrar todo vestigio de catolicismo.
Devenir del anglicanismo
Con el golpe de Estado de Isabel, la mayoría de obispos protestó y dimitió aunque aseguraron la continuidad del clero pero la bula de León XIII en 1896 sentenció la nulidad de las ordenaciones anglicanas. Nunca dejaron de protestar y pedir que Roma lo reconsiderase. En cambio, los ortodoxos opinan que son válidas y se han manifestado explícitamente seis Patriarcados: Constantinopla en 1922, Jerusalén y Chipre en 1923, Alejandría en 1930, Rumanía en el 36 y Grecia en el 39. Los anglicanos y los ortodoxos tienen filing.
Con la llegada a Inglaterra de protestantes extranjeros y su dinámica, se acrecentó la tensión naciendo el ala católica o “alta iglesia” (Hig Church) y el ala no católica o “baja iglesia” (Low Church). En tiempos de Estuardo (+1688 con 85 años) sigue la lucha sin tregua entre la tendencia protestante de los puritanos y la catolizante de los reyes. La burguesía, sin embargo, consciente del poder político de su dinero, era protestante puritana y por eso el conflicto civil de 1642 fue una guerra religiosa.
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Cromwell |
Al morir el caudillo puritano Cromwell, cesó la persecución a los anglicanos y el pueblo estaba ya cansado del austero régimen del puritanismo por lo que aplaudió al nuevo rey Carlos II que era simpatizante de lo católico aunque su vida personal no era ejemplar.
A los cien años de la separación de Roma, la opinión pública inglesa, que era católica, había dado un giro copernicano y a los católicos romanos se les veía enemigos políticos de la nación. El rey Jaime II que quiso detener las persecuciones a los católicos, tuvo que exiliarse en Francia. Como sucesor se eligió a Guillermo de Orange, esposo de María, la hija mayor del desterrado, calvinista y paladín de la lucha contra el imperialismo católico de España en los Países Bajos.
Entonces los más doctos y espirituales del clero rehusaron tomar juramento de fidelidad al nuevo rey tras la cláusula añadida por el Parlamento en el acto de la Misa de coronación, en la entrega de un anillo simbólico que aún hoy subsiste.
El siglo XVII es un plano inclinado hacia abajo. Cuando se trajo como rey a Jorge I de la casa alemana de Hannover, como era luterano y no hablaba inglés, descuidó completamente las tradiciones. Muchos clérigos empezaron a considerar su función como un medio digno de ganarse la vida los hijos menores de las clases pudientes. En el siglo XVIII la religión estaba moribunda, al menos en las manifestaciones públicas. El único rayo de luz espiritual fue la nueva secta de los metodistas pero que a mitad de este siglo se separaron.

Así los evangélicos son los enemigos furibundos del Movimiento de Oxford y hasta hoy la lucha de los partidos políticos de cada uno de ellos. Conviene no olvidar que algunos evangelicals laicos fueron los pioneros en establecer la justicia social. William Wilberforce (+1833 con 74 años) logró la abolición de la esclavitud en todas las colonias británicas y Lord Shaftesbury (+1885 con 84 años) influyó para regular el empleo de las mujeres y los niños en las fábricas y en las minas.
Desde 1828 ya no era un crimen ser católico y terminó la persecución a los disidentes. Actualmente sólo el rey o la reina y el Lord Chanciller (jefe del poder judicial) se le exige ser anglicano.
La situación de privilegio de la iglesia anglicana fue paradisíaca y hoy es la entidad inglesa más rica; nunca sufrió –como en países continentales católicos- ninguna desamortización ni despojo. Hay voces que piden la separación de la Iglesia y del Estado pero son "voz que clama en el desierto". Buscan reformar estructuras para que los beneficios eclesiásticos no sean vitalicios, para instaurar un gobierno sinodal que dé cabida a los laicos y que puedan participar en la elección de sus pastores.
Por el influjo del Movimiento de Oxford, el aspecto externo de la vida anglicana es en muchos templos y parroquias como lo católico romano; incluso acataron las reformas del Vaticano II. Sus templos tienen el letrero de católicos que puede causar confusión pues los que están unidos a la romana dicen “catholic roman”. Esta “precaución” se fomenta mientras no se logre la unión plena que supondrá, como decía el papa Wojtyla, participar de la única Eucaristía, como en el Cenáculo, todos en la misma mesa en torno a Cristo.
Por otro lado, sin embargo, en el siglo XX se han ido dando pasos de alejamiento con asuntos -decididos democráticamente- como son la ordenación sacerdotal y episcopal de homosexuales y mujeres. El descontento de muchos pastores anglicanos por estos desvaríos es lo que ha promovido el movimiento de muchos cientos de obispos y miles de fieles, a veces parroquias enteras, que llaman a la puerta de la Iglesia romana.
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