
También les agradeció el tener un “corazón acogedor con los refugiados: tenéis más de un millón”.
El grupo estaba compuesto también por los fieles no
eclesiásticos, o sea laicos y Francisco comentó: “Es una buena idea, se puede formalizar, ¡para que puedan hablar mal de
los obispos! ¡Se puede hacer! Así conocemos las cosas más concretas de la comunidad”.
En febrero de 2018
recibió a la comunidad del Pontificio Colegio Maronita de Roma y animó a los
sacerdotes de esta Iglesia oriental, en comunión con Roma, a ofrecer consuelo a
los cristianos afectados por las guerras en Oriente Medio.
Es la comunidad
surgida con los discípulos de san Marón (+410), Patrono del Líbano, ermitaño
sirio en la región de Apamea, a quien san Juan Crisóstomo escribió una carta.
Acudían muchos fieles a visitarla y se rodeó de muchos discípulos que dieron
pie a los monjes y a la iglesia maronita. El 10-feb-2010 se celebró el 1600º
aniversario de su muerte con una Misa presidida por el Cardenal Nasrallah
Pierre Sfeir, Patriarca de Antioquía de los maronitas y a la que asistieron el
Presidente del Líbano, Michel Suleiman (cristiano maronita), el Primer Ministro
Saad al-Hariri (musulmán sunita), y el Presidente del Parlamento, Nabih Berri
(musulmán shíita). Benedicto XVI visitó en Nicosia la catedral maronita de
Ntra. Sra. de las Gracias (4-6 junio 2010) y dijo llevar en su corazón todas
las iglesias maronitas de la isla.
Con motivo de la
dominación árabe (626-750) tuvieron que huir al Líbano donde monjes y obispos
decidieron elegir un Patriarca que no solamente tuviera la dirección espiritual
sino que poseyera las facultades temporales concedidas por árabes, cruzados y mamelucos.
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Los 6 Patriarcas con Benedicto XVI |
En 1098, al llegar
los cruzados, empezó una nueva etapa ayudándoles a consolidar la conquista y
recuperaron así el contacto con la iglesia latina. Etapa que acabó en 1244 con
la caída de Jerusalén. De entonces a 1516 volvieron a perder contacto con
Occidente mientras Siria y Líbano estuvieron en manos mamelucas y otomanas.
Vivieron en paz hasta 1860 cuando los drusos,
instigados por los turcos, asesinaron a más de 20 mil.
A petición de Pío IX
y del Patriarca maronita, se
pidió la intervención de las potencias europeas que organizaron una operación
militar. Los maronitas disfrutaron entonces de paz hasta la 1GM
tras la cual el Patriarca Elías Hoyek proclamó la independencia del Líbano que
Francia e Inglaterra reconocieron el 31 agosto 1920. La completa independencia
no se logró hasta que en 1944 se impuso el mandato franco-británico. Desde 1943
había un acuerdo tácito entre maronitas y sunnitas para repartirse los cargos de gobierno: el
Presidente de la República sería cristiano y el Presidente del Consejo de
Ministros sería sunnita, la
presidencia del Parlamento para los chiitas y para los ortodoxos griegos la
Vicepresidencia.
Hoy día el Patriarca
tiene la sede en Bkerke, a las afueras de Beirut y atiende a unos 930.000
cristianos libaneses, todos maronitas. Pero en la diáspora tiene 1 millón de
fieles dispersos por el mundo dada la situación socio-política inestable de esa
zona.
Pío XI beatificó a 3
laicos maronitas, mártires junto con los franciscanos valencianos Carmelo
Bolta y Francisco Pinazo, asesinados –con
otros 4 frailes- por la plebe musulmana en Damasco en 1860.
Pablo VI canonizó en
1977 al primer santo oriental desde el siglo XIII, Chárbel Maklüf, monje maronita
libanés (+1898 con 70 años). A los 23, llamándose Charbel, entró en la Orden
Maronita Libanesa, en el monasterio de san Marón, en Annaya, donde se ordenó
sacerdote. A su celda llegaban muchos visitantes para pedir consejo, sus
oraciones y su bendición. El Señor se lo llevó consigo en Nochebuena.
Al abrir -por motivo de
una inundación- la fosa donde estaba enterrado con otros 52 monjes, encontraron
su cuerpo incorrupto, y un líquido rojizo saliendo de su cuerpo. Por 54 años
consecutivos fue desenterrado su cuerpo y siempre se veía el cadáver tan fresco
como si estuviera dormido. Aunque un médico retiró finalmente todos los órganos
del cuerpo, el flujo de sangre no paraba. Para su beatificación (en la clausura
del Vaticano II) se necesitaba un milagro reconocido y en su caso se contaron
hasta 1.200 milagros.

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