Su expansión europea
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Cuando en 1579 se reformaron los Países Bajos, la Iglesia se encontraba con un frente norte como en el s. VII lo fue el sur islámico. Por el centro había islas calvinistas y luteranas. A mitad del XVI, de los 60 millones europeos (sin contar Rusia) se había separado 1/3 de la población, o sea 20 millones. En el primer milenio los nestorianos o monofisitas fueron 3 ó 4 millones y con el cisma oriental tampoco se fueron tantos aunque con el arrianismo del s IV la herejía prendió en un 60% del episcopado cristiano.
El calvinismo
Fundado por Jean Couvin, Calvino (+1564 con 55 años), francés, de la segunda generación de la Reforma que de joven recibió educación anti-luterana y poco afín al erasmismo. Tuvo que abandonar París y se instaló en Basilea, acusado de propaganda con carteles subversivos contra la Misa y otros dogmas católicos.
Vivía en Ginebra pues la Francia de Francisco I no toleraba a los no católicos, y esa ciudad era independiente pues aunque alemana, estaba mandada por el obispo que residía en Annecy, bajo soberanía de Saboya como Vicario imperial.
Estudió Artes en París y Derecho en Orleáns; hizo Teología por su cuenta. Había leído a Lutero. En el 57 escribe que tuvo una súbita conversión en el 33 (con 24 años) no surgida –como le pasó a Lutero- por lucha interior por su salvación, sino por reformar la Iglesia. Dos años después escribió su Institutio (compendio de la doctrina evangélica) para los protestantes franceses con dedicatoria al rey Francisco.
En el 37, ya en Ginebra, habló de la necesidad de un ordenamiento para la comunidad y una disciplina para celebrar bien la Cena. Instauró ahí una República teocrática que rigió con rigor hasta su muerte con 55 años de edad. Publicó en francés un catecismo y una confesión de fe a la que sus súbditos debían obligarse bajo juramento. Quien se negara, perdía sus derechos ciudadanos y tenía que emigrar.
En el 38 subieron al Consejo de la ciudad sus enemigos y le expulsaron a Estrasburgo en donde siguió conectado con otros como Melanchon, en los coloquios religiosos en Francfort, Worms y Ratisbona. Nunca coincidió con Lutero.
A Ginebra regresó triunfante en IX-54. En el 59 creó la Academia Teológica que servirá para su expansión por Europa occidental.
Con 26 años había propuesto su religión que enfatiza, como Lutero, la depravación o corrupción absoluta de la naturaleza humana por culpa del pecado original y reclama la absoluta necesidad de la gracia de Dios para la salvación. Hacía siglos que los teólogos medievales discutían la comprensión de la sincronización o interdependencia de la gracia divina y la libertad humana. Hasta tal punto eran a veces apasionados los debates de las diferentes escuelas (franciscana y dominica) que llegaron unos a tirar de las barbas al contrario. Ante tal actitud escandalosa y antievangélica, el Papa decidió prohibir los debates.
Esa antropología teológica pesimista de la corrupción absoluta del hombre es la posición contraria a la sostenida en el primer milenio por Pelagio, a quien juzgó Agustín de Hipona y su dictamen sirvió a los obispos para condenar su doctrina. Pelagio despreciaba la acción de la gracia divina y ponía el acento en la libertad humana. Ahora estamos en el otro extremo del péndulo, con la “ventaja” de que los reformadores pueden así predicar ¡ancha es Castilla!, haz lo que te de la gana ya que todo acto es pecado pues estamos corruptos del todo. Pero tú ten fe en Dios que es misericordioso y te salvarás si estás predestinado.
El calvinismo acierta en que tanto la bondad de Dios como su poder tienen un libre e ilimitado alcance en la vida de todos y cada uno de los hombres pero olvida que Dios, libremente al crear al hombre, corrió el riesgo de nuestra libertad. Por esa época, Teresa de Jesús oyó en su oración, quizá lamentándose de lo mal que está el mundo, que Dios le decía claramente: “Teresa, Yo quise, pero los hombres no han querido”. La providencia de Dios actúa en todos los ámbitos, tanto civil como eclesial, laical como religioso, político como profesional o cultural.
El calvinismo cree en la predestinación o sea en que Dios, desde la eternidad, tiene elegidos a los que se van a salvar. Cada hombre o mujer, haga lo que haga, si está predestinado, se salvará y si no lo estaba, aunque haya hecho muchas cosas buenas santas, se condenará. Para ellos la muerte de Cristo sólo redimió a los predestinados.
De la Cena dice que Cristo nos ofrece una participación real en su Cuerpo y Sangre pero no hay una presencia real local: hay comunión real por virtud del Espíritu Santo, pero no presencia real. Las palabras consagratorias las entiende en sentido figurado: la realidad significada es transferida al signo por lo que le gusta subrayar lo de comer y beber. Dice que es idolatría adorar en el signo a Cristo.
Su expansión europea
El calvinismo es una familia de Confesiones o Comunidades Reformadas que brotaron desde Lutero y Calvino y saltaron al Nuevo Mundo norteamericano. Confessio Gallicana (París 1559), Confessio Scotica de Knox (1560), Confessio Belgica (67) redactada por el hugonote Guido de Bray, Confessio Heidelberguense (Holanda, 66) que se envía a Suiza y redactan ahí la Confessio Helvetica. En el 1643 se redacta la Westminster Confessio (por la pelea entre presbiterianos y anglicanos) aunque en el 62 se restaura el anglicanismo. Desde entonces el calvinismo es para los no conformistas y la base doctrinal de toda iglesia presbiteriana del mundo.
Su expansión la favoreció la Academia de Ginebra, fundada en 1559 de donde saldrán predicadores por toda Europa con afán proselitista mientras la Iglesia católica empezaba a salir de su letargo. Viajeros y comerciantes introducían acá y allá Biblias, salterios y copias de la “Institución Cristiana”, burlando las prohibiciones y vigilancias de las autoridades eclesiásticas y civiles. Así el calvinismo penetró en los sectores sociales alfabetizados o semi-alfabetizados. En Francia caló sobre todo en el medio rural, para artesanos, profesores, letrados, comerciantes… aunque los campesinos solían serles hostiles.
Entre el 50y 60, la aristocracia europea veía con buenos ojos el credo calvinista y cerca de la mitad de ella se había pasado a la nueva religión pues era gente de espíritu liberal y les repugnaba el clericalismo, aunque no faltaron quienes se adhirieron por razones políticas ya que el calvinismo propugnaba el derecho de resistencia a la autoridad real. Como grupo con representación política, antes del 70, constituyeron “partidos” protestantes consiguiendo posiciones dominantes en los gobiernos centrales o regionales (cf Vázquez de Praga, Valentín. Historia Universal, tomo VIII. Eunsa 1979, pp 92 ss.).
Suecia desde 1397 era 3 reinos (Suecia, Dinamarca y Noruega) regidos por un rey. El Administrador imperial encarceló al Arzobispo de Upsala (Trolle); el Papa lo excomulgó y puso a Suecia en entredicho. Cristian II se hizo coronar por el Arzobispo preso (1520) y ajustició a varios grandes y 2 obispos enemigos; así estalló la revolución con lo que se disolvió la unión con Dinamarca y se declaró rey sueco al luterano Wasa. Finlandia era sueca y se reformó a la vez. Dinamarca siguió católica hasta Cristian III (1534-59) que en el 36 expulsó a todos los sacerdotes católicos y apresó a todos los obispos que fueron sustituidos por "superintendentes" (aunque conservan el nombre de "obispos").
Los Países bálticos, teutónicos entonces, fueron calvinizándose uno tras otro. La Prusia oriental lo hizo cuando el Gran Maestre Alberto de Brandemburgo convirtió la Orden de Caballería teutónica en ducado secular (1525) bajo dominio polaco. Livonia lo hizo con su hermano Guillermo, arzobispo de Riga desde el 39. Curlandia, con el Gran Maestre Gotardo de Ketteler que en el 62 hizo como en Prusia oriental y se colocó bajo la confesión de Augsburgo y bajo soberanía polaca. Estonia pasó a ser sueca. Islandia también lo hizo por la fuerza y el obispo Juan Arasson de Holar dio su cuello al hacha del verdugo (1550) antes que renegar de la fe.
En los Países bajos el terreno estaba abonado por las controversias entre escolásticos y humanistas. Carlos V (natural de Gantes) no pudo contener los excesos de los fanáticos y de los anabaptistas y, como su sucesor Felipe II, tomó medidas demasiado duras, provocó por ello la revolución de Guillermo de Orange y los condes Egmont y Horn. Pronto la protesta política se hizo también religiosa y en 1562 redactaron la Confessio Belgica. En el 66 se trajeron 30 predicadores ginebrinos que exaltaban a las masas y brotó el furor iconoclasta destruyendo 400 iglesias y capillas. Aunque los rebeldes Guillermo y los condes cogieron miedo y lo dejaron estar, Felipe II envió al duque de Alba para apresar y ejecutar a los condes; así estalló la indignación del pueblo y Guillermo (que había huido) regresó para encabezar la insurrección. En 1579 se desligaron de España con el tratado de Utrecht y abrazaron la confesión protestante.
El calvinismo acierta en que tanto la bondad de Dios como su poder tienen un libre e ilimitado alcance en la vida de todos y cada uno de los hombres pero olvida que Dios, libremente al crear al hombre, corrió el riesgo de nuestra libertad. Por esa época, Teresa de Jesús oyó en su oración, quizá lamentándose de lo mal que está el mundo, que Dios le decía claramente: “Teresa, Yo quise, pero los hombres no han querido”. La providencia de Dios actúa en todos los ámbitos, tanto civil como eclesial, laical como religioso, político como profesional o cultural.
El calvinismo cree en la predestinación o sea en que Dios, desde la eternidad, tiene elegidos a los que se van a salvar. Cada hombre o mujer, haga lo que haga, si está predestinado, se salvará y si no lo estaba, aunque haya hecho muchas cosas buenas santas, se condenará. Para ellos la muerte de Cristo sólo redimió a los predestinados.
De la Cena dice que Cristo nos ofrece una participación real en su Cuerpo y Sangre pero no hay una presencia real local: hay comunión real por virtud del Espíritu Santo, pero no presencia real. Las palabras consagratorias las entiende en sentido figurado: la realidad significada es transferida al signo por lo que le gusta subrayar lo de comer y beber. Dice que es idolatría adorar en el signo a Cristo.
Su expansión europea

Su expansión la favoreció la Academia de Ginebra, fundada en 1559 de donde saldrán predicadores por toda Europa con afán proselitista mientras la Iglesia católica empezaba a salir de su letargo. Viajeros y comerciantes introducían acá y allá Biblias, salterios y copias de la “Institución Cristiana”, burlando las prohibiciones y vigilancias de las autoridades eclesiásticas y civiles. Así el calvinismo penetró en los sectores sociales alfabetizados o semi-alfabetizados. En Francia caló sobre todo en el medio rural, para artesanos, profesores, letrados, comerciantes… aunque los campesinos solían serles hostiles.
Entre el 50y 60, la aristocracia europea veía con buenos ojos el credo calvinista y cerca de la mitad de ella se había pasado a la nueva religión pues era gente de espíritu liberal y les repugnaba el clericalismo, aunque no faltaron quienes se adhirieron por razones políticas ya que el calvinismo propugnaba el derecho de resistencia a la autoridad real. Como grupo con representación política, antes del 70, constituyeron “partidos” protestantes consiguiendo posiciones dominantes en los gobiernos centrales o regionales (cf Vázquez de Praga, Valentín. Historia Universal, tomo VIII. Eunsa 1979, pp 92 ss.).
Suecia desde 1397 era 3 reinos (Suecia, Dinamarca y Noruega) regidos por un rey. El Administrador imperial encarceló al Arzobispo de Upsala (Trolle); el Papa lo excomulgó y puso a Suecia en entredicho. Cristian II se hizo coronar por el Arzobispo preso (1520) y ajustició a varios grandes y 2 obispos enemigos; así estalló la revolución con lo que se disolvió la unión con Dinamarca y se declaró rey sueco al luterano Wasa. Finlandia era sueca y se reformó a la vez. Dinamarca siguió católica hasta Cristian III (1534-59) que en el 36 expulsó a todos los sacerdotes católicos y apresó a todos los obispos que fueron sustituidos por "superintendentes" (aunque conservan el nombre de "obispos").
Los Países bálticos, teutónicos entonces, fueron calvinizándose uno tras otro. La Prusia oriental lo hizo cuando el Gran Maestre Alberto de Brandemburgo convirtió la Orden de Caballería teutónica en ducado secular (1525) bajo dominio polaco. Livonia lo hizo con su hermano Guillermo, arzobispo de Riga desde el 39. Curlandia, con el Gran Maestre Gotardo de Ketteler que en el 62 hizo como en Prusia oriental y se colocó bajo la confesión de Augsburgo y bajo soberanía polaca. Estonia pasó a ser sueca. Islandia también lo hizo por la fuerza y el obispo Juan Arasson de Holar dio su cuello al hacha del verdugo (1550) antes que renegar de la fe.
En los Países bajos el terreno estaba abonado por las controversias entre escolásticos y humanistas. Carlos V (natural de Gantes) no pudo contener los excesos de los fanáticos y de los anabaptistas y, como su sucesor Felipe II, tomó medidas demasiado duras, provocó por ello la revolución de Guillermo de Orange y los condes Egmont y Horn. Pronto la protesta política se hizo también religiosa y en 1562 redactaron la Confessio Belgica. En el 66 se trajeron 30 predicadores ginebrinos que exaltaban a las masas y brotó el furor iconoclasta destruyendo 400 iglesias y capillas. Aunque los rebeldes Guillermo y los condes cogieron miedo y lo dejaron estar, Felipe II envió al duque de Alba para apresar y ejecutar a los condes; así estalló la indignación del pueblo y Guillermo (que había huido) regresó para encabezar la insurrección. En 1579 se desligaron de España con el tratado de Utrecht y abrazaron la confesión protestante.
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